Entrevistas

Editoriales en alerta: la odisea de imprimir libros en Argentina

Los libros ante la crisis

Faltantes de papel, precios de imprenta en un contexto de inflación imparable, caída de ventas, lentitud en el circuito de retorno de pagos, regalías invisibles: el ciclo del libro argentino está en crisis y lo que peligran son las lecturas, advierten en esta nota desde el sector editorial.

Por Valeria Tentoni.

     

"Cinco libros más y chau. 2017-2024": con esa línea, un piedrazo en las pantallas de Twitter, Walden Editora informó que la situación económica les complicó las cosas más allá de lo posible y de ahora en más continuarán sólo con algunas coediciones con Dobra Robota. "La cuestión del papel es trágica. Hizo que bajara la calidad de los libros, por ejemplo disminuyendo el gramaje; no puedo usar el que preferiría usar. La idea de la editorial es sacar entre cuatro y cinco libros por año, y este año voy a sacar sólo dos. En parte porque los costos son imposibles, y eso se refleja en el precio del libro. Si un lector antes compraba quizás cuatro libros, ahora piensa mil veces antes de comprar uno solo. Es frustrante. Es un esfuerzo gigante, recuperar la plata de los libros se hace imposible en una editorial tan chiquita", explica Ariel Pucakz, quien tras varios años de labor editorial agrega: "Obviamente no vivo de esto. La editorial todavía es una habitación con cajas en la casa de mis padres".

El suyo, sin embargo, lejos está de ser un caso aislado. Las editoriales nacionales enfrentan aumentos del papel bookcel, el papel más utilizado, "que la semana que viene volverá a subir", advierten. Las recotizaciones son sistemáticas y el precio de tapa una ruleta. Si les va bien con un libro, por ejemplo, reimprimirlo será muy caro, mantener el precio un imposible. Al faltante de papel los selllos lo enfrentan, cuando pueden, comprando resmas por adelantado que acumulan en sus depósitos. O donde quepan.

La comunidad de editoriales infantiles y juveniles acaba de lanzar un comunicado urgente dando aviso de la crítica situación que atraviesan y reclamando medidas. Allí narran que en la entrega de “los destacados” de ALIJA (Asociación del Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) varias de las personas que recibieron el premio advirtieron que esos libros –como tantos otros reconocidos con premios internacionales o por la crítica especializada– no podrían ser producidos hoy en Argentina, ya que los precios del papel, la cartulina y el cartón, "impuestos por un puñado de empresas que no están teniendo ningún tipo de regulación, son escandalosamente altos, prácticamente los más altos del mundo". Así, explican, los libros que se imprimen en el exterior tienen costos más bajos que los que se imprimen en el país.

"Este escenario se da en un contexto de una profunda crisis económica, en el que las ventas de libros descienden mes a mes y el dinero que ingresa va perdiendo sensiblemente su valor. De esta manera, las editoriales no logramos reunir el dinero necesario para imprimir novedades o realizar reimpresiones y vamos 'vaciando' nuestros cuidados catálogos de manera irremediable y, probablemente, irreversible", exponen las más de cuarenta editoriales firmantes, entre ellas sellos premiados internacionalmente como Limonero, Libros del Zorro Rojo o Calibroscopio.

Las compras públicas de libros, agregan, también está en crisis y esa una de las patas más anchas en la mesa de posibilidades de estos sellos: "En los últimos años, los editores celebramos el retorno de los planes de lectura y de un importante volumen de adquisición estatal de libros para escuelas y bibliotecas. Sin embargo, nos enfrentamos hoy a la absurda situación de no poder encarar, por la coyuntura descripta, la producción de ejemplares para atender esas compras".

"Las consecuencias son y serán alarmantes: por un lado, el deterioro del ecosistema del libro, que involucra a miles de autores, profesionales, organizaciones, empresas e industrias de distinto tipo y tamaño; y, por el otro, el empobrecimiento de la oferta cultural para las infancias, con menos variedad de libros, menos prácticas de lectura, menos desarrollo de las funciones cognitivas asociadas… ¡y la lista sigue!", subrayan antes de declarar que lo que quieren, en suma, es ni más ni menos que seguir haciendo libros. 

Raquel Franco, de Pequeño Editor, cuenta que el año pasado fue la primera vez en su historia como sello en que tenían el dinero para las impresiones y reimpresiones que necesitaban, pero no tenían la materia prima: "Fue la primera vez que no fuimos responsables de los cambios de nuestro propio plan editorial. Cuando apareció el papel ya no alcanzaba el dinero", y agrega que los incrementos de cartulina y papel están mucho más arriba que la inflación reportada. Franco cuenta que esto, sin embargo, buscan que no se traslade al precio de tapa: "Mis libros no han aumentado el 300% en un año y me consta que la mayoría de los libros de mis colegas, tampoco. Ni siquiera el 200%. Pero en la percepción del mercado, el aumento es demencial", cuenta, y agrega un factor de dificultad: en la cadena de comercialización del libro, se vende a plazo. "Así como imprimimos de a 3000 y vendemos de a uno, lo usual es que estemos cobrando hoy los libros vendidos hace tres meses a una lista de precios de hace tres meses. Ahora bien, por el placer de hacernos hiperventilar, agreguemos un nuevo factor de dificultad para la industria: si nuestro mercado se achica porque nuestra economía social se achica, ¿qué opciones tiene de internacionalizarse un producto tan valorado y premiado en el mundo como los libros argentinos para niños? Mínimas posibilidades: dado el tipo de regulación que existe hoy para el ingreso de divisas de cualquier producto (sin diferencias), los libros argentinos son de los más caros del mercado internacional; no pueden venderse en la modalidad de consignación y, en muchos casos, están por debajo de la calidad de materiales que tienen otros libros del mundo". 

Para Franco, lo que falta son regulaciones, "las regulaciones necesarias que morigeren el impacto de esta situación para la industria del libro, que está tremendamente desprotegida". Los casos siguen apareciendo para darle la razón si salimos de la literatura infantil y juvenil y nos pasamos a la poesía.

"La mía es un editorial muy chica y pongo todo yo. Ya es casi imposible seguir", dice Pablo Gabo Moreno, editor en Caleta Olivia, quien dirige uno de los proyectos más activos del mundo de la poesía nacional con un catálogo que, además, incluye traducciones.

En los últimos años, Gabo Moreno ya ha tenido que achicar la cantidad de títulos pero ahora esa medida ya no parece ser suficiente: "Es una situación demasiado delicada, y sé que muchas editoriales piensan cerrar. Yo creo que no se va a poder mantener esto, no sé si habrá alguna política que ayude a resolverlo pero creo que no y que ya los libros van a ser un objeto extremadamente preciado. No sé si van a quedar editoriales chicas. Es imposible asumir un riesgo tan grande, representa un riesgo enorme invertir un millón de pesos por un libro cuando el retorno es casi nulo, porque se sabe que la cadena del libro, de las librerías, de la distribución, tiene un retorno cada vez más lento. Además las ventas de octubre a ahora bajaron por lo menos un 40% y la Feria del Libro no fue lo que todos esperábamos, con lo cual sigue siendo una situación delicada". Cerradas las tres semanas de La Rural, el panorama no es bueno, dice el poeta y editor. "Recorrí la Feria y hablé con un montón de editores y están todos en la misma postura, hay una preocupación grande".

El problema, otra vez, es el papel: "Básicamente el insumo más importante es un insumo concentrado solamente en dos empresas. Lo están monopolizando y por la falta de control no hay un precio establecido que sea acorde. Están teniendo una suba totalmente irrisoria de entre un 8 y un 12% por mes. Imaginate que vos cotizás un libro ahora y al mes que viene te va a salir un 12% más. Esto ya no tiene un techo. A esto se le suma el faltante que hay de papel. Ahora no está habiendo bookcel, hay papel obra del común. Por ejemplo, yo coticé un libro hace tres semanas y acabo de cotizar uno ahora y tengo una diferencia casi de un 11%, y va a seguir subiendo. Esto va a ser determinante para las editoriales pequeñas. Hay muchos menos ejemplares por título, y también impacta mucho en el armado del catálogo porque eso obviamente incide en lo que una editorial quiere para su catálogo, para armar, digamos, y sostener el proyecto. O sea, va a haber muchas menos voces, hay muchas menos apuestas y también va a llevar que se conozcan cada vez menos autores", diagnostica. Para peor, por la crisis económica las ventas cayeron "extremadamente", dice el editor con los números frescos en la mano.

Capítulo aparte para las regalías, que también hacen el circuito lento de retornos y llegan a sus autores con seis meses y hasta un año de retraso. En un contexto inflacionario, cobrar cierto monto seis meses más tarde del momento en que se hizo la venta del libro es tener en mano la mitad de lo que correspondía. O menos.

Los pequeños sellos, sobre todo, son los que la tienen más difícil, pero el problema, al final, será también de quienes leen. Con menor oferta de títulos, el escenario queda en riesgo de empobrecerse dramáticamente en un país cuya capital es célebre por tener la mayor cantidad de librerías por habitante en el mundo.  

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