El producto fue agregado correctamente
Blog > Poesía > Poetas mexicanas recientes IV
Poesía

Poetas mexicanas recientes IV

Última entrega de la serie curada por Paula Abramo desde México, en la que nos introdujo a un universo de autoras jóvenes cuya poesía potente, decidida y luminosa, por supuesto, la incluye también como autora. Para despedirse: Xitlalitl Rodríguez.

Selección y comentarios Paula Abramo.

 

El deslumbramiento es tal vez una de las consecuencias más inmediatas y ricas que sobrevienen cuando uno se enfrenta al lenguaje con distancia crítica. Una vez que se emprende ese camino, lo que antes se consideraba natural también en otros ámbitos se pone en duda, y empieza a brillar con toda la verdad de su artificio y sus absurdos. La poesía de Xitlálitl Rodríguez juega con estos procesos y se deleita con sus hallazgos. No en vano, sus poemas más recientes están anclados en los problemas de traducción y los fructíferos equívocos del lenguaje.

 

Esto es ya visible desde su segundo libro, Datsun, marcadamente narrativo, y poderoso por la fuerza de las imágenes. En él, un niño llamado con el nombre de un auto, Datsun, quiere convertirse en planta:

a

Datsun (fragmentos)

Yo también hablo de la rafflesia. De la aralia sieboldii oscura, increada, nocturna, de la jenia forsteriana, philodendron scandens, gonmphocarpus fructicosus, evocada, invocada, abocada, diente de león, rumex, acetosella, ñame silvestre, sagitaria, susana de ojos negros, sello de salomón, phytophathora infestans, lepidodendron, saprolegnia (ésta es el moho del pan).

Y sólo vive en los libros de la botánica

A Datsun le gustaban los campos de coca. Las hectáreas de amapolas. El humo del opio y la nieve de rosas blancas, rosas frescas, rosas uvas por la nariz corriendo, por la puertita de debajo de la lengua, por las venas no porque desconocía el arte de las agujetas.

De pronto le dio por usar vestidos. Nada de tubos largos y afeminados, sino carpas de maestra rural. Los que no traen agujetas al costado. los que se despintan en las sábanas. Los de pasadores en el pelo. Los que se ponen de una zancadilla adentro el escote. Los humeantes de sopa. Los de algodón. Los que al desplazarse, dejan algo de tela suspendida en el paso anterior y luego mandan sus hordas a las rodillas. Para marcharse, Datsun los usaba.

(...)

La colonia era de esas redondas que tienen calles sin autos y sin bocas de tormenta para que los confundidos pasen. Lo único luminoso que había en ella era un hospital con escaparates. Datsun pasó enfrente y se detuvo para observar el cuadro de camillas y persianas, con sus bases de aluminio y sus sonidos fáciles. Una anciana con atributos humanos indispensables: una mano, un pie, un dedo con olor a alcanfor, era la oferta. Anunciaba un gran insumo al consumidor de sí mismo.

Datsun entró.

Todo depende del tipo de planta en el que esté interesado en convertirse, dijo una voz combatiente ante la indecisión de la compra.

En una urraca, no.

Las urracas no son plantas. Me llamo Cloris –intentó disimular el chillido que tienen los pájaros sobrevaluados por la literatura–. ¿Puedo ayudarte en algo?

Pues no sé... algo pequeño... verá usted, sólo tengo una maceta de unos cuarenta centímetros de diámetro y otro tanto de altura.

¿De sol o de sombra?

Vivo en una ciudad jorobada, opacada por algo de arriba.

Partículas de metal, partículas de dióxido de carbono, bolitas de polietileno...

Vive aquí mismo. Una de sombra perenne le vendrá bien. El invierno es confortable con un centenar de hojas a cuestas. Aunque, para fines de hacer válida la póliza de garantía (Datsun desconocía el significado de esas palabras), debo aclarar que nadie ha logrado convertirse en planta por completo. Sólo un hombre en su lecho aseguró haberse visto en el espejo convertido en un camote. Su piel era rancia y estaba agrietada por albergar al gusano que le comió los riñones. Días antes de su muerte se intuía el aspecto verdoso en sus vísceras, aunque su dermis lo ocultara con las llagas más voraces. Pero él lo sabía, yo lo sabía. Dijo que apenas y llegó a la raíz, pero estoy segura que, por dentro, el musgo cubría sus órganos. Casi lo logra. Yo en cambio, carezco de pigmentos en la carne porque soy banal y porque soy urraca. En algún momento mis ínfulas de manzana se convirtieron en largas plumas blancas que antecedieron a las negras. De noche voy por la calle cantando horrible para despertar a los tibios cachorros que tiritan bajo sus sábanas, y que repasan con mi aullido sus lecciones del día. Yo soy una urraca. Él es un camote. La anciana del aparador es un arándano.

Nos están viendo desde afuera, dijo Datsun.

Están confundidos.

a

***

a

Si en sus siguientes libros Xitlálitl se aleja un poco de este tono narrativo, no abandona, sin embargo, el gusto por la imagen y por ciertos personajes: los animales, los gatos, los tiburones, y una cierta ternura que no contradice esa sensación de fascinación, libertad y sorpresa ante el descubrimiento de las trampas del lenguaje, sino que la recalca. Dejo aquí dos poemas de su libro Catnip, escritos también en prosa, como la mayor parte de los poemas de esta autora.

a

El arenero de la Infanta Sinalefa (fragmentos)

Los gatos somos como una puerta desvencijada: no permitimos el paso pero sí atisbar la luz. Somos una especie de ventana hacia el claro, aunque nunca estamos dentro. El Ser-ahí es un perrito y va al claro a orinar y a olisquear descuidadamente, como todos los cachorros. Va a revolcarse en el pasto fresco con la lengua relajada en el hocico. Nosotros lo cuidamos. Vigilamos que vuelva a casa: las noches en el claro pueden producir pesadillas o ideas confusas sobre una merienda caliente.

Una vez agotadas la argumentación, la oralidad, la retórica y la tensión muscular que hacen al cachorro correr en círculos, persiguiendo su propia cola, nos

acercamos, le lamemos la nariz, acurrucamos nuestro pelaje de invierno contra su cara, hacemos una travesura o dos, como sacar al pez de su pecera, o rasgar una cortina; y así logramos traer de regreso a nuestra anónima, anímica propiedad.

Aunque no sigo la luz, he muerto y lo contrario varias veces. Los sueños son un largo cabo suelto, un nido de leche agria que revuelca la lengua sobre sí misma y así mata. Soy un gato de tres pies o una mesa surrealista. Un gato de bigotes atrofiados (fado oscuro e inagotable). La belleza convulsiva no es más que un camión de pasajeros rodando sobre mi pasta trasera. La Marquesa es un travesti que salió por cigarros y un paquetito de Whiskas a las 5:17. Aunque no la sigo, he muerto y lo contrario. Muero en su casa abierta donde a luz tira en todas direcciones. Lo contrario es seguirla y atraparla. Nunca hay suficiente fiereza. La luz no teme. No hay un frasco satisfactoriamente peligroso para contenerla. Los gatos, sí, los gatos desnudos la seguimos y atrapamos rayos láser como a moscas. Al diablo con mi disfraz de animalia. Al diablo con mi cojín de angora. Somos tan rápidos como el estornudo de un planeta, sentimos la arcada de la galaxia. La luz es nuestra presa, la hemos visto y la tenemos en la mira. Ella lo sabe. Pasa chirriando como una rata jugosa, como un faisán en la configuración más nítida del hambre. Duele no alcanzarla, duele saber que sigue ahí, detrás de la ventana, sobre el sillón o en la cima del refri madurando vegetales, alimentando cloroplastos como a pollos, acedando mis croquetas. Alguien tiene que pagar por esto, yo ya he pagado ocho veces. Vendrá una más y tal vez llegue la muerte como un gatito a acurrucarse y no como el dragón furioso que me revienta en las azoteas durante el invierno. Sé que no hay salida y no pienso voltear atrás. Voltear es de hombres y yo soy un gato. Los hombres son injustos con los gatos porque la curiosidad mató a Orfeo. Sé que moriré una vez más. Sin contrario. Pero hoy, Nepeta Catarea, has perdido.

a

***

a

En su libro más reciente, Apache y otros poemas de vehículos autoimpulsados, las imágenes de la ciudad aparecen bajo una luz nueva, como de calle recién llovida y descubierta, en una sucesión que acompaña el viaje de vehículos diversos: desde triciclos marca Apache hasta borricos en jaripeo. Me parece de una inteligencia deliciosa esa forma en que se recurre al lirismo sin caer en convencionalismos de ninguna especie. Dejo aquí dos poemas de ese libro, y anuncio desde ya el siguiente, Jaws, que Rodríguez trabaja actualmente, donde el tema del lenguaje se aborda de una manera aún más frontal, a través de la metáfora del agua y lo fluido.

a

Bicicleta

La tarde es el interior de una cuchara.

Por dentro

la curvatura del movimiento

se eriza sobre un riel y dos llantas,

el zanco en espiral del equilibrio.

Este vestido en que ando

es un derrame de camino

raya ausente raya blanca

sobre el asfalto

La tela crece

se esponja con el pedaleo

de inhalaciones huecas.

Todo es ondulación y retorno,

y entiendo que el horizonte

no es más que metro y medio de poliéster a la redonda.

Andar en bici con vestido

no es hacer silbar las banquetas

con doce centímetros forrados de charol.

La bici con vestido

anda en los espejos

de una ciudad acantilada

memorizando, sobre mí,

la resonancia de una estación perenne.

a

Burro

Un cuajo para la panela

indispensable

al sol durante varios días

hervir enfriar colar

la leche

la sangre

no recuerdo el resto

sólo que era importante

cuidar al burrito de enfrente

no darle alfalfa (es cosa de caballos)

pero echarle un ojo

Hasta acá los gritos: ¡Puertas, señores!

Todo el corral era jinetes

jinetes gallos, jinetes pollos, jinetes patos

sobre burro

Bajo al lienzo. Primer pial. Fallo.

Segundo pial. Fallo mejor.

Tercer pial, ya saben lo que sigue.

Maltrato animal

la soga de mi abuelo

esto es un trato

sin espuelas

sin silla

a pelo

Primer reparo. Me le quedo.

Segundo reparo. Me le quedo.

Tercer reparo, ya saben lo que sigue:

caigo de boca al piso

caliente de la Costa Sur, mi Costa Azul

Y el corcel ditirámbico

ese Equus africanus

en peligro de extinción porque ya todos pueden pagar

vehículos alazanes

recibe aplausos

La panela

como pasa generalmente

cuando no se tiene práctica

se cortó.

a

***

a

Xitlálitl Rodríguez nació en Guadalajara, Jalisco, en 1982. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara y actualmente radica en la Ciudad de México. Es autora de los poemarios Polvo lugar (La Zonámbula, 2007), Datsun (Punto de partida, UNAM, 2009), Catnip (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012), y Apache y otros poemas de vehículos autoimpulsados (Ediciones Mono, 2013).

a

Notas relacionadas

Poetas mexicanas recientes, serie completa.

Levemente ondulado, poesía uruguaya reciente.

Pesadillas identitarias, poesía chilena reciente.

Artículos relacionados

Martes 29 de marzo de 2016
Teatro de la traducción

William Butler Yeats en la primera entrega del escritor, profesor y editor Matías Moscardi, desde Mar del Plata. Compartirá con nosotros sus versiones de distintos poemas maravillosos, así como los apuntes críticos sobre esta práctica. "Para un traductor, la rima es, como en el poema, la muerte", dirá.

Nueva curaduría de poesía

Martes 29 de marzo de 2016
Traducir es asumir el error
Última entrega de la curaduría de Matías Moscardi, con su versión de un poema del objetivista más joven y más longevo de todos: "Hay una belleza en aquello que adviene como error tipográfico: es la belleza de lo impenetrable".
Curaduría de poesía
Martes 29 de marzo de 2016
La desesperación del traductor

Apuntes críticos sobre la práctica de la traducción poética a cargo de Matías Moscardi, autor de libros como Las cosas y Bruma. En esta entrega de su curaduría, Denise Levertov le hace exclamar: "Traducir es desesperante".  

Denise Levertov

Martes 29 de marzo de 2016
El traductor invisible

Otra entrega de la serie de poesía y traducción a cargo de Matías Moscardi: uno del poeta estadounidense, de quien versionó completo Paterson V (Luz Mala editores).

William Carlos Williams

Lunes 25 de abril de 2016
"El poeta es un fingidor"

Bilingüe e ilustrado maravillosamente por Adolfo Serra, Nórdica libros publica Un disfraz equivocado, que reúne distintas voces del gran poeta portugués, con selección y prólogo de Martín López-Vega.

Antología de poemas de Pessoa

Miércoles 27 de abril de 2016
Cuatro poetas mexicanos

Hoy arranca el mes de poesía a cargo de Soledad Castresana, autora de libros tan potentes como Carneada Selección natural. En diálogo con la curaduría de Paula Abramo, completa el panorama mexicano. Primera entrega: Luis Felipe Fabre.

Nueva curaduría
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar