Que nadie se quede sin qué leer
Bandeja de entrada
Miércoles 18 de octubre de 2017
Algunas de las últimas adquisiciones de la librería, con las que se encontrarían en la mesa de entrada si la visitasen. Delivery digital de novedades que te esperan en carne y hueso (bueno, en papel y tinta) en Honduras 5582, Palermo, Buenos Aires, Argentina, Planeta Tierra.
No tener qué leer es peor que no tener mayonesa, si te gusta la mayonesa, cuando comés hamburguesas -si te gustan las hamburguesas, claro. Nadie en esta galaxia debería quedarse sin hamburguesas, sin mayonesa ni sin libros -si le gustan además los libros, claro.
Acá van algunas de las últimas adquisiciones de la librería, con las que se encontrarían en la mesa de entrada si la visitasen. Delivery digital de novedades para que ninguno de los que gusta de leer se quede sin. Te esperan en carne y hueso (bueno, en papel y tinta) en Honduras 5582, Palermo, Buenos Aires, Argentina, Planeta Tierra.
Arde corazón y otros relatos
J. M. Le Clézio
Adriana Hidalgo
Arde corazón reúne siete relatos en los que el Premio Nobel de Literatura Jean-Marie Gustave Le Clézio cuenta con pulso firme las historias de vida de mujeres a la vez intensas y delicadas, bajo el signo de la pasión y la lucha. Son mujeres de distintas edades, épocas, lugares y clases sociales, cuyas vidas están marcadas alternativamente por la aventura, el heroísmo o el padecimiento de la violencia.
“Había en esas habitaciones de hotel, ya suntuosas, ya sórdidas, algo a la vez magnífico y patético, como el reflejo exagerado de la vida. La aventura que nada detenía, el ardor del amor que ya no existe, el borrado de los rostros, un retiro continuo del mundo, una exquisita amargura. Ahora, en esta habitación del hotel de Almuñécar cuyo nombre casi había inventado, y que le estaba destinado desde el comienzo, rememoraba lo que había conocido, lo que había vivido. Lo que amaba por sobre todo era el zambullirse, al pie de las escaleras, pasada la esclusa, en el tumulto de las ciudades. Eran todas diferentes y sin embargo tan parecidas (el ruido de coches a caballo en Mérida, la multitud en Constantinopla, el rugido de Tokio). Para no perderse, disponía sobre las mesas los mismos libros abiertos. Cada día daba vuelta una página...” (Fragmento del relato “Hotel de la Soledad”).
Un mensaje sin código
Roland Barthes
Godot
Innumerables son los relatos que hay en el mundo. Existe, en primer lugar, una variedad prodigiosa de géneros, distribuidos a su vez entre sustancias diferentes, como si toda materia le fuera buena al hombre para confiarle sus relatos: el relato puede ser transmitido por el lenguaje articulado, oral o escrito, por la imagen, fija o móvil, por el gesto y por la combinación ordenada de todas esas sustancias; está presente en el mito, la leyenda, la fábula, el cuento, la novela, la epopeya, la historia, la tragedia, el drama, la comedia, la pantomima, el cuadro pintado (piénsese en la Santa Úrsula de Carpaccio), el vitral, el cine, los cómics, las noticias policiales, la conversación. Además, en estas formas casi infinitas, el relato está presente en toda época, en todas partes, en toda sociedad; el relato comienza con la historia misma de la humanidad; no hay ni ha habido jamás en ningún lado un pueblo sin relatos; todas las clases y todos los grupos humanos tienen sus relatos, y muy a menudo hombres de cultura diversa e incluso opuesta los disfrutan por igual: el relato se burla de la buena y de la mala literatura: internacional, transhistórico, transcultural, el relato está ahí, como la vida.
¿Debemos deducir de semejante universalidad que el relato es insignificante? ¿Que al ser tan general no nos queda nada para decir al respecto, salvo describir modestamente algunas de sus variedades, harto particulares, como lo hace a veces la historia literaria? ¿Pero cómo abordar incluso esas variedades, cómo fundamentar nuestro derecho a distinguirlas, a reconocerlas? // Roland Barthes
La verdadera vida
Alain Badiou
Interzona
¿En qué se diferencian los jóvenes de hoy de los de ayer? ¿A qué influencias están sujetos? ¿De qué manera les afecta la tecnología? ¿Qué opciones vitales y políticas tienen? ¿Por qué un filósofo de ochenta años debería ocuparse de estos asuntos y dirigirse directamente a los lectores más jóvenes? Estas preguntas articulan este breve ensayo, escrito con una prosa transparente y pensado para un público muy amplio. Hechizados por la tecnología, los jóvenes se han convertido en presas fáciles de tres alternativas que niegan la vida: el nihilismo, el radicalismo y el conformismo. Filósofo marxista y radical, Badiou no ofrece una vuelta a viejos valores ni la reafirmación de una moral conservadora.
Clase cultural
Martha Rosler
Caja Negra
Desde el colapso en los tempranos años ochenta del régimen de acumulación fordista, es imposible no advertir una amplia transformación en la estructura social, física y demográfica de muchas metrópolis occidentales. La especulación inmobiliaria, la tercerización de la producción industrial y los monopolios de los sectores financiero y tecnológico dejaron como huella ruina y abandono y la conversión de barrios de clase trabajadora y centros industriales en talleres de artistas y áreas de consumo. Mientras todos estos procesos convergen en atractivas formas para producir una apariencia de prosperidad económica, la precarización del trabajo y el desempleo crónico son datos subyacentes pero inequívocos del paisaje urbano contemporáneo.
En este conjunto de ensayos, la artista y crítica Martha Rosler analiza el rol de las artes visuales como activo estratégico instrumentalizado por los gobiernos municipales para la creación de valor inmobiliario y la invención de nuevos patrones de consumo basados en la comodificación de la cultura. Ciclovías, cervecerías artesanales, la promoción de barrios “emergentes”, la proliferación de festivales patrocinados por bancos y fundaciones, el auge de las bienales como estrategia para insertar a una ciudad en el circuito internacional del arte y la construcción de centros culturales resplandecientes son algunas de las figuras recurrentes con las que los planificadores urbanos construyen un “marketing del estilo de vida” y diseñan una ideología de la creatividad al servicio de la gentrificación capitalista. Con un repertorio de referencias variadas, que incluye desde el trabajo teórico de los gurúes del management urbano hasta la disección situacionista del rol de la cultura visual en el capitalismo y la teoría del trabajo inmaterial del postoperaísmo italiano, estos textos proveen la materia prima fundamental para comprender las nuevas formas que adopta la lucha de clases en la ciudad postindustrial, y para poner en cuestión las complicidades de la comunidad artística con los nuevos regímenes de consumo.
Animales
Hebe Uhart
Adriana Hidalgo
“Yo no recuerdo haber insultado invocando a los animales; los han convocado a todos para insultar. ‘Perro’ está en la Ilíada: ‘Ojos de perro’, dicen. ‘El caballo’ le decían a una compañera en sexto grado; ‘Gato’, a las prostis, y ‘Vaca’, a las gordas. Me identifico con Felisberto Hernández, que dice en su cuento ‘Úrsula’: ‘Úrsula era gorda como una vaca y a mí me gustaba que fuera así’. Se necesita valentía en el Río de la Plata para decir eso. ‘Lengua de víbora’ es otro insulto; ‘Buitre’, también. El tigre, el león y la oveja tienen buena prensa. Me gustan mucho los dichos camperos de la provincia de Buenos Aires, en los que cada situación, habilidad o deficiencia es ilustrada con un animal. Para la monotonía: ‘Siempre igual, como cara de oveja’. Para la formalidad: ‘Formal, como burro en corral’. Para la desconfianza: ‘Más desconfiao que caballo tuerto’. Para el que habla de algo que desconoce: ‘Qué sabe el burro ‘e confites, si nunca fue confitero’. Para la gente que saluda a todo el mundo en los pueblos: ‘Saludador como tero’ (el tero hace un movimiento de cabeza). Mi papá contaba que los viejos vascos del campo tenían apodos de animales: ‘Cebruno’, ‘Overo’, ‘Malacara’.” Fragmento de “Mi historia con los animales”, incluido en este libro.
“Hebe Uhart se ha definido como una persona que mira, y cuando dice ‘mira’ quiere decir ‘escucha’. Quiere decir que los relatos de la veintena de libros publicados desde 1962 hasta la fecha siguen una línea que no se guía por el impacto de los acontecimientos, sino por el deseo de captar el detalle, almacenar en la memoria el microcosmos contemplado y, recién entonces, traer las historias de vuelta como si estuvieran ocurriendo ahora en este mundo y el lector las escuchara en tiempo real.” Palabras de los escritores César Aira y Martín Kohan –Argentina–, Alejandra Costamagna –Chile– y Jorge Volpi –México–, integrantes del jurado que otorgó a Hebe Uhart el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2017, máximo reconocimiento a la trayectoria literaria que otorga el Estado de Chile, y uno de los mayores galardones de la lengua castellana.