Bésame de nuevo, forastero
Martes 17 de enero de 2012
El autor de Spam, ganador del Premio Blatt & Ríos 2011, recomienda leer un libro de crónicas de viajes e historias de amor de Pedro Lemebel.
Por Charly Gradin.
Hoy le regalaría a un amigo Bésame de nuevo, forastero de Pedro Lemebel (Eloísa Cartonera). Es un libro de crónicas, relatos de viaje y, sobre todo, una colección de recuerdos de personajes con los que Lemebel dice haberse cruzado alguna vez; es un libro de nostalgias por amores que pudieron haber sido, o que fueron –a su modo– efímeros e imposibles, como si el amor fuera una batalla casi siempre perdida contra un mundo plagado de desorden y distancias. Esos amores aparecen en el radar sentimental del cronista al mismo tiempo como apariciones deslumbrantes y despedidas, a veces tristes, repentinas, y otras envueltas en promesas de un futuro reencuentro. Son historias contadas en una lengua de modismos, jergas callejeras, imágenes cautivantes, porque todos los escritos de Lemebel –desde las primeras palabras– buscan precisamente eso: sostener la atención, mantener en vilo a sus lectores, como si fueran contados por el animador de una ronda de copas en la mesa de un bar, un locuaz Lemebel atento a su audiencia mientras dedica sus mejores ocurrencias al espectador que más lo inspira. “¿Sabés por qué me gusta Perú, Roger?” dice, o en realidad recuerda haber dicho, en “Chalaco amor”. Caminando por Santiago había tropezado por azar con un muchacho peruano al que demora un par de frases en sentar a la mesa de un bar, y con el que pasará una tarde y una noche relatando para él la historia de su encuentro con otro peruano, allá en los años ochenta, en Tacna cuando viajaba de mochilero rumbo a Machu Pichu.
Historias de amor, entonces, vueltas a contar para inducir nuevas historias; así van sucediéndose sus aventuras y desventuras alrededor de Roger, el Flaco Miguel, el Wilson, escritas con la lengua encendida de quién se desvive en cada frase por llegar hasta la siguiente y sostener, aún, la mirada interesada de un compañero de copas. Idas y vueltas en moteles, comisarías, taxis y, sobre todo, paseos callejeros en los que siempre puede comenzar una historia que alguna vez será vuelta a contar e incluida en esta cadena o rosario de amores. De Santiago a Calama, de Lima a Buenos Aires, Bésame de nuevo... es un libro de viajes. Pero lo más atrapante es el tiempo en que están relatados. En la lengua de Lemebel abundan las frases tamizadas por gerundios e infinitivos, que son marcas de agua que hacen de las crónicas un limbo donde los recuerdos pugnan por dilatarse y perdurar mientras vuelven a ser evocados, como el degradé, tal vez, de una canción que sigue sonando mientras termina. Es el “canto del gallo que decora estas letras en la caracola de los tiempos”, los veranos que “corrían al borde corazonero de mi errante aventurar” o un chico y el “malecón chalaco flotando en la pericia de su motero conducir”. Despedidas que son siempre un largo adiós, sentido y romántico, que amenaza con durar por siempre: “se fue –dice de uno de sus enamorados– ribeteando el malva violáceo de un nuevo día al campanear los cristales del alba mi roto acontecer”.