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"Me considero un escritor afortunado, porque escribo con facilidad"

Ph | Silvana Sergio

Alessandro Baricco

"Hay libros en los que busco fabricar una máquina perfecta y otros en los que me abandono al placer de la escritura. En ambos casos, sin embargo, hay una estructura muy elaborada, porque me gusta ir construyendo un libro como si se tratara de un edificio", explica el italiano. Una entrevista de Christian Kupchik.

Por Christian Kupchik.

Convendría comenzar por el final. Al cabo de un largo rato de conversación con Alessandro Baricco (Turín, 1958), se acumulan dos posibilidades: el tiempo, tal como lo conocemos, no se mide de acuerdo a los principios que lo regulan, dividido en minutos y segundos; o bien, existe una nueva manifestación expresiva que podría resumirse bajo la fórmula “la respuesta escondida”. Baricco, autor que vendió cerca de un millón de ejemplares en el mundo entero de su tercera novela Seda (1996), aparece como un tipo afable y cortés aunque participa de las entrevistas como un niño que se oculta detrás de un árbol cada vez que le corresponde contestar. No porque no tenga nada que decir, todo lo contrario. Baricco tiene ideas propias y algunas muy audaces. No obstante, suele abusar de los monosílabos, y cuando ya se entusiasma con un tema lo reafirma con lenguaje corporal, a través de curiosas figuras con las manos a las que agita de arriba abajo y de derecha a izquierda. 

Como declarado admirador de Salinger que es, luego de trasegar para alcanzar una respuesta, el mejor cierre será inquirir si prefiere un destino como el del norteamericano, que eludió lo público luego dejar de escribir al cabo de unos pocos libros, o sumarse al deseo de Borges de ser el hombre invisible. Baricco ríe: “Sí, creo que me gustaría un poco de las dos cosas, aunque no completamente. El encuentro con mis lectores, al menos una vez cada tanto, es algo que me gratifica. Pero es cierto que nuestro oficio exige una sobreexposición que me molesta, no me gusta para nada. Si nos dejamos llevar –y los escritores tendemos a hacerlo– corremos el riesgo de convertirnos en máquinas verbosas y lo considero perjudicial para nuestra obra. Siempre he preferido guardar silencio sobre mi trabajo, y con el tiempo eso se ha ido transformando en una suerte de juego que intriga a los lectores. Pero bueno, aquí estamos, hablando…”

Es por ese motivo que Baricco prefiere no decir demasiado de su última obra. En realidad, tampoco se referirá con entusiasmo de las anteriores. De su afamada Seda dirá apenas: “Le estoy muy agradecido por haberme transformado en un escritor internacional, lo que en nuestro oficio no es muy sencillo. Me ha posibilitado vivir de la literatura y experimentar en otras búsquedas, lo que no es menor”.

A la hora de elegir un título, Baricco se inclina por City, libro que siguió a su gran best-seller. “Posiblemente sea mi mejor obra. La considero genial por tres o cuatro cosas que me parecen muy innovadoras desde el punto de vista narrativo. Técnicamente es de una dificultad monstruosa, se trata de un libro muy generoso. Es muy probable que sea el que más habla de mí y, por tanto, el que mejor me representa. Creo que es lo más ambicioso que he escrito a la fecha”. En cualquier caso, aclara, no le resulta sencillo distinguir entre sus libros: “Cada historia encierra para mí un color particular, un cierto ritmo, un sentido de la música especial. Trato de ser fiel a estas intuiciones, respetar los tonos, la armonía que me sugiere cada historia. En general, si no me aparto de ello, al terminar un libro se me hace evidente que era la única manera en la que, al menos yo, podía haberlo contado. Y eso hace que todos los libros sean diferentes. Cada uno llega con su propia impronta”.

Baricco demuestra una capacidad de producción insaciable y proteica: además de la literatura, se destaca como actor, director cinematográfico, musicólogo y, desde 1994, co-fundador, docente y director de la Escuela de escritura Holden, en Turín. No obstante, entiende que ninguna de estas actividades responde a los límites que puede llegar a sentir con la literatura: “Al principio, ocuparme de muchas cosas a la vez era un modo de vivir. No tenía hijos y disponía de tiempo. Hacía todo lo que me proponían. Pude haber elegido una cosa en concreto, pero lo que me aguijoneaba siempre a aceptar algo nuevo era la curiosidad que sentía por todas las cosas. Me considero un escritor afortunado, porque escribo con facilidad, pero me atormenta la soledad, realmente la padezco mucho. No puedo encerrarme en un cuarto simplemente a escribir un libro tras otro. Después de dos años con una historia, sólo con mi trabajo, necesito otra cosa, algo más. Cuando Vargas Llosa me contó que escribe regularmente cada día ―por la mañana, en su escritorio; por la tarde, en una biblioteca―, no lo podía creer. Me animé a preguntarle si no se detenía los domingos. Me contestó: ‘Ah, sí, por supuesto. Los domingos sólo escribo artículos periodísticos’. Bueno, creo que somos muy diferentes”.

En ocasiones, Baricco lleva esa multiplicidad de lenguajes a una obra en sí misma: Novecento, por caso, fue presentado como un monólogo teatral pero se puede leer como una nouvelle, fue adaptado al comic, Tornatore hizo un film, actúa Mickey Mouse y tiene como referencia lejana al Novecento de Bertolucci.

Baricco se divierte. “Es fantástico, porque significa que no he escrito un libro sino que inventé un mundo. Tiene que ver con el oficio, que se abre en múltiples perspectivas del lenguaje. Fue una sorpresa y una gran satisfacción, porque no tiene que ver sólo con escribir un buen libro, es otra cosa. Me aburro fácilmente, odio las repeticiones. Si encuentro algo nuevo, voy hacia adelante a pesar de los riesgos. Me gusta la posibilidad de romper las barreras genéricas, aunque no siempre se logra. Del mismo modo, me agrada trabajar con lugares que no son, verdaderos nowhere. Hay algo poético en esta mecánica que me seduce. Y cuando estos no-lugares adquieren representación y vida propia, me siento muy feliz.”

En su última novela publicada en español, La esposa joven (la última en verdad es Smith & Wesson, un texto ambientado en 1902 con las cataratas del Niágara como fondo), Baricco va más lejos en la voluntad por deconstruir los parámetros narrativos. Además de trabajar con esos espacios ilusorios (tanto la Italia que se representa como Argentina son lugares difusos, más oníricos que reales), el único que tiene nombre es el mayordomo, Modesto, en tanto el resto se reconoce por su nombre de parentesco: el Padre, la Madre, la Hermana, etc. Por momentos, irrumpe una primera persona de manera sorpresiva que adopta diversas voces y hasta un autor, lo que revela la intención de una metanovela dentro de la novela. “Modesto tiene nombre porque es el único ser humano que allí habita. El resto son figuras míticas: el Rey, la Reina, la Princesa… Sí, se puede ver una novela dentro de otra, pero no me interesaba tanto la posición del escritor como la capacidad de perturbar al lector con sus apariciones. Lo que me gustaba era adaptar la voz a diferentes personas, lo encuentro físicamente muy hermoso. Y además el lector es llevado, brrrrrmmmmmm, de un lado a otro, sube y baja, fiuuuuuuu, como en una montaña rusa. Eso me parece algo novedoso. Hay libros en los que busco fabricar una máquina perfecta y otros en los que me abandono al placer de la escritura. En ambos casos, sin embargo, hay una estructura muy elaborada, porque me gusta ir construyendo un libro como si se tratara de un edificio. Acumulo pedazos de historias, lecturas, recortes, libros… Esto no impide que en una novela pueda mantener historias abiertas, como en City, aunque no siempre los lectores aprecian esta libertad. Por lo general se les agradecen mundos bien definidos, concluyentes”.

Cuando se le pregunta si le preocupa construir el verosímil, Baricco vuelve detrás de su árbol imaginario para responder. “Son ustedes, los sudamericanos, los maestros en crear verosímiles perfectamente creíbles. Creo que toda la literatura latinoamericana es una lección en este sentido: toman una historia imposible y la van trabajando hasta el último detalle. Por supuesto, no son quienes inventaron este recurso, ya está en Kafka. Algo más inverosímil que Gregor Samsa es imposible y sin embargo terminamos convencidos de su realidad como cucaracha. Iría más lejos: está en el Quijote. Claro que a mí también me gusta construir verosímiles a partir del absurdo, pero no sé si estoy lo suficientemente capacitado para ello”.

Hay un término fetiche en el mundo Baricco: storytelling. Incluso se animó a afirmar que sin storytelling un hecho no es real. “Sí, lo creo así, y la explicación es larga. Pero podríamos resumir diciendo que existe una tendencia a pensar que están los hechos por un lado y los relatos por otro. No es cierto esto, de ninguna manera: los hechos sin un relato de los mismos no existen. Y esto lo sabemos de sobra desde el comienzo de los tiempos, pero hay una necesidad por negarlo, un esfuerzo por olvidarlo. La gente no comprende que el storytelling es una parte de la realidad. Formular la pregunta acerca de qué es verdad y qué es relato es algo infantil. Para muchos la narración sigue teniendo un componente negativo. Y sin embargo, incluso en la Grecia clásica, la de Pericles, el storytelling era una parte fundamental de la realidad. Hoy estudiamos a los griegos como modelo cultural, pero negamos la importancia de la narración”.

No considera que en la era digital este discurso haya quedado anacrónico: “El instinto de narrar es hoy incluso más fuerte que hace unos años atrás. Es verdad que el libro perdió algo de su centralidad. Los escritores continuamos escribiendo, pero cada vez contamos menos. Estoy de acuerdo con Andrew Wylie [agente literario norteamericano, considerado el más poderoso del mundo] cuando sostiene que ‘la narrativa de cierta calidad seguirá ligada al papel. El libro impreso es un objeto genial, que implica una belleza física difícil de igualar’. Lo que cambia es la forma de narrar. El cine y el periodismo se vieron influidos en el pasado por la escritura de Hemingway, Fitzgerald o Steinbeck. Los géneros híbridos aportan vitalidad. Si se sabe trabajarlos, pueden conducir a sorpresas muy agradables”.

Baricco concentra en Holden, su escuela de escritura, uno de sus mayores motivos de orgullo. La inauguró con cuatro amigos hace más de veinte años y no sólo sigue creciendo, sino que planea exportarla a algún país hispanoparlante. “Holden es una escuela de narración; la creatividad, por supuesto, es imposible de enseñar”, aclara el autor de Seda. “De hecho, los libros publicados por autores surgidos de nuestra escuela no se parecen en nada entre sí. Nuestro objetivo es proporcionar las herramientas necesarias, formar a los jóvenes para que sepan narrar sirviéndose del uso de diferentes técnicas a partir de los fundamentos que ofrecemos. La escritura es una técnica artesanal, exactamente como la cocina. Y los chefs, para aprender a cocinar, asisten a escuelas. Desde este punto de vista, siempre hemos estado retrasados respecto a los Estados Unidos, porque en Italia los encargados de enseñar a escribir eran profesores y académicos, no escritores. En Holden sólo enseñan quienes viven de este trabajo. Y yo mismo he aprendido mucho de mis mejores estudiantes, incluso he envejecido menos gracias a ellos. Creo fervientemente en nuestra fórmula: hasta ahora, no ha cesado de crecer”. El nombre de la escuela recuerda a Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, la novela que consagró a J. D. Salinger.

Insistimos: ¿Baricco también desaparecerá? El mago di Torino sonríe… “No, Salinger, es una excepción. Siempre existe la tentación de hacer algo más y también la duda de si el siguiente libro será mejor. El caso de Salinger es diferente y difícil de entender. Puede que después de escribir El guardián entre el centeno y, sobre todo, los Nueve cuentos, pensara que sería difícil hacer algo mejor. Philip Roth ha dicho adiós a la escritura. Ya está. No más entrevistas, ni promoción, ni fotografías... Pero no es el momento para mí. Soy demasiado viejo para las citas, pero muy joven para dejar de escribir. Necesito escribir. Es un gran placer y no creo que nunca pueda dejar de hacerlo”.

 

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