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La tensión está en los bordes /1

Carlos Busqued, Iosi Havilio y Hernán Ronsino participaron de una charla abierta dentro del ciclo de los Martes de Eterna Cadencia.

Por P.Z. Fotos: P.

[Primera parte]

busqued, havilio, ronsino

Tres de los escritores más importantes de la generación -aunque generación fue un término que se puso en cuestión- participaron el martes pasado de una charla abierta en la librería, dentro del ciclo de los Martes de Eterna Cadencia. Carlos Busqued es autor de la novela Bajo este sol tremendo, Iosi Havilio de Opendoor, Hernán Ronsino de La descomposición y Glaxo. Hemos hablado mucho de cada una de estas novelas y hemos hablado también con los autores. Pero es la primera vez que tenemos la oportunidad de reunir a los tres escritores. Busqued, Havilio y Ronsino, se la jugaron. Sin perder el humor, se tomaron la charla en serio: no le escaparon a ninguna pregunta, respondieron siempre con honestidad y profundidad, algo que agradecemos quienes estuvimos presentes.

Durante la presentación del encuentro dije que me parecía que los tres compartían una zona de interés. Entonces Hernán Ronsino fue el primero en tomar la palabra para discutir esta afirmación y así comenzó la charla.

Ronsino: Pensaba que mis novelas se diferencian de las de ellos pensándolas en términos de un territorio anclado. Las historias suceden en ese ámbito, en esa porción de tierra. En Busqued y Havilio está la presencia del viaje. Un devenir y un estado de deriva que se traduce en la estética y en la forma de narrar. Creo que en La descomposición hay abandono, pero la tierra es un espacio que articula el relato. En ese sentido marcaba las diferencias.

Tal vez la diferencia pase por la línea argumental, pero yo encuentro que se emparentan en la violencia subterránea y en que cada una tiene declaración política en las tres novelas, además de similitudes en el lenguaje despojado que narra una historia despojada. Pero, para no acentuar una discusión de matices, los invito a que nos cuenten la intencionalidad política que tienen sus obras.

Busqued: Yo quería contar lo que estaba en mi cabeza. Hay pedazos de política en cuanto a hablar de ciertas cosas que hacen a las organizaciones. En una nota que me hicieron para Crítica, me decían que si bien en el blog puteo contra la policía, en la novela no están esas opiniones. No están explícitas, pero, por ejemplo, el hecho de que haya una persona secuestrada y que a dos canas lo único que se les ocurra es pedirles cachorros de perro al secuestrador... Bueno, esa es mi opinión sobre la cana. La conducta de cada personaje es mi opinión sobre cómo actúa todo el mundo. Esa es mi opinión política. Hay una mención a lo que se conoce como pasado reciente, pero como un vínculo a ver cómo eso sigue haciendo mierda a la gente, cómo no pasó livianamente, cómo sigue estando podrido en algún lugar, sigue vigente y tiene consecuencias en la vida de las personas.

 

Havilio: En mi caso, la novela definitivamente no tiene intencionalidad política. No creo que las novelas tengan intencionalidad política. Lo que sí puede haber es un hecho narrativo. No leí la novela de Carlos, sí leí La descomposición de Ronsino que efectivamente traduce alguna problemática política. Para mí, en una novela, donde está en juego lo político es en lo ficccional. En el caso de Opendoor este psiquiátrico de 500 hectáreas ideado a fin del siglo XIX, que transcurre a lo largo de cien años de historia argentina, que contiene la locura de armar el psiquiátrico más grande del mundo con todo lo que eso implica a nivel asistencial y ese tratamiento novedoso. La utopía y el deterioro de esa utopía es un hecho político. Lo mismo, se me ocurre, en el caso de la novela de Hernán, que tiene que ver con la red ferroviaria y el ideario de poder conectar, de federalizar a la Argentina. Pero, intencionalidad no. La lectura de la política que uno puede hacer es bastante limitada. Yo puedo ver la situación de la ficción y el hecho narrativo.

Busqued: Como un aporte de lo que dice Iosi, efectivamente yo creo que si empezás un trabajo narrativo con una intencionalidad política –“voy a reflejar esto”–, empezás a cagarla. Primero tiene que funcionar en sí misma: todas las interpretaciones vienen después.

Havilio: Se pierde el placer del texto.

Ronsino: Igualmente en el hecho narrativo hay una intencionalidad política en sí misma. Habría que hacer una diferencia entre el panfleto, pero en todo discurso hay una intencionalidad en un sentido político. Siempre. Si nos ponemos a escribir, si hacemos literatura estamos representando algo, estamos construyendo algo y eso en sí mismo ya es una intención política. Después hay otro tipo de literatura, ese realismo que quería traducir determinados ideales que pierde la posibilidad de la armazón literaria.

Havilio: Escribir una novela que van a leer con suerte 2000 personas a lo largo de cinco años es un hecho político. Tiene mucho valor político.

Ronsino: Piquito de oro, la última novela de Gustavo Ferreira, tiene dos partes: en una parte narra Piquito de Oro que es un estudiante de sociología en 2002 y en ese año nefasto trata de conseguir trabajo de sociólogo, en la otra parte se narra el asesinato de un arquitecto. Hay una reflexión de Piquito de Oro sobre Kostecki y Santillán que me parece notable. Ferreira se pregunta, frente a los pasos de Santillán que regresa ante su amigo caído en la estación Avellaneda, qué es lo que está regresando. Qué regresa con Santillán cuando vuelve a auxiliar a su amigo. Me parece que ahí se está fundando algo que nos involucra a quienes estamos escribiendo post crisis de 2001 y que tiene que ver con la cuestión política. Está regresando algo que se empieza a cuestionar y que fue fundado a partir del Golpe y todo lo que sabemos, pero cuando nos ponemos a escribir estamos escribiendo en ese contexto.

Busqued: Estoy de acuerdo, pero yo lo decía pensando en cuando querés tirar un mensaje político. Hace un tiempo había visto Los traidores de Raymundo Gleiser: es una garompa de película. Podés coincidir ideológicamente, pero verla te da vergüenza ajena. Me parece otra cosa lo que leí sobre la discusión por el periódico Noticias de los Montoneros: alguien había dicho –o estaba en algún lado– que era un periódico que tenía que bajar línea, pero antes que nada tenía que vender. Es decir, tenía que ser elegido por la gente. A eso voy: tenés que ser interesante y si colgás tu mensaje de manera inteligente está bien. Pero lo primero es construir una máquina que funcione.

Ronsino: Para mí eso es política.

Busqued: Está bien. Por ahí pienso en política como la literatura más militante.

Hernán: Claro, por eso hice la diferencia con el panfleto.

Havilio: Cuando uno quiere definir una novela políticamente o busca una intencionalidad, lo que está haciendo es disminuirla. Amordaza la ficción. Lo mismo si se la intenta definir estéticamente: literatura del yo, del él, del tú. ¡Yo que sé! Decir que una novela tiene lineamiento político y que lo puedo definir precisamente es triste.

Me robaste la pregunta, porque cuando dijiste que no se la puede definir políticamente te iba a repreguntar desde dónde la podríamos definir.

Havilio: Es que hoy podés definir casi todo; está bueno que haya algo como una novelita chiquita que no puedas definir. Todo es bastante definible, hay parámetros en todos los sentidos, que no puedas definir una novela no le hace mal a nadie.

Busqued: En última instancia, la definición es que está buena o está mala. El resto son cosas más finas y tiene que ver con cuántos elementos formales de análisis tenés o cuántos años de Letras hiciste. En función de eso podés escribir 68 páginas de nada. [Risas] Creo que todo se reduce a si está buena o mala.

Havilio: Conecto con la famosa literatura del yo. Eso cagó muchas novelas. Esa definición, esa pretensión de definir y agrupar. Hay buenas novelas que fueron embolsadas con ese rótulo. Había otras que sí lo merecían, pero hay muchas que tuvieron mala suerte.

Ronsino: Pero ahí estás metiendo a otro sujeto, que sería el crítico: el que construye esa idea de literatura del yo.

Havilio: Crítico y no tanto. Es una ida y vuelta entre el crítico, la Academia, el librero, el editor, el periodista, el escritor mismo. Te preguntan “¿tenés algo?”, “y tengo una literatura del yo”. [Risas]

*

¿Se sienten parte de una generación? ¿Y así fuera, la comparten entre sí?

Havilio: Viendo a mis hijos, lamentablemente sí me siento de una generación. De una generación perdida. [Risas]

Busqued: Yo tengo muy poca integración casi en todos los niveles.

Havilio: Yo no creo que haya una generación. Hay escritores que nacieron en una época.

Busqued: Tal vez dentro de quince años se pueda hablar de que esta fue la generación de no sé qué.

Ronsino: Yo creo que sí hay. Una generación marcada por fuertes marcas del horror, la violencia, el desamparo. Eso aparece en los textos de los tres: la violencia, el desamparo, cierto estado de angustia. En algún punto es difícil hablar de generación, pero tenemos ciertas cosas que nos han marcado. Hay cosas que compartimos.

Busqued: Cuando yo decía generación de escritores me imaginaba a personas marchando codo a codo en pos de un objetivo común.

Ronsino: Las palabras tienen muchos sentidos. Pero somos de la misma generación.

¿Se comparte una visión en la literatura que hoy se publica?

Havilio: La visión de conseguir un pasaje a Frankfurt. [Risas]

Busqued: ¿Cómo está eso? A ver si puedo sacar algún dato útil. [Risas] Porque estaría bueno clavarse un par de desayunos gratis en Frankfurt. ¿Estamos lejos?

Havilio: Hay una pomada que se nos escapa. Yo sí creo que hay una generación de editores; tal vez la mayoría tienen más de 35. En la última década hay un movimiento editorial importantísimo, esencial. La generación de editores que distingo son de editoriales independientes que surgen a partir de la primera década de este siglo. No necesariamente tuviste que publicar en alguna de ellas, pero sin duda se desarrolló como un movimiento para poder acceder a que tu libro se publicase. En la década del ‘90 estaba todo clausurado en términos de acceso a publicaciones, entonces eso va a redundar claramente en la escritura misma. Si yo veo mi primer libre publicado o publicable, ahí sí hay una hecho claramente político. Pero eso no quiere decir que los escritores tienen que participar. Desde ahí se hace política: creando editoriales.

Es muy interesante lo que decís porque la idea que fluye es que la libertad de los blogs, los encuentros en lecturas, entrevistas, mesas, era lo que permitía que hubiese una renovación del lado de los escritores y vos la situás desde el lado de los editores. Interesante para analizar, nuevamente tiene que ver con el poder. ¿Carlos, Hernán, ustedes comparten esta visión de Iosi?

Busqued: Lo poco que conozco del mercado editorial es que es un lugar muy difícil. Pero podría decir que hay una establecimiento de editoriales y gente. Yo tengo la idea de que todo es un poco inútil a esta altura. No sé qué otra cosa decirte. Y sin embargo se ve que hay un montón de gente con ganas: eso no lo alcanzo a entender. Hay una generosidad de tipos que se ponen a laburar para editar a otra gente. Me parece de muy buena voluntad. Yo tengo amigos que a partir de lo de mi novela me han mandado dos o tres novelas para que se las lea y no se las he leído. ¡Y son mis amigos! Me imagino al tipo que está leyendo, que encima no va a ganar guita. Es un esfuerzo y una generosidad muy grande. No lo alcanzo a entender. Pero efectivamente es una cosa que existe.

Havilio: Qué hacías con una novela en el ‘98. ¿Qué hacías con una novela en esa época? ¡No hacías nada!

Ronsino: Además están los espacios de lectura diseminados por todos lados. Son espacios de encuentro muy interesantes donde se gestiona, se hacen actividades donde se encuentra gente de palos distintos.

Busqued: Ahí interviene el fenómeno del levante, de tratar de levantarse a las chicas [Risas]

¿Cómo se sienten con la exposición?

Busqued: Es muy extraño. Aclaro que por la baja intensidad de la exposición te da vergüenza de decir “estoy expuesto”. [Risas] No tengo reflectores atormentándome todo el tiempo. Lo que me pasó a mí fue muy fuerte, sobre todo porque no tuve un reconocimiento, no tuve un crecimiento. Surgió de repente cuando mandé la novela. Eso fue tremendo porque –puede ser un poco terrible– nunca en la vida me pasó estar contento de algo que hice. Nunca sentí una satisfacción casi de nada y de repente fue como la primera cosa que hice obedeciéndome sólo a mí mismo. Darte cuenta de que las cosas que hiciste sin escuchar sugerencias de nadie funcionan fue muy fuerte. Después, sí, te da un poco de vergüenza cuando leés las cosas que contestaste. “Se van a dar cuenta que soy un gil”. [Risas] Pero está bueno que te conviden cosas, yo estoy contento con eso. Que me inviten más. Que haya canjes. [Risas] Eso estaría muy bien, sería muy bienvenidas.

Havilio: Adhiero.

Ronsino: Esta vez estoy completamente de acuerdo. Hay un proceso muy interesante de empezar a adaptarse a ese mundo y seguir al mismo tiempo escribiendo. No se termina todo en ese libro que acaba de salir.

Busqued: Sí, acomodarse y volver. ¿Ustedes han vuelto a escribir?

Havilio y Ronsino: Sí.

Busqued: Ah, qué bien... [Risas] Sí, es un perno. Yo tengo un pizarrón donde anoto cosas y van cambiando. De a poco se va poniendo más concreto, pero es una nebulosa muy difusa. No me puedo poner a escribir todavía. Hace poco, generosamente, la gente de la revista Otra parte me pidió una notita sobre televisión y todo lo que escribía me daba vergüenza. ¡Y Dios sabe que si hay algo que sé hacer es ver televisión! [Risas] Es muy raro recibir el feedback de afuera. Me cuesta mucho eso. Como si hubiera que cumplir alguna expectativa, es matador. Supongo que en algún momento saldrá, tengo necesidad de hacerlo, pero es muy difícil.

Ronsino: Después de La descomposición saqué Glaxo y ahora estoy trabajando en otra. Pero es todo un trabajo y un tiempo de adaptación y paciencia. Estoy convencido de que las historias tienen un tiempo que hay que respetar y que también uno tiene que respetar las ganas de querer escribir. Escribir forzado y sin ganas no tiene mucho sentido. Pero es todo un trabajo extra escribir una novela.

Havilio: Yo sí he vuelto a escribir y con ritmo. Si todo sale bien se publicará este año. Es cierto lo de la expectativa: “qué les mando ahora”. Tampoco es que haya tanta expectativa, pero un poquito se arma. Me embarré mucho. Ahora retomo, ahora estoy escribiendo una segunda parte de la primera novela, pero en los cuatro años estuve trabajando en algo muy distinto.

Iosi, vos das taller. ¿Qué ponés en juego cuando escribís y cuando das un taller?

Havilio: Es difícil lo de los talleres. Yo no doy un taller grupal, trabajo tet-a-tet más como seguimiento. Porque en el taller se pone mucho en juego, hay que saber armarlo, manejar las susceptibilidades, caretear un poco. En el cara a cara es distinto: trabajás con alguien, lo mirás a los ojos, el sinceramiento es fácil, trabajás francamente. Se pone en juego tratar de ver qué reglas propone la escritura del otro, ese mundo que está haciendo y tratar de tirar de los hilos para que se dé cuenta. Digamos que utilizo la mayéutica.

Ronsino: Yo hice el taller con Juan Martini cuando terminé mi primer libro de relatos. Fui con todos los cuentos escritos y los revisamos. Era la primera vez que había terminado algo, necesitaba una devolución. Además Martini es un autor que siempre me interesó. Era una voz demasiado valiosa. Esa fue la única experiencia. Después di talleres en Buenos Aires y en Chivilcoy, tres años. Empecé a darlo pensando que todos podían escribir y fomentaba que todos podían, que todos tienen algo para decir. Pero después de tres años me di cuenta de que no todos tienen algo para contar. Por lo tanto dejé de dar talleres.

Busqued: Yo hice la experiencia como tallerista. No lo percibí, pero en general se comenta con cierta vergüenza. Hice un taller que me ayudó mucho en la Tecnológica. Un taller literario que daba Sergio Manzur, que ahora también es ingeniero. Me ayudó porque fue el primer intento de empezar a pensar en darle un orden a las cosas. Después hice dos meses un taller acá –no voy a decir con quién– por una cuestión de leer blogs y ver quiénes eran los que estaban dando vueltas, qué estaba pasando. No fue una súper experiencia.

Havilio: Decí con quién lo hiciste.

Busqued: No lo voy a decir porque han sido todos muy amables... Son toda gente con la que me palmeo y me sonrío. [Risas] Pero fue muy frustrante. Pero yo ya estaba subido a algo y necesitaba un orden.

¿Qué clase de orden?

Busqued: Estaba desesperado por no poder ordenar lo que tenía escrito. Fui escribiendo la novela de a pedazos, muy fragmentada. Me costaba encontrar una unidad, encontrar un tono. Sigo creyendo que es algo que sí o sí lo vas a encontrar vos sólo, pero en ese momento pensaba “quién tiene el truco del orden”.

Havilio: Yo creo que esos talleres sin pretensiones como el que hiciste en la Tecnológica son los talleres posta. Yo fui a un taller a los quince que para mí fue muy formativo que tenía eso, era muy heterogéneo: pendejos, no tanto, gente grande, cuentos más tradicionales; yo escribía cuentos rusos -como traducidos del ruso- y para mí eso era muy formativo. En cambio hay mucho taller de vedettes que pueden ser más jodidos de encontrarle un sentido.

Busqued: Vuelvo a los talleres más chicos, sin pretensiones: también hay una gran generosidad en la gente que se pone las pilas para darlo.

Havilio: Que te lean, que te hagan devoluciones.

Busqued: ¡Sí! Quisiera dejar por sentado un reconocimiento a la paciencia de esa gente y la generosidad.

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