Isabel M. Bustos: "Escribir siempre fue una manera de pensar con más detenimiento"
Sobre su novela, Jeidi
Martes 04 de diciembre de 2018
"Descubrí en la escritura la paz y el placer que da la focalización y por eso me apegué a ella y también a la lectura", dice la narradora que también publicó poesía y aterriza en librerías argentinas con Jeidi. Desde Chile responde algunas preguntas sobre su novela, publicada en Argentina por Blatt & Ríos. "Prefiero escribir novela que cuento y me he vuelto a encantar con la poesía a la que tenía botada tanto en escritura como en lectura".
Por Valeria Tentoni. Foto Carlos Ortega para revista SML.
Después de publicar Los niños, de Carolina Sanín, la editorial argentina Blatt&Ríos volvió a apostar por literatura latinoamericana contemporánea escrita por mujeres con Jeidi, la novela que ubicó definitivamente a Isabel M. Bustos (1977) en el mapa chileno. Centrada en el personaje de una niña huérfana que vive con su abuelo en la punta de un cerro solitario de Villa Prat y habla con los trapos sucios como si de muñecos, dios o amigos imaginarios se tratase, la historia ofrece entre otras cosas una reversión de la escena de aparición del Ángel Gabriel a la Virgen María. Bustos dotó a esta pequeña de algunos acompañantes en la aventura de su inocencia, y el elenco de personajes se completa además con la presencia de un milagro que ocupa tanto espacio como una vida entera. O más. "Entre una escuela católica, excursiones de pesca y radiograbadores, Jeidi va a ser protagonista del último milagro de la Historia. El milagro, que invade como un rumor, revolucionará el pueblo y más allá", promete la contratapa.
Jeidi fue antes un guión cinematográfico, ¿cómo se transformó en novela y por qué?
Jeidi casi fue película, Sebastián Lelio la iba a hacer pero vinieron sus premios y tuvo que tomar otro rumbo, entonces decidí escribirla como novela porque sentía que me había quedado corta en la profundidad que quería alcanzar en los personajes. La novela la escribí sin mirar el guión.
¿Cómo diseñaste a su protagonista, con qué la armaste?
Ángela está inspirada en una vecina mía del campo que tenía su misma edad y que jugaba con la ropa sucia como si fueran personajes. Era una niña muy infantil, un poco demasiado a ojos de sus padres y profesores, según me contaban.
¿Por qué la dotaste, antes que nada, de inocencia?
La doté de inocencia antes que nada porque me conmueve esa característica, probablemente porque la extraño.
¿Por qué decidiste instalar la narración en Villa Prat?
En un principio era en Botalcura, pero parecía broma, la realidad superaba la ficción (en Chile también les decimos curas a los sacerdotes). Villa Prat es un pueblo muy cercano que cumple como el pueblo original elegido, con ser lugares que en esa época era de difícil acceso pese a que están muy cerca de Santiago.
¿Cómo pensaste al grupo de amigos de Jeidi? ¿Qué arquetipos perseguías con ellos?
Ariel y Vicki, ambos y a su manera, protegen a Jeidi de su inocencia y de su soledad. No fue consciente buscar arquetipos, se fue dando por necesidades de Jeidi. Vicki tenía más calle gracias a su prima y su familia más grande y sociable por lo era el cable al mundo de Jeidi. Por su parte, Ariel era un niño mimado por su madre como nunca lo fue la protagonista y es en base a ese cariño quelo rebosaba que él podía contenerla con sólo estar con ella.
La historia de Jeidi es, entre otras cosas, una reversión de episodios narrados en la Biblia. Si la pensamos como libro, ¿podrías contarnos cuál es el origen de tu frecuentación de ese libro, de ese imaginario, y cuál fue tu vínculo con él a través de los años?
Fui a colegios católicos en su mayoría y me crié con ese imaginario y en ese miedo constante a irme al infierno. Como a los doce años me di por vencida y me entregué. Siempre cuestionaba los dogmas como la virginidad y todas esas cosas que nos enseñaron a dar por hecho pero también me maravillaban sobre todo las historias del antiguo testamento. Además como en cada feriado religioso lo único que daban en la tele eran películas de la biblia, me acostumbré al relato de milagros como si fueran de lo más normal, como Sábados Gigantes.
El tema de lo divino y de Dios ya estaba presente en tu libro anterior, de poemas. ¿Por qué dirías que te interpela a la hora de escribir?
Cuando me di cuenta de que uno podía no creer en Dios y que sin religión la vida hay que pensarla de nuevo porque se acaba en serio, me atrapó fuertemente la duda existencial. Por un lado añoraba seguir en la trampa dulce de la fe, pero por el otro, sentía paz de no vivir lo que para mi no era cierto y que me ocasionaba tantas preguntas, incomodidades y desacuerdos.
Trabajás también como publicista y estudiás psicología: ¿cómo alimentan esas dos tareas a tu escritura, si es que lo hacen?
La publicidad te ayuda a desprenderte del amor por las ideas propias, a abortar la guagua, como se dice en tono de humor negro. Tantas veces trabajando se ríen y te ríes de tus ideas, que aprendes por las buenas o las malas a desapegarte y a no quedarte pegado con la primera ocurrencia por más buena que te parezca. La psicología o lo que yo creía saber de psicología al escribir Jeidi, me facilitó la creación de personajes, así también me permitió la observación de las personas reales que me sirvieron de modelo.
¿Cuándo comenzaste a escribir y por qué? ¿Recordás alguna escena fundante?
Comencé a escribir poemas y ficción a lo seis años y siempre tuve diario de vida. A los doce se separaron los papás de mi mejor amiga e inspirada en eso escribí mi primera novela que se leía en mi colegio. A los trece se murió una amiga de mi hermana y para procesar la muerte de alguien tan joven escribí la segunda que nunca publiqué.Escribir siempre fue una manera de pensar con más detenimiento. Descubrí en la escritura la paz y el placer que da la focalización y por eso me apegué a ella y también a la lectura.
¿De qué libros creés que aprendiste a escribir?
Siempre admiré a los escritores que te hacen reír, eran tan pero tan re pocos. Me sorprendió cuando en el colegio leí El Quijote y era tan chistoso, no podía creer que siendo que el ícono de literatura española fuera tan divertido, nos hubieran hecho leer antes puras cosas serias. Wilde, Unamuno, Marcela Paz, Shel Silverstein, Gabriela Mistral, Quino y Bryce Echenique fueron los primeros autores cuyos libros me dieron ganas de haber escrito.
¿Vas a seguir escribiendo? ¿Seguirás por el camino de la novela?
Sí, de todas maneras. Prefiero escribir novela que cuento y me he vuelto a encantar con la poesía a la que tenía botada tanto en escritura como en lectura. El guión es lo que menos me emociona hoy, prefiero asesorar o editarlos pero no me dan ganas de escribir otra película.