El producto fue agregado correctamente
Blog > Filba > Clément Bondu: "Los libros son como el tiempo"
Filba

Clément Bondu: "Los libros son como el tiempo"

Gentileza Filba / Foto de Matías Moyano

Una de las lecturas del último Filba Internacional a cargo del poeta, escritor y director de teatro y cine francés, traductor de Alejandra Pizarnik.


Por Clément Bondu. Traducción de Agustina Blanco.


Si tuviera que escribir algo, diría que los libros son como el tiempo. No tienen origen. Ni punto de partida. Se mantienen allí, desde antes, en ese espesor. Con aquello que nos es dado, la vida siempre en medio de la vida, siempre en curso. Los nombres, las voces, los seres, los lugares. En el fondo, siempre empieza así: ya empezó. Un montón de notas en cuadernos, hojas sueltas con cachitos de párrafos y pedacitos de versos escritos a mano, en una ciudad, en un cuarto, en un tren. Una mesa, un jardín. Algo así como el gesto del adolescente que no sabe en absoluto qué está haciendo, por qué se pone a escribir, ni adónde lo llevará todo eso, pero igual lo hace, sin pensar demasiado, simplemente porque tiene ganas o necesidad, porque lo imagina posible, lo hace y mejor así. Si no, todo debería conducirlo a abandonar de inmediato la más mínima veleidad, de solo pensar en los siglos pasados y en los miles de libros ya escritos, por no hablar de los miles de libros que están escribiendo miles de vivientes en el mismo momento que él, y en los miles de signos y sueños que se apilan ahora en cada recoveco del mundo.

Por la noche, permanece algún que otro destello. Pequeños trozos sustraídos a la materia negra. Una sensación precisa, un encuentro, una aparición. Pequeños trozos de materia negra que ya no tenemos por cierto si han existido realmente, si los hemos soñado, o si algún otro los ha visto por nosotros desde otro cuerpo, otro tiempo. ¿Qué sentido podrá tener todo esto? Al escribir mi primera novela, quizá quisiera tan solo no olvidar la luz del sol tal y como se alzó una mañana en Sète, ni el rostro de una mujer a quien había amado en mis tiempos de juventud parisina, ni el frío del invierno por las avenidas desiertas de Berlín, ni la habitación 52 del Napoli Centrale, que sin embargo no existe en ningún otro lado que en aquel libro que estaba escribiendo yo (que entonces pensaba que jamás lograría terminar). ¿Dónde late el corazón de los seres a los que hemos conocido? ¿Aquellos a quienes nos dirigimos, aquellos a quienes no conocemos? ¿Adónde van las cosas vividas? ¿Adónde van las fuerzas? Acaso sea allí donde existan los libros. En las fuerzas.  Por la noche, los contornos se tornan difusos. Un paso. Un paso más. De repente, todo se mueve. Las fronteras de lo visible se estiran hasta el infinito. Los límites se distienden.

Está bien. Continuamos con el gesto del adolescente, sin reflexionar demasiado. Intentando sobre todo nunca sentirnos demasiado escritores, sino más bien otro en lugar de él, otro al mismo tiempo. Alguien a quien conocemos poco y nada, un vecino que se nos parece un poco, un “oscuro hermano gemelo”, como lo dice William Faulkner, un oscuro hermano gemelo que está ahí, a nuestro lado, escribiendo. Eso es lo que hace, sencillamente. Con sus manos. Escribe. Juega con el sentido que a veces damos a las cosas. Con la falta y las despedidas. Hace hablar a los fantasmas. Mantiene una pequeña conversa con los muertos. Responde a frases que allí quedaron, en suspenso (fueron tantos los años sin saber qué decir). Cada palabra tendrá entonces que conservar un ritmo, cada frase tendrá que sostener su secreto. Con la impresión, a veces, de que las manos queman. Y entonces escribir es hacer fuego. Y arrojar un espejo a las llamas.

Porque hay reflejos. En la lengua, como en la noche. Alguna turbación. Es decir. Allí donde hay algo del otro. Algo del otro, sobre todo. Aquello que zumba en derredor y carece de contornos definidos. Que escapa a la identidad, vive dentro del espacio del sueño, de la interpretación. Porque nunca cesamos de soñar. Nunca cesamos de imaginar nuestra vida al tiempo que la vivimos. Nunca cesamos de imaginar nuestra vida y las vidas de los demás. No hay ninguna línea de ruptura nítida entre el documento y la ficción, entre lo real y la imaginación. Estamos hechos de cuerpos pasajeros, de lazos ambiguos y proyecciones múltiples. Como los deltas de los ríos. Imposible saber dónde termina el agua dulce, dónde comienza el océano. No hay caso. Todo está entreverado. Nosotros y el otro a quien deseamos, admiramos, o que nos inquieta. El otro que se nos escapa. Es el otro el que se nos acerca. ¿Cómo se puede no querer, aunque más no sea mientras dure un libro, intentar ponerse en su lugar? Intentar ponerse en el lugar del otro no implica querer arrebatarle algo. 

Es un gesto que salva, inclusive, a veces. Por más que sepamos que es batalla perdida, que jamás podremos alcanzarlo del todo. Por más que sepamos que es cosa imposible, irrealizable. Acaso sea precisamente por eso que debemos seguir haciéndolo. Acaso sea precisamente por eso que los libros existen, y que exigen atención y valentía, y mucho tiempo. « Perché la gioia è una cosa seria ». La alegría es cosa seria. Por ella es que fabricamos libros y los damos de leer. Por ella es que trabajamos y retornamos a la labor (aun si a veces, francamente, bien podríamos prescindir de ello). Por ella es que nos arden los ojos de cansancio. Y también por ella es que hacemos palmas y bailamos, cuando todo parece flotar : las imágenes surgen, el ritmo adviene y de pronto nos sentimos portados por las sombras.

Me gusta pensar que lo lograremos. Que seremos modernos, a nuestro modo. Que preferiremos, para el futuro, lo complejo e inesperado, lo difícil y contradictorio. Que preferiremos la traducción y la interpretación antes que la implacable eficacia de los algoritmos y las computadoras. Que preferiremos cada pequeño fragmento de noche que quede por el mundo antes que la luz blanca de las pantallas. Cada pequeño fragmento de noche, de bosque y de alegría inmemoriales. En nosotros y en el afuera. Allí es donde me gustaría que un día resistieran algunas páginas de un libro. Allí es donde me gustaría celebrar. En el alma de una piedra. En los ojos de un perro. En las sombras de un jardín. Al pie de un árbol pesado. El tiempo es largo, amiga. Busquemos todavía un poco más, entre las fuerzas. 

Artículos relacionados

Viernes 08 de abril de 2016
Homenaje a Di Benedetto en el Filba Nacional
La nueva edición del festival de literatura Filba Nacional comenzó ayer en San Rafael, Mendoza, con una lectura homenaje al autor de Zama en el que participaron ocho escritores invitados. Las actividades siguen hasta el domingo.
Festival nacional de literatura
Lunes 11 de abril de 2016
Sol de Búkaro
Invitada al festival de literatura Filba Nacional que se realizó en San Rafael, Mendoza, la autora de Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama) participó en un panel junto a Iván Moiseeff y Tálata Rodríguez en el que leyó el siguiente texto que tenía como eje los abismos y situaciones límites que marcaron su vida.
Un texto inédito de Mariana Enriquez
Jueves 14 de abril de 2016
Cóndores inconmovibles planeando bajo

En cada festival de literatura Filba, tanto en la versión nacional como en la internacional, un grupo de escritores es invitado a escribir un texto a partir de una experiencia que se vive en los días del festival. Esos textos se llaman “Bitácoras”. Presentamos aquí el que escribió Mercedes Araujo durante la última versión del Filba Nacional, que acaba de suceder en San Rafael (Mendoza).

Una bitácora del Filba Nacional

Viernes 23 de octubre de 2020
Mircea Cărtărescu: "La belleza está en todas partes"

Recuperamos algunas de las frases claves del encuentro entre el autor rumano y la periodista argentina Lala Toutonián, encuentro en el que se declaró admirador de Ernesto Sábato y Julio Cortázar.

Los destacados de la entrevista en #Filba2020

Miércoles 24 de agosto de 2016
"El lector es siempre el interés primordial"

El equipo del Filba, bajo la dirección de Gabriela Adamo, presentó la octava edición del festival. Se llevará a cabo en Buenos Aires y Montevideo y hay más de 100 participantes, entre ellos 20 autores internacionales, en talleres, mesas de debate, lecturas, performances, residencias, intercambios y cruces.

 

Se viene la octava edición

Miércoles 21 de setiembre de 2016
OULIPO: la literatura como juego

Este mes te podés sentar en la primera fila de un movimiento que tuvo en sus filas a Raymond Queneau, Italo Calvino y Georges Perec: tres integrantes visitarán Argentina y Caja Negra acaba de sacar un tomo completísimo de ejercicios de literatura potencial.  

Desembarco francés

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar