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La pequeña vida: un documental que persigue lectores

Conversamos con su director, Leopoldo Estol

"Yo quería escribir un texto sobre cómo a veces los libros se abren su propio camino en el mundo y tienen su propia vida", dice el director de La pequeña vida, documental que entrevista editores, periodistas, autores y autoras como Hebe Uhart, Mariana Enriquez, Ricardo Strafacce y más del ecosistema independiente del libro en la Ciudad de Buenos Aires. 

Por Valeria Tentoni.

 

Conversamos con el director de La pequeña vida, Leopoldo Estol (Buenos Aires, 1981), acerca de su primer proyecto audiovisual: un documental que versa alrededor de la lectura, las bibliotecas, los libros y los mundos que se abren por los rincones de Buenos Aires. Con entrevistas a autores, editores, periodistas y libreres como Osvaldo Baigorria, Mariano Blatt, Mariana Enríquez, Francisco Garamona, Juan Laxagueborde, María Lucesole, Alfredo Jaramillo, Cecilia Pavón, Malena Rey, Ricardo Strafacce y Hebe Uhart, Estol se interna en selvas de lectura privadas y también comunitarias de la capital de Argentina, uno de los ecosistemas independientes más activos de campo literario de habla hispana. 

Durante meses, Leopoldo visitó casas de escritores y sus bibliotecas, editoriales, recitales de poesía y ferias "para intentar pasar inadvertido en el corazón de esta tribu que hace libros". El resultado: un "retrato fílmico colectivo", apunta, que se vuelve así "un homenaje al libro y sus guardianes". Le enviamos algunas preguntas por correo electrónico al también integrante de proyectos como Flasherito y periodista en medios como Página/12, y aquí sus respuestas.

 

 

¿Cómo pensaste la lista de entrevistados y entrevistadas del documental? ¿Cómo fue realizar esas entrevistas, con qué método trabajaste para hacer hablar?

Hubo una intuición inicial: yo quería escribir un texto sobre cómo a veces los libros se abren su propio camino en el mundo y tienen su propia vida. Me fascina un poco esa cosa impredecible que ocurre cuando prestás un libro en el sentido que pueden pasar años sin que vuelva, o cuando comprás un libro en una feria de usados que no sabés cuántos dueños anteriores tuvo. Me percaté que como nota iba a ser difícil así que la idea de filmar a una algunas personas con sus bibliotecas se volvió más realista y me pareció que en cámara iba a funcionar muy bien.

¿Cómo se fueron sumando los testimonios?

Con mucho azar, se fue armando en base a afinidad en algunos casos y a admiración, curiosidad en otros. A Salvador, que es el entrevistado más chico de edad, lo encontré junto a su mamá en la puertas de Puán (la sede de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires) y me había llamado la atención que tuviese un léxico tan florido así que le pregunté si le gustaría que lo entreviste. Pasaron varios meses hasta que me dijo que sí. Después hicimos algunas entrevistas en las cercanías de la librería La Internacional Argentina en donde los entrevistados participan de una feria, eso me parecía importante porque los muestra haciendo algo. Otras entrevistas llevaron más tiempo y fueron pautadas por anticipado, como en el caso de Cecilia Pavón, Hebe Uhart o Mariana Enriquez. El método para la entrevista fue preguntar y no interrumpir. En el montaje iba a necesitar textos limpios, palabras que pudiera fundir con claridad con los demás testimonios, no quería que mi voz estuviera demasiado presente en las grabaciones. Lo mínimo posible.


Vemos visitas a las casas y bibliotecas de escritoras como Hebe Uhart y Mariana Enríquez: ¿cómo fue entrevistarlas entre sus libros y por qué tomaste esa decisión? ¿Qué te interesaba investigar de sus vínculos con sus bibliotecas?

Tengo vínculos diferentes con ellas. Mariana es editora de arte en Radar así que a veces trabajamos juntos y en esas ocasiones me recomendó algunos libros que calaron hondo en mí como los de Cormac McCarthy. Me daba intriga conocer su casa y saber más de su práctica: dónde escribe, si marca los libros y cuáles de ellos tiene más cerca. En el caso de Hebe fue distinto, estuve al borde de no decirle nada porque pensé que no me iba a dar bola pero como teníamos algunas personas en común empecé a andar ese camino de editores y llamadas por teléfono y finalmente luego de un poco de reticencia (que ella endilgaba a la cámara y a que no le gustaba ser filmada) me dijo que sí. Fuimos una tarde a visitarla con Enrique Bellande, cineasta y amigo. Llevamos un agua y ella nos ofreció café. Mis preguntas eran generales sobre sus inicios como lectora, sobre su relación con los libros, sobre sus viajes. Como sabía que le interesaban mucho los pueblos originarios le llevé una acuarela chiquita que pinté de una mujer mapuche con un puma, a ella le entusiasmó mucho ese gesto y se divirtió mostrándonos los dibujos que había hecho para su libro de animales. Fue hermoso visitarla. Anhelaba conocer su jardín porque su cuento Guiando la hiedra es uno de mis favoritos y me daba mucha intriga ver sus plantas. Hay fragmentos que por el equilibrio interno del documental no los pude incluir pero tal vez los pueda sumar a un próximo trabajo.

Visitaste ferias como La Sensación o en lecturas grupales como la del libro entero de Juana Bignozzi, y quizás en esas escenas se ve claramente más que en cualquier otra aquello de la "tribu". ¿Cómo definirías en ese sentido a este universo tribal? ¿Qué características encontraste tenía? ¿Cuáles decidiste mostrar en La pequeña vida y por qué?

Me gusta tanto en el arte como en la literatura que los hacedores y hacedoras sean personas accesibles, es decir, que pueda cruzarlos, charlar, compartir alguna palabra mas no sea por casualidad. Hace unos años con unos amigos empezamos una publicación y varias veces me tocó ir a vender a La Sensación. Una feria que solía ocupar varias veredas en donde era tan importante conseguir nuevas lecturas como encontrar la bebida y la conversación adecuada. He pasado algunos momentos de embriaguez muy divertidos en esas ferias en donde sentí patente el afluente tribal. Creo que la tribu y su ritual se podría definir por la sumatoria de sus acciones: fabricar lecturas con empeño, armar un puestito, charlar, comprar, vender o trocar y el inevitable ascendente dionisiaco (fumar y beber). A fin de cuentas, se genera una intensidad muy elevada que mezcla cancha con aldea. Las lecturas de libros completos (o el ciclo Todos Los Bares Del Mundo que comparte gestoras) también tienen ese componente dionisiaco que es palpable casi como un manifiesto. Es un grupo de personas que beben y leen y que sienten un afecto muy grande al compartir y practicar el “ritual” de juntarse a leer. Es otro ritual distinto al de la feria pero al ser algo abierto, gente que se reune a lee en voz alta en parques o en cafés se da una felicidad muy grande. Es como si los lectores además de ser lectores se convirtieran por un momento en el texto.

¿Por qué te interesó retratar libreros, escritores, periodistas y editores en su rol de lectores? ¿Qué idea de la figura del lector tenías y cómo se fue deformando en el curso del rodaje?

Soy un lector muy respetuoso de las convenciones y es algo que lentamente intento perder. Me da mucha culpa dejar los libros sin terminar e intento leerlos de manera lineal, de forma clásica. Tiempo atrás frente a mis dificultades para leer teoría y algunas narrativas le manifesté a Liv Schulman, artista y escritora, esta limitación que sentía y ella se río de mí y me incentivó a leer los libros de formas más extrañas, a entrarles de a raptos (como si fuesen revistas), a no ser tan respetuoso con las convenciones. Yo no leo todos los libros que compro, algunos esperan años en los estantes a que les llegue el momento, me gusta ese momento en el te empezás a sumergir en la lectura y el mundo real lentamente pierde entidad. Es un momento muy mágico, un magnetismo super particular. El documental es una investigación sobre cómo leen los que fabrican esas narraciones que me atrapan.

Te vemos en distintos momentos en inserts de corredor, atajando pilas de libros. ¿Cómo decidiste incluirte en el documental y por qué?

Una de las pocas certezas al comenzar a grabar fue la apuesta a lo coral, a un saber que crece con los demás y se extiende y ramifica de formas inesperadas. En ese contexto de muchas palabras nos percatamos con Enrique Bellande que hacía falta poder desdibujar la presencia de las cabezas que hablan porque sino se iba a volver monótono. Ahí empecé a buscar formas de darle aire a la narración, con música, con material de archivo, con algunas piruetas mias un tanto ridículas pero que suman tal vez en un sentido más personal. Creo que es algo poco ortodoxo, mi personaje no se presenta, aparece por momentos y se escabulle. Tal vez sea mi pragmatismo como artista que intenta cuajar materiales y a veces el resultado es simplemente collage.

¿Con qué antecedentes contabas al momento de pensarlo? ¿Qué otros documentales argentinos recomendarías alrededor de la literatura?

En el 2009 trabajé junto a la gente que hacía Enemilimetros, una serie de culto de entrevistas a fotógrafos que emitía Canal Á. Yo entré más tarde, cuando el programa se llamaba Antiarte. Filmamos mucho con Cecilia Amenábar y Adrian Garay, viajamos y aprendí mucho. La Pequeña Vida es mi primer trabajo audiovisual, el primero que dirijo, en ese sentido agradecer a Solana Molina Viamonte y Alejandra Aguado de Móvil que confiaron en mí y a Natalia Labaké que es una directora joven muy inspiradora que laburó muchísimo por la forma final del docu. No he visto muchos documentales de escritorxs, hace poco vi uno de los 18 whiskies y me gustó el registro pero me dió un poco de pena que el personaje principal fuera a buscar a Daniel Durand hasta las Filipinas y no lo encontrara.

"Un homenaje al libro y sus guardianes". ¿Cómo pensás esta idea de guardián de los libros? ¿De qué hay que mantenerlos a resguardo?

Sí, la idea de que los libros necesitan guardianes puede sonar un poco conservadora. El arte es vida, en el sentido de que nos atraviesa y así como surge necesita llegar a otrxs. Es parte de su condición de existencia: interpelar. Hace años que creo que viene siendo un momento difícil para hacer libros, pero los libros tienen algo, una persistencia, una minuciosidad, abren la puerta para una posible evasión que siempre los va a volver objetos codiciados. En ese camino creo que hay personas que son claves en la vida de cada lector o lectora, son aquellas personas que nos ponen ese libro entre las manos o cuya cercanía despierta en nosotros la atracción por leer horas y horas, por cultivar unos autores y no otros. 

 

 

--> El documental puede verse completo y de modo gratuito en la web de Móvil

 

 

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