Mariana Gardella Hueso: libros irreverentes y conquistas lectoras
Filosofía para niñes y poemas antiguos para el futuro
Viernes 21 de mayo de 2021
"Hay filósofas desde el inicio de la filosofía. El problema es que la propia disciplina hizo y hace un gran esfuerzo por negar su existencia". Doctora en Filosofía e investigadora argentina radicada en México, la autora de la serie Amanda (Capital Intelectual) y Besada por Cipris (Rara Avis) nos respondió preguntas acerca del cruce entre filosofía e infancias, mundo antiguo y mundo presente.
Por Valeria Tentoni.
Con presencia doble en mesa de novedades por estos días, Mariana Gardella Hueso acaba de agregar un cuarto volumen a su serie Amanda (de filosofía con niñas y niños en Capital Intelectual) y también su compilación, traducción y ensayo sobre Nosis de Locri, considerada una heredera de Safo de Lesbos, en Besada por Cipris (Rara Avis Editora).
Gardella Hueso es Doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad e Investigadora Asistente del CONICET. Se dedica a la investigación y divulgación de la filosofía antigua. Ha realizado estancias de investigación en el Centro Jean Pépin (Francia), en la Universidad de Montreal (Canadá) y en la Universidad Nacional Autónoma de México (México), país en el que actualmente reside.
Además de ser la autora de la serie Amanda y la última novedad de Rara Avis, es co-autora de El enigma de Cleobulina (Teseo). Le enviamos algunas preguntas por correo electrónico, y aquí compartimos sus respuestas:
¿Cómo apareció la idea de Amanda, el personaje de tu serie? ¿Cómo la diseñaste, qué tipo de personajes te inspiraron al armarla?
Cuando empecé a pensar en el primer libro de la serie, imaginé como protagonista a una niña que mirara el mundo con sorpresa, que hiciera muchas preguntas y que tuviera algunas cosas para decir. Mariela Califano, la ilustradora de la serie, logró materializar estos rasgos de forma precisa y hermosa. Para mí era importante que la protagonista de los libros fuera una niña. Es un pequeño gesto que ayuda a mostrar que las mujeres también podemos dedicarnos a la filosofía y hacerlo muy bien. La historia de la filosofía es una historia sin mujeres. Se cree que para las mujeres la filosofía fue como el voto, una conquista de los últimos ciento cincuenta años. Pero esto es falso. Hay filósofas desde el inicio de la filosofía. El problema es que la propia disciplina hizo y hace un gran esfuerzo por negar su existencia, ignorar sus obras y menospreciar sus ideas. De alguna manera, Amanda es un símbolo del esfuerzo de todas aquellas mujeres que lucharon por poder pensar y ganarse un lugar en la historia de las ideas.
¿Cómo fue idear historias que pudiesen traer tópicos que habiliten reflexión de orden filosófico para niñes sin forzar las tramas? ¿Cómo llegaron las historias a vos, cómo se te ocurrieron?
Mi primer trabajo como filósofa fue en un jardín de infantes y esa experiencia atraviesa los libros de toda la serie. En ese jardín, tuve la oportunidad de desarrollar un proyecto de “enseñanza” de la filosofía en la infancia. Digo “enseñanza” entre comillas porque la filosofía no se enseña. Esto vale para niñ*s y también para adult*s. La filosofía no es un cúmulo de saberes transmisibles, aunque muchas veces se presente así. La filosofía es una experiencia, la experiencia de pensar en serio. Las historias de los libros intentan reflejar y promover esa experiencia.
¿Cómo pensaste el vínculo entre filosofía e infancias? ¿Por qué creés que para las adultas y los adultos, en general, está la creencia de que la filosofía no es un tema para niños y niñas? ¿Cómo desarmar ese prejuicio, y cómo se desarmó en vos a su vez?
Creo que el prejuicio, que yo no comparto, es más amplio. La filosofía suele ser vista como una disciplina que, por su complejidad, queda reservada para las cabezas privilegiadas de algunos pocos. Si miramos la historia de la filosofía tal como nos fue contada, esos pocos han sido por lo general varones adultos, blancos y europeos. Si miramos con más atención, descubriremos que la historia fue en realidad distinta. Pensemos, por ejemplo, en Diógenes de Sínope que vivía y filosofaba en la extrema pobreza, o en Simone Weil, que se dedicaba a escribir filosofía mientras trabajaba en una fábrica automotriz. La gente tiene un excesivo respeto por la filosofía, una suerte de temor reverencial que transforma lo filosófico en una densidad extraña e impenetrable.
Ahora bien, además de androcéntrica y eurocéntrica, la filosofía es adultocéntrica. Y esto se debe al modo en que pensamos la infancia. La infancia es considerada como una etapa de la vida que hay que superar. L*s niñ*s son vist*s como personas adultas en potencia que hay que cuidar y educar para que se conviertan en l*s ciudadan*s responsables del mañana. Sin embargo, la infancia no sólo es una etapa de la vida, sino también un modo de estar en el mundo, un estar atravesado por la novedad que representa todo nacimiento, el juego sin reglas, la transformación, el asombro, la sorpresa y la espontaneidad. Mi intención no es que la infancia sea transformada por la filosofía, sino que la filosofía sea transformada por la infancia, que pueda recuperar su infancia y que pueda pensar como se piensa en la infancia: con novedad, desde el asombro, como jugando un juego transformador.
El cuerpo, la amistad y el pensamiento en sí mismo, ¿cómo elegiste los temas de los tres primeros libros de Amanda?
Los temas de los libros son temas que reflejan algunas de las inquietudes que aparecen en la infancia. También son temas sobre los que a mí me gusta pensar. Me interpelan como adulta y me interpelaban cuando era chica. Los libros de la serie evocan problemas que se hacen presentes a lo largo de la historia de la filosofía y que vuelven una y otra vez. Esto es así porque los problemas filosóficos no se solucionan, se piensan. Insisten como problemas, insisten en ser pensados.
En la última entrega, Amanda y la muerte, abordás un tema que en LIJ es complejo pero tiene excelentes muestras de que es posible de tratar, como en El pato y la muerte de Erlbruch. ¿Tomaste a este libro como referencia? ¿Qué libros te acompañaron para escribirlo? ¿Qué libros de infancias pero también qué libros para adultos?
El pato y la muerte, de Wolf Erlbruch, es una referencia ineludible, y también Soy la muerte, de Elisabeth Helland Larsen, ambos en Bárbara Fiore. El que más me gusta es El corazón y la botella, de Oliver Jeffers (FCE). Lo más interesante de este libro es que habla sobre la muerte y también sobre el duelo, el tiempo del duelo y las heridas de la infancia que se transforman en las cicatrices de la adultez. También tiene un lugar especial en mi corazón Los pequeños macabros, de Edward Gorey (Zorro Rojo).
Mientras escribía Amanda y la muerte, leí varios libros de escritoras mexicanas o que vivieron en México: Mujer que sabe latín, de Rosario Castellanos (FCE); Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín (Alfaguara); y Los niños perdidos, de Valeria Luiselli (Sexto piso), un poderoso ensayo lleno de muerte. Por la misma época terminé Leonora, la biografía que Elena Poniatowska escribió sobre Leonora Carrington (Seix Barral). Carrington es una pintora emocionante. Escribió e ilustró algunos cuentos para sus hijos que fueron publicados bajo el título Leche del sueño (FCE).
En este momento estás radicada en México y encontramos varias pistas al respecto en la última entrega de Amanda, ¿cómo influyó esto en la escritura de este libro?
Amanda y la muerte es un pequeño regalo a este país que me dio tanto. En El laberinto de la soledad, Octavio Paz dice que el culto a la vida es también culto a la muerte y que “una civilización que niega la muerte, acaba por negar la vida”. La sociedad mexicana afirma la vida afirmando la muerte. Desde tiempos prehispánicos, la muerte tiene un rol social importante. En las culturas mesoamericanas, por ejemplo, los sacrificios humanos eran necesarios para asegurar los ciclos naturales. También hoy, aunque invisibles, los mismos sacrificios son necesarios para sostener los ciclos de producción y reproducción económica. Como extranjera, puedo decir que en México la muerte se honra y se vive como ritual, como celebración y como ejercicio de la memoria.
¿Cómo es filosofar para y con niñes? ¿Qué diferencias encontrás con el ejercicio de producción de textos académicos o bien de divulgación pero para adultas y adultos?
Definitivamente, el mundo de la producción de textos académicos no tiene nada que ver con la infancia. Y el de la divulgación para personas adultas tampoco. En general, cuando se hace divulgación, se hace divulgación de ideas: se intenta transmitir qué pensaron y dijeron l*s filósof*s. Cuando se trabaja con niñ*s, esto no interesa. Lo importante es poder darles tiempo y espacio, no para que aprendan qué dijeron l*s filósof*s, sino para que hagan lo mismo que ell*s hicieron: dudar, hacer preguntas, pensar, escuchar y discutir.
¿Por qué creés que es importante agregar las guías de preguntas que van apareciendo para mediadores, padres, maestras y maestros? ¿Cómo pensaste a este libro llegando a las manos de un niño o niña? ¿Acompañado?
Pienso siempre en una lectura compartida: pienso en personas adultas leyendo a niñ*s, o en niñ*s leyendo junt*s. También pienso mucho en las escuelas y en l*s maestr*s que cuentan cuentos en las escuelas. Las preguntas que aparecen en los libros sirven como guía. Pueden usarse o no. Fueron pensadas como ejemplos de preguntas filosóficas, como disparadores de la discusión. Lo ideal es que l*s niñ*s puedan expresar sus propias ideas luego de formular sus propias preguntas. Si eso no pasa, se pueden usar las preguntas. Por otra parte, las ilustraciones también funcionan como una guía. Son un texto alternativo que puede motivar nuevos interrogantes.
¿Por qué creés que es importante abordar tópicos filosóficos con niñas y niños, por qué te embarcaste en esto?
Me parece importante que en la infancia existan espacios de entrenamiento y uso de la palabra, de construcción y discusión colectiva de las ideas, de expresión de los pensamientos, las dudas y las sensaciones propias. Me interesa que la filosofía sea un herramienta para desarticular tramas de silencio. Es una suerte de compromiso profesional: acompañar a otr*s en la experiencia de pensar, escuchar y hablar.
¿Recordás, de cuando eras una niña, tus primeras fascinaciones filosóficas? ¿Recordás cómo elegiste dedicarte a lo que te dedicás?
A mí siempre me gustó mucho pensar. Tengo un modo de pensar que consiste en tejer redes, construir conexiones, percibir resonancias. Tengo con el mundo una relación que es básicamente mental. Cuando era chica, fui a un colegio religioso. Mucho de lo que me decían y enseñaban era porque sí. Yo preguntaba por qué y las respuestas eran “porque sí” o “porque no”. Así que una de mis primeras fascinaciones filosóficas fue la de buscar discursos que me permitieran ver e intentar comprender algo de la complejidad del mundo. Me dedico a lo que me dedico por cierta vocación de misterio que me ha acompañado siempre. Elegí la carrera de filosofía después de leer en quinto año un resumen de un manual sobre la idea del “ser-para-la-muerte” de Martin Heidegger.

¿Con qué filósofos y filósofas pensás tus libros y por qué? ¿Quiénes están detrás de estas preguntas en tu propia biblioteca adulta?
Yo soy especialista en Historia de la Filosofía Antigua y en mis libros nunca faltan referencias a filósof*s de ese período, por ejemplo, Heráclito, Cleobulina, Gorgias, Platón, Aristóteles o Hiparquia. También hay referencias a problemas planteados por filósof*s de otras tradiciones, como René Descartes, Baruch Spinoza, FriedrichNietzsche, Martin Heidegger, Hannah Arendt, Jean-Paul Sartre, Jacques Derrida o Judith Butler.
Mientras escribía los dos últimos volúmenes de Amanda, también trabajaba en la traducción de los poemas de Nosis de Locri, una poeta lesbiana de la Antigüedad, que fue publicada por Rara Avis. Digo esto porque en mi vida me acompañan no sólo filósof*s, sino también poetas y ensayistas. Me interesan muchos temas, leo distintas cosas y no me dedico sólo a escribir papers. Busco reflexiones filosóficas en textos que no forman parte del canon y que no suelen encontrarse en los escasos anaqueles que las librerías dedican a la filosofía (por cierto, creo que editoriales y librerías deberían ampliar muchísimo el campo de lo que venden como filosófico). Lo más interesante que leí el último tiempo no aparece catalogado como “filosofía”: Cómo acabar con la escritura de las mujeres, de Joanna Russ (Barrett-Dos Bigotes); Una guía sobre el arte de perderse, de Rebecca Solnit (Capitán Swing); y Elogio del riesgo, de Anne Dufourmantelle (Paradiso).
Con respecto a tu trabajo en Besada por Cipris, referís en la introducción que te llevó años armar este libro, ¿querrías contarnos algo del proceso y la intención de darle lecturas a estos poemas que estuvieron a punto de perderse para siempre? ¿Por qué te interesó Nosis?
Hace unos años tenía la intención de hacer una compilación de textos sobre la vida de las lesbianas en la Antigüedad. Soy lesbiana y siempre me dio curiosidad saber cómo era ser lesbiana hace veinte siglos. También me interesaba recuperar esa historia de las lesbianas que, como dice Deborah Edel, va desapareciendo a medida que ocurre. Cuando empecé a trabajar, muy rápidamente me encontré con el nombre de Nosis, una poeta lesbiana que se siente hija de Safo. Yo nunca había escuchado hablar sobre ella y, como no había una traducción de sus poemas en América Latina, decidí encarar el proyecto de traducir lo que quedó de su obra. Luego de algunos ricos intercambios con Julieta Massacese, una de las editoras de Rara Avis, decidí acompañar esa traducción de un ensayo que permitiera ubicar un poco a Nosis en el mundo en el que vivió y conectarla a su vez con otros mundos. El libro se parece muy poco a las traducciones de textos clásicos que encontramos por ahí. Es un libro un poco irreverente. Los textos que se escribieron hace tanto tiempo siempre están a punto de perderse para siempre. Es interesante poder leerlos desde esa posibilidad de pérdida desde la que se cifra también la posibilidad del rescate. Rescatar significa en parte reconectar, es decir, poner en relación textos del pasado con textos, preguntas y preocupaciones del presente.
Venías hablando del lugar de las filósofas mujeres, ahora preguntémonos por el lugar de las poetas: en este libro escribís "es común escuchar decir que en Grecia las mujeres no tenían voz". Si sabemos ahora que la tenían, Safo, Erina, Nosis y las que Nosis misma rescata, ¿cómo lograron hacerse de escucha a través del tiempo y contra qué? "La poesía no fue para las mujeres una donación, sino más bien una conquista". ¿Creés que este libro es un aporte en ese sentido?
Cuando se habla de sociedades antiguas, como la griega, se suele decir que las mujeres no tenían voz porque, como dice Mary Beard, el uso de la palabra era un atributo que definía la masculinidad como género. Aferrad*s a esa descripción, damos por sentado que hasta la aparición de las hermanas Brontë ninguna mujer dijo ni escribió nada. Esto no fue así y habla más sobre nuestra falta de interés que sobre esa pretendida falta de voz. El libro denuncia esa falta de interés e intenta revertirla. Por otra parte, para las mujeres nunca fue fácil escribir ni publicar, pero muchas, al menos desde Safo en adelante, lograron con mucho esfuerzo hacerlo. En Grecia no se esperaba que ninguna mujer escribiera poesía, por eso la palabra poética, como se dice en el libro, no fue donación, sino conquista.
Del total del extenso y detallado ensayo que actualiza y rescata la figura de Nosis, hay dos elementos clave que podemos subrayar: el lugar del deseo y el lugar del tejido. ¿Por qué elegiste esos ejes y qué te permitieron pensar?
Curiosamente, las primeras poetas de las que tenemos noticia escriben sobre el deseo. Esto es llamativo. Safo y Nosis, además, son lesbianas y escriben sobre el deseo lesbiano. Es interesante hacer un esfuerzo por visibilizar esta cuestión. Sus poemas no son sólo poemas eróticos, como usualmente se piensa, sino lesbianos, profundamente lesbianos, algo que no siempre se dice. Con el tejido, tengo un metejón teórico tremendo. Por el momento, sólo voy a decir que para Nosis y otras poetas escribir se parece a tejer. Para muchas mujeres griegas, el tejido es una forma de expresión, un sustituto metafórico de la palabra. Cuando querían decir algo sin ser descubiertas, tejían. Esto aparece, por ejemplo, en el tremendo mito de las hermanas Procne y Filomela que aparece relatado en el libro.
Nosis cita a Safo y la retoma, las poetas contemporáneas también empujan ese carro -Carson, Yourcenar, entre las que mencionás-, ¿qué podés decirnos del rol que cumplen las mujeres en la historia de la conservación de la poesía escrita por ellas mismas?
Creo que el rol de las poetas es decisivo y también el de las traductoras. El caso de Anne Carson, con quien también tengo un metejón teórico tremendo, es ejemplar porque ella no sólo es poeta, sino también traductora. Tradujo, por ejemplo, los poemas de Safo al inglés en un libro que lleva por título una postal del invierno: If not, winter (Vintage Books). Conocemos a muchas poetas y, en especial, a muchas poetas lesbianas gracias a las referencias que hacen otras poetas. Nosis cita a Safo de forma expresa y se refiere, aunque de forma menos evidente, a otras poetas como Erina y Ánite. A su vez, Nosis es rescatada por varias poetas contemporáneas como Renée Vivien, H. D. y Marguerite Yourcenar. Con Safo pasa algo similar. Para mí, los poemas escritos por estas mujeres son como una cueva donde se oculta una historia diferente sobre la poesía que sólo espera ser descubierta y contada.
