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Mudar de piel

Lejos de su personaje Gaby Bex, Gabriela Bejerman acaba de publicar sus cuentos en el volumen Heroína (Mansalva) y el sábado debuta como directora teatral con Campo cascada, basada en la ficción de Jane Bowles que tradujo en Juego de damas (Eterna Cadencia, 2012).

Por Cecilia Boullosa.

gaby Foto: Sebastián Freire.

Gabriela Bejerman ama a los gatos – el suyo se llama Felipe y ella a veces le dice Philip-, toma té de raspberry y le pide amablemente a la gente que se saque los zapatos cuando entra a su casa. “Es por la alfombra”, aclara. Por estos días, Bejerman está mudando de traje: colgó el que la identificaba con el personaje de Gaby Bex y está a punto de calzarse uno nuevo: el de directora teatral. Este sábado estrena en El excéntrico de la 18 una obra basada en los cuentos de Jane Bowles que tradujo en 2012 para Eterna Cadencia Editora. No es una mudanza inocua: al momento de la entrevista hace cuatro días que lidia con una gripe. ¿Los nervios del debut? ¿Los costos derivados de ser camaleónica? “Nunca quise sacrificar una cosa para hacer otra. Me gusta cambiar”.

El estreno de la obra coincide con el lanzamiento de Heroína, el volumen de Mansalva que reúne casi toda su ficción breve y registra su crecimiento como narradora: los primeros cuentos en el orden del libro –"Espejismos", "Mi amigo Carlitos", "Cuando te quedes sin nafta"- son los últimos que escribió y los últimos –"Morfan dos", "Una monja modelo"- más aireanos, más juguetones, tienen más de diez años. El final es un cuento de porno lésbico hardcore que a Bejerman –aunque no parezca algo posible- le da vergüenza leer en público. El hilo que los atraviesa a todos tiene retazos de humor, de sensibilidad y una manera maravillada de ver el mundo y la naturaleza: el mar, los animales, el delta del Tigre, las plantas (“Las plantas me hablaban, el cielo era pura generosidad, la luz sonreía como si me estuviera saludando”).

-¿Por qué el teatro ahora? ¿Por qué Jane Bowles?

-Me había cansado de cantar y de ser Gaby Bex. Y había otras cosas que quería hacer, hice los talleres de biodrama con Vivi Tellas en 2011, era algo que quería probar. Por otro lado siempre me gustó Jane Bowles, desde que la leí a los 20 me hice fan, es como un homenaje. Tomé sus mujeres locas, atormentadas y divertidas, conflictuadas y la tomé a ella como personaje: uno de los cinco personajes de Campo Cascada es una escritora que no puede terminar un libro. Una de las preguntas que atraviesa la obra es: ¿la búsqueda de la felicidad o el encanto de complicarse la vida? En la obra aparecen todas dificultades, todas imposibilidades, no poder escribir, no poder amar, no poder ser amada, no poder salir al mundo.

-¿Y el final es feliz?

-Es una comedia. Pero en el fondo no es gracioso lo que pasa.

-¿Cómo es la experiencia de dirigir teatro respecto a todo lo anterior que habías hecho?

-Pensé que iba a ser solamente divertido, pero fue difícil. Muchos cambios en el elenco...Me di cuenta cuánto cuesta transmitir con palabras la sensación de un clima o de un tono o de una actitud, es una sensación un poco difusa y muy difícil de transmitir, entonces fui tomando mucho de lo que las actrices proponían y finalmente sí, se acerca a lo que yo quería, pero es distinto.

-¿Y de la música qué es lo que te había aburrido? ¿El personaje?

-Me había aburrido de ser Gaby Bex. Primero empecé a cantar y después encontré el nombre, que me servía para diferenciar el proyecto musical de todo lo demás y de alguna manera enmascararme, cubrir mi privacidad, pero me terminó consumiendo el Gaby Bex, se comió el resto. Tuve que volver a poner en Facebook Gaby Bejerman. Llegué a un lugar increíble con la música, tener una banda. Pero últimamente no estaba componiendo y sentía que era siempre lo mismo. Pasar de estar en el medio del escenario a dirigir es muy diferente. Es correrse a otro lugar.

-Pasando a tu libro, Heroína está compuesto por bloques de cuentos. Los primeros tienen una unidad, un tono, muy diferente al de los que están desde la mitad para atrás.

-Son cuentos de diferentes épocas. "Un buggy no pudo salvarla", "Una monja modelo", "Leche de heroína" son cuentos que escribí en 2002 o 2003, salieron todos en un lapso de dos años. En los primeros, que escribí a partir de 2012, abandoné un poco el tono juguetón, son como una especie de crónicas, narraciones donde el lenguaje no es tan preponderante y el foco está puesto en la narración misma.

-¿Son cuentos más maduros?

-Están escritos diez años después. El orden de los cuentos fue toda una cuestión. ¿Qué hago? Mezclo uno y uno, pongo primero lo primero y después lo que escribí después. Finalmente decidí que quería empezar con los que más me gustaban. En el medio puse una especie de bisagra con “Oh, por favor, dame la mano”, que también es un relato viejo, ni me acordaba que lo había escrito, es muy Jane Bowles. Estoy segura que estaba leyendo Jane Bowles en ese momento, hago esas cosas de pasar del tu al vos. Son dos etapas muy distintas.

-Hebe Uhart aparece en la contratapa del libro y también sobrevuela algunos cuentos, en particular los que tienen que ver con animales. Hay una especie de familiaridad con los cuentos de Hebe, esos en los que hace una observación aguda de animales, como el que escribe sobre su gato o sobre los monos del zoo. ¿Compartís esa referencia?

-Hebe me encanta, no sé si la veo claramente como una influencia, pero debe estar en algún lugar. A mí me encantan los animales, tengo gran amor por los animales. La historia del perro -“Chico (crónica canina)”- fue una de las cosas más terribles que me pasó en la vida. Cuando me puse a escribirlo era para que quedara registrado lo que había pasado, se lo mandé a las otras chicas que me habían ayudado a salvar al perro y a algunos amigos, no es que pensaba en hacerlo público, como sí puede pasarme cuando escribo una novela, que pienso esto es literatura, estoy haciendo algo que voy a mostrar. Esos dos cuentos de animales surgieron a partir de experiencias y de un registro. No sé, igual está bien tu lectura de que puede ser la influencia de Hebe. Lo que creo que ocurre en estos cuentos es un desplazamiento de la mirada: de estar mirándome a mí misma a mirar afuera, a mirar a los animales.

-¿Te dispones de manera diferente para escribir poesía que para escribir narrativa?

-La poesía es algo que está de fondo y por momentos aparece, es un tipo de intensidad, de ráfaga, hay momentos en los que salen dos o tres poemas juntos, cuatro y después hay un poco de sequía. No lo fuerzo mucho. La verdad es que no soy como esos escritores que dicen "bueno, ahora voy a la oficina y escribo las tres oraciones que me corresponden hoy". Sí estoy atenta al deseo de escribir, a un estado propicio. Creo en la lectura como motor, como combustible, como algo que despierta las ganas. La lectura de Felisberto Hernández, por ejemplo, funciona como motor, alguien que te hace sentir que la literatura está ahí al alcance de la mano y ahí donde pongas la mirada vas a convertir cualquier cosa en interesante.

-Hablemos del título. ¿Lo elegiste vos?

-Desde la época de los primeros cuentos siempre había pensado que si armaba un libro el título sería “Leche de heroína”. Yo sabía que a Francisco (Garamona) le gusta intervenir en los títulos así que fui dispuesta a combatir. Pero me dijo Heroína y yo enseguida dije que sí, me pareció que estaba perfecta la propuesta. Yo saqué un libro de poesía en 2012 que se llamó Ubre, entonces él me decía "ubre, leche, basta" y Heroína me pareció bien, me gustan los títulos de una sola palabra, y de heroína me gusta su ambigüedad, su doble acepción. Me parece un título fuerte. Estoy contenta con el libro. Lo que sí le dije es que ni se le ocurriera poner “cuentos reunidos”. Pará, todavía me queda, ¡acabo de cumplir cuarenta!

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