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¿Qué leía David Bowie?

De su biblioteca a sus discos

"Más allá de la lista, la literatura es fundamental para aproximarse no sólo a la obra de Bowie sino a su personalidad, a sus reinvenciones y a sus múltiples máscaras", escribe Juan Rapacioli. ¿Qué leía y qué efecto tenía eso en Bowie? "De Major Tom a Lazarus, sus personajes están concebidos a partir de los efectos de la lectura".

Por Juan Rapacioli.

 

En 2013, el museo Victoria and Albert de Londres inauguró David Bowie Is, una exhibición con material inédito del artista británico fallecido tres años después, el 10 de enero de 2016. Manuscritos, vestimenta, fotografías, videos y pinturas dieron forma a una muestra única que durante cinco años recorrió doce museos de diferentes partes del mundo. La edición final, que se realizó en 2018 en el Brooklyn Museum de Nueva York, tuvo un apartado especial dedicado a Blackstar, el premonitorio álbum que Bowie lanzó sorpresivamente cuando cumplió 69 años –el 8 de enero de 2016–, dos días antes de morir. Antes, en la segunda presentación de la muestra –realizada en 2013 en la Art Gallery de Ontario, Canadá– los curadores revelaron otro tipo de material: una lista de 100 libros fundamentales para el artista nacido en Brixton como David Robert Jones en 1947.

Entre los elegidos se destacan algunos títulos célebres: 1984, de George Orwell; Lolita, de Vladimir Nabokov; En el camino, de Jack Kerouac; La naranja mecánica, de Anthony Burgess; A sangre fría, de Truman Capote; La conjura de los necios, de John Kennedy Toole y La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz. Pero también algunas rarezas: The Street, de Ann Petry; Black Boy, de Richard Wright; The Outsider, de Colin Wilson; El maestro y Margarita, de Mikhail Bulgakov y Journey into the Whirlwind, de Eugenia Ginzburg. El año pasado, para homenajear esa pasión lectora, el cineasta Duncan Jones, hijo de Bowie, creó The Bowie Book Club, una suerte de maratón literaria que lanzó por Twitter en tributo a su padre. Uno de los primeros en reaccionar fue el escritor Neil Gaiman, cuya obra está atravesada por la influencia de Bowie.

Más allá de la lista, la literatura es fundamental para aproximarse no sólo a la obra de Bowie sino a su personalidad, a sus reinvenciones y a sus múltiples máscaras. Ciencia ficción, filosofía, arte conceptual y espiritualidad configuran un corpus literario que sienta las bases de una obra que sigue expandiéndose con el paso del tiempo. De Major Tom a Lazarus, sus personajes están concebidos a partir de los efectos de la lectura. El imaginario espacial que atraviesa toda su obra no se puede explicar sin la existencia del relato The Sentinel (1951), de Arthur C. Clarke, que luego inspiró la película de Stanley Kubrick, 2001: A Space Odyssey (1968), obra que condensa temas claves para Bowie: existencialismo, tecnología, alienación.

Otro de los temas centrales en la obra de Bowie es la mortalidad, los límites de lo humano y la superación del yo. Como señala el filósofo británico Simon Critchley en su ensayo Bowie: “Sobreponerse a la condición humana es un desastre, pero el hombre no deja de ser un obstáculo. Nosotros somos humanos, demasiado humanos, y sin embargo anhelamos sobreponernos a esa condición. Gran parte de la obra de Bowie gira obsesivamente en torno a este dilema”. Aquí es donde aparece un pensador crucial para el artista: Friedrich Nietzsche. Específicamente su obra Also sprach Zarathustra (Así habló Zaratustra), publicada en 1883. Esta influencia se puede ver claramente en álbumes de la primera etapa de Bowie: The Man Who Sold The World (1970), Hunky Dory (1971) y Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972). En su canción Quicksand se escucha: “No soy un profeta o un hombre de la Edad de Piedra, solo un mortal con potencial de superhombre”. La obsesión por el Übermensch nietzscheano es formativa para Bowie.

La distopía y la construcción de imaginarios postapocalípticos inspirados en la ciencia ficción son temáticas muy exploradas por Bowie. Desde Diamond Dogs (1974) hasta Blackstar (2016), pasando por Outside (1995), los mundos que se derrumban, son inhabitables o parecen no tener salida reafirman su mirada antirealista –por momentos irónica, por momentos fantasiosa– que se proyecta hacia otra forma de existencia. Fascinado con 1984, Bowie intentó realizar una adaptación teatral de la novela de Orwell pero le negaron los derechos. No le quedó otra que hacer su propia versión: Diamond Dogs, una distopía violenta que también toma elementos de la novela The Wild Boys (1971) de William S. Burroughs y de la película de Kubrick basada en la novela de Anthony Burgess, A Clockwork Orange.

La visión futurista de Bowie también guarda una profunda relación con dos libros llevados al cine: la novela de Walter Tevis, The Man Who Fell To Earth (1963), que en 1976 fue adaptada cinematográficamente por Nicolas Roeg con el mismo nombre (donde el propio Bowie encarna a Thomas Jerome Newton, un extraterrestre que intenta llevar agua a su planeta). Y la novela de Philip K. Dick, Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968), que inspiró la célebre película de Ridley Scott, Blade Runner (1982). Esta última, además de la estética, tiene una historia personal con el artista. Un fragmento del monólogo del replicante interpretado por Rutger Hauer, Roy Batty, fue enviado por Bowie junto a unas flores al funeral de su medio hermano, Terry Burns, quien se suicidó en 1985. Burns, que sufrió esquizofrenia en un hospital psiquiátrico, fue quien acercó a Bowie al budismo, al jazz y a la Generación Beat. El mensaje decía: "Viste más cosas de las que podemos imaginar, pero todos esos momentos se perderán, como lágrimas en la lluvia".

La cultura japonesa es otro de los grandes intereses de Bowie, un universo que lo ayudó a definir su estética y sonido. En los años de Ziggy Stardust, el glam y el cuestionamiento al binarismo de género, fue clave su relación con el diseñador Kansai Yamamoto, autor de algunas de sus vestimentas más famosas. Más tarde, su vínculo con el fotógrafo Masayoshi Sukita fue clave para concebir la portada emblemática de su álbum Heroes (1977). Otro artista importante en aquellos años fue Tamasaburo Bando, que le enseñó a Bowie la tradición del maquillaje kabuki. Y, en términos literarios, Bowie era un seguidor de Yukio Mishima. En la muestra David Bowie Is se puede ver un retrato del escritor japonés que Bowie pintó en 1977, mientras vivía en Berlín. Además, la canción Heat del álbum The Next Day (2013) homenajea la novela Spring Snow (1969) de Mishima.

Hacia el final de su vida, Bowie volvió a usar el imaginario de A Clockwork Orange. Pero si antes lo había pensado desde la estética, esta vez lo hizo desde el lenguaje. En Girl Loves Me, uno de los temas más extraños de Blackstar, el narrador de la canción habla en Nadsat, jerga ficcional utilizada por los adolescentes salvajes de la novela. La literatura, entonces, fue mucho más que una afición para Bowie. No sólo fue una parte constitutiva de su universo conceptual, sino que fue la materia elemental con la que erigió una obra que seguimos descifrando.

 

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