Silvina Giaganti: "Yo discuto mucho con mis poemas, y ellos discuten entre sí"
La autora de Tarda en apagarse
Lunes 29 de enero de 2018
Con su libro debut, Tarda en apagarse, encabeza el ranking de ventas de la librería hace semanas: ¿cómo dio vuelta aquello de que la poesía no vende Silvina Giaganti? "Cada uno de estos poemas es un radar de mi pasado, de aspectos de mi biografía, de mis vínculos de pertenencia, de carencias afectivas", le dice a Ivana Romero en esta entrevista.
Por Ivana Romero. Fotos de Lucía Noel.
“Y también pienso/ que escribir/es hablar de amor /cuando se termina”, dice uno de los poemas de Tarda en apagarse. Su autora, Silvina Giaganti, se sienta en la mesa de un bar de San Telmo y dice que sí, que éste es un libro que habla de un amor que se terminó. Y que a partir de esta experiencia, ella volvió a sentir el impulso de pensarse a sí misma a través de la escritura. Aquellas cenizas dejaron rastros en cada verso: ahí se atisban el origen, el deseo, la militancia feminista en las calles. Todos esos universos que Giaganti, explica, logró reunir con forma de primer libro recién ahora, a los 41 años. “Dicen que por eso es un libro tardío. Pero yo creo que la escritura tiene sus propios tiempos. Ahí caben las exploraciones sobre las que pude escribir ahora y no antes. Por ejemplo, la decisión de hablar abiertamente de sexo. O las referencias a las condiciones materiales de existencia: si no tenés resuelto de dónde sacar dinero para vivir, difícilmente puedas pensar en hacer poemas”, agrega la autora.
Nació en Avellaneda en 1976, vive en Monserrat, es hincha de Independiente (“ultra hincha”, aclara) y no tuvo reparos en dedicarle el libro a Cristina, su terapeuta, que además conoce el mundo de la astrología. Editado por Caleta Olivia, Tarda en apagarse se publicó a fines del año pasado y rápidamente se transformó en uno de los libros más vendidos de Eterna Cadencia. No es frecuente que un poemario se transforme en hit pero eso es lo que ha sucedido. Giaganti no sabe por qué ocurrió, aunque tiene algunas intuiciones al respecto. Además, este año publicará un libro de narrativa a través de la editorial Rosa Iceberg.
Hace un rato hablábamos de astrología, alineaciones planetarias, signos zodiacales. Pero lejos de las estrellas, se ha dicho que tus poemas tienen los pies sobre la tierra, quizás porque su pulso narrativo o porque indagan experiencias de lo cotidiano.
Cada uno de estos poemas es un radar de mi pasado, de aspectos de mi biografía, de mis vínculos de pertenencia, de carencias afectivas. También hay una lectura de mi presente en clave política a través del feminismo. Sí, escucho comentarios que consideran que se trata de poemas crudos: coloquiales, orales, narrativos y “claros”, poco abismados.
¿Creés eso?
No exactamente, en el sentido de que no todo lo dicho necesariamente pasó o pasó así. Sí están basados en experiencias o recuerdos, como bien dice Santiago Llach en el prólogo. Empecé a escribirlos cuando me fue mal con una relación, hace cuatro años. Eso es muy crudo y concreto.
¿Cómo se inició tu vínculo con la poesía?
En un taller a los 16 años. Ése sería el inicio oficial. Se prolongó hasta que empecé a estudiar filosofía, al terminar el secundario. Digamos que recién a los treinta volví a soltar la mano. Fui al taller de Esteban Schmidt y comencé a conectar con una escritura más personal aunque también, más híbrida. No me preocupaban los géneros literarios, me preocupaba escuchar lo que quería decir. Y encontré que sí tenía cosas para decir. Saber eso fue un gran alivio. Finalmente, la escritura tomó forma de poema.
En el prólogo, Llach considera que se trata de una autobiografía en verso. Y vos elegís un epígrafe de Richard Ford que dice: “La vida se nos da vacía. Tenemos que inventar la parte feliz”. ¿Cómo es el tránsito desde la zona real a la zona de la invención?
Tengo alguna reserva con el término “autobiográfico”. De lo que trataría la autobiografía es de establecer una conexión entre la vida y la escritura de alguien. Pero claro, los libros están hechos de palabras. De hecho, enunciar un “yo” es una decisión específica pensando el lenguaje como mediación. Y esa mediación te lleva a un terreno que deja de ser lo real porque ya es representación. Ahí aparece lo que no es claro ni transparente. O sea, la poesía, que es una desviación de la realidad, una desviación de la experiencia. Por eso cada poema dialoga con lo autobiográfico pero también con la invención.
La mayoría de poemas de amor son lésbicos. ¿Fue una decisión íntima, política o sencillamente fue ocurriendo?
Lo que pasa es que una no quiere quedar encasillada o que su personalidad se cristalice en un atributo. Porque en un momento una escribe sobre amor de mujeres pero no querés quedar encorsetada en “poeta lesbiana”. Yo discuto mucho con mis poemas. Y ellos discuten entre sí. Me gusta explorar esas tensiones. Cada poema dice lo que quiere decir en ese momento que fue escrito, que quizás no sea lo mismo que quiere decir después, en otro poema. Me pasa que a la mañana pienso una cosa y a la noche otra. Bueno, creo que eso le pasa a mucha gente. Yo arranco diciendo “a los 20 me fui de casa/ porque del barrio hay que irse rápido”. Pero luego vuelvo. Salvo en el último poema, que habla de “volver a pasar/ por el mismo lugar/ sin hacerse tanto daño” en un tono más conciliador, en el resto hay tensión.
¿Y esa tensión que implica?
Que soy lesbiana pero puedo leer a Richard Ford, que escribe sobre hombres blancos heterosexuales y matrimonios hétero frustrados. Esas tensiones son también movimiento. Por eso leo a Raymond Carver, Philiph Roth, Michael, Chabon, Patricia Highsmith, John Fante, Carson Mc Cullers… Y a poetas como Anne Carson, Adrienne Rich o Mary Oliver.
El cuerpo en estos poemas se despliega en la calle, en la cama, ahí donde quiere. Incluso te referís a vínculos sexuales sin tapujos.
Todo lo que el cuerpo puede y quiere, sí. En cada lugar, con diferentes compromisos. Es admisible ahí la lectura de que son poemas crudos. Es que en lo sexual soy muy directa, es un territorio que me interesa investigar porque en general, en la literatura, lo veo elidido. Quizás algunos escritores y poetas asuman que el sexo no es material literario. Entonces hacen una especie de black out donde está la inminencia del sexo y el después, pero no el durante. Pero bueno, también me irrita cuando se elude el dinero.
¿Por qué?
Marina Mariasch dijo algo muy interesante en la presentación de este libro. Ella considera que el verdadero closet del que sale la que habla aquí, es el closet de la clase. Las condiciones materiales de existencia hacen a la felicidad y a la plenitud. Y permiten escribir. La estrechez económica dificulta la escritura. En ese contexto, no es menor la clase social, el lugar del cual una viene. Yo vengo de un barrio. No es bueno o malo. Es. A la vez, lo lésbico, lo barrial, lo feminista son leídos como zonas de exotismo o nuevos temas. Pero no tienen nada de novedoso para mí: son mis mundos y los mundos de mucha gente con la que comparto mi vida.
El prólogo también resalta que es un libro tardío.
Lo es. ¿Hay que empezar a escribir a los veinte? ¿O será que se soslayan demasiado las condiciones materiales de quien escribe? Sentarte a escribir lleva tiempo. En el medio, tenés que trabajar de otras cosas. Me llevó mucho tiempo tener solucionados, aunque sea a medias, ciertos asuntos económicos y hacerle espacio en mi cabeza a la escritura. Y por otro lado, es la primera vez que a esa escritura le veo forma de libro.
Un libro que está siendo muy vendido, que tiene mucha circulación. De hecho, en Eterna Cadencia rankea arriba hace varias semanas. ¿Qué puede estar ocurriendo?
Creo que una posible explicación está un poco relacionada con un relato que publiqué en Las 12, para el día de San Valentín en 2014. Un relato exaltado, intenso, escrito en el medio de un dolor amoroso bastante insoportable. Por alguna razón que se me escapa, se viralizó muchísimo por redes sociales. Y creo que desde ese momento se generó algo alrededor de mi escritura; hasta hoy me siguen escribiendo sobre ese texto. Quizás eso generó alguna expectativa sobre la aparición de Tarda en apagarse. Eso, más una presencia fuerte en redes sociales De todos modos las redes te ayudan a probar ideas, a difundir lo que hacés, pero no a escribir. Para escribir tenés que cerrar las redes y quedarte con tus ideas y sentimientos.