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No Ficción

Y ahora qué pasa, ¿eh?

Se reeditó el clásico de la literatura rock Punk. La muerte joven e Historias paralelas, de Juan José Kreimer (Planeta).

Por Irina Ponti.

Uno de los grandes problemas de los libros de rock es el tufo a nostalgia que traen —por el pasado perdido, por el futuro que no fue. No es el único: está también el abuso de fórmulas y convenciones, la presunción de autoridad a partir de amiguismos con los músicos y referencias crípticas compartidas, una lírica banal que arruina lo que habría podido ser una crónica prolija, la pereza que prefiere mitología antes que investigación. La lista, por supuesto, no termina aquí. Por eso, lo primero que llama la atención de la excelente crónica Punk. La muerte joven e historias paralelas (Planeta) es que Juan Carlos Kreimer haya conseguido evitar todos esos errores.

 

A falta de mitos de los músicos, hay uno propio del libro. A fines de 1977, Kreimer, un nómade que por aquel entonces vivía en Londres, estaba necesitado de dinero. Santiago Rial Ungaro contaba hace diez años en una nota para Radaren Radar que Kreimer mandó una novela a Bruguera, pero se la rechazaron porque les pareció muy negativa, muy desesperada. A cambio le propusieron escribir un libro sobre “eso que estaba pasando” en un plazo imposible: 20 días. Kreimer, que ya había escrito ¡Agarrate! Testimonios de la música joven en la Argentina, se sentó con esa urgencia, pero, en lugar de hablar de la música punk, hizo un relevamiento —«cruce entre el cronista espontáneo y el antropólogo urbano», dice Carlos Zeiger— del fenómeno cultural que, después de Elvis y los Beatles, dio origen a la tercera generación del rock.

Kreimer es directo, no se pierde en devaneos. Entiende que el momento en que está escribiendo es el año cero del punk. Queda definido así cuando la Reina Elizabeth sale de Buckinham hacia la Iglesia de San Pablo y es “escoltada” por los Sex Pistols desde una lancha en el Tamesis —tenían prohibido tocar sobre tierra firme— cantando “God save the queen”(Dios Salve a la Reina / porque ella no es un ser humano / no hay futuro / en el sueño inglés / no hay futuro para vos”. Kreimer, con una lucidez llamativa, dice cosas como:

Desde comienzos de siglo, muchos movimientos culturales eligen hacerle mala música de fondo a la sociedad. Hemingway es el punk de la Primera Guerra Mundial, Charles Bukowski el de la literatura actual. Ambos arrastran de bar en bar la misma clase de aburrimiento violento y desabrido.

El lenguaje de Kreimer es extrañamente deslocalizado, podría pasar por una traducción meticulosa. No habla en jerga y la poca que usa viene acompañada de un glosario. Las citas de los músicos se entremezclan con la primera persona de manera que no queda claro quién dice qué, tal vez sea el colectivo. No faltan las anécdotas pero tampoco sobran: para Kreimer sólo son válidas si le son útiles para ilustrar lo que cuenta.

Kreimer habla con Vivianne Westwood y Malcolm McLaren. Habla con Richard Hell. Va a los conciertos de los Sex Pistols y entrevista a Johnny Rotten. Habla con Siouxsie y Blondie. Es el primero en hacer una distinción de las corrientes del rock inglés: «Hay grupos que tiene la mentalidad de tratar de cambiar el mundo, sea vía anárquica como tan bien enseña Sex Pistols o respondiendo la llamada a la lucha de clases de The Clash. Y hay grupos que cuando les hablo de revuelta me responden: Sí, claro, queremos divertirnos». Asiste a los festivales en Francia y Bélgica. Registra cada pelea que las bandas tienen con la censura. Analiza: «The Clash es a Sex Pistols lo que Rolling Stones fue a Beatles: un paso más allá en la agresión». Desconfía de los Ramones: «con ellos, la punkitud neoyorkina consagra el reino de la imagen y de la pose». Bosteza con los Talking Head. Destaca a Patti Smith como la figura que encarna la versión existencialista del punk norteamericano, pero no se olvida que fue una groupie ascendida por los músicos a la categoría de colega: «La fuerza de Patti reside en tres elementos, básicos para ella: Arthur Rimbaud, The Rolling Stones primer período y su propia experiencia vital».

Pero no se deja eclipsar por la moda y dedica todo un capítulo al fin del punk que está en su propio origen. Otra cita:

El llamado star trip no es una invención de Hollywood. Vender el alma a la industria el disco es una consecuencia inevitable del oficio. Una vez que un grupo comienza a funcionar, escapa al total control de sus integrantes. No conozco ningún grupo punk con más de un año de vida que haga la música que se propuso hacer en el comienzo. Mantienen una línea, pero la van desarrollando dentro de las pautas que les marcan las grabadoras, lo que ellos mismos son capaces de hacer y lo que más le celebra su público.

El libro se publicó en 1978 (el tercer capítulo se llama “Conjeturas de la noche del 31 de diciembra de 1977) y fue súper pirateado. Como la editorial envío pocos libros a la Argentina, antes de que se editara aquí, circulaba en fotocopias. Hubo periodistas que llegaron a publicar pasajes completos como propios. Volviendo a Rial Ungaro, los punks argentinos lo tomaron como un “manual de instrucciones”. Después Kreimer se olvidó y hasta dejó de mencionarlo en la solapa de sus siguientes libros. Las reediciones son azarosas; a veces las permite porque necesita el dinero. Para que sea perfecto, a Punk, La muerte joven le falta un índice onomástico y le sobran las “historias paralelas” que trae como bonus tracks, que nadie pidió y que no aportan nada.

Permítanme cerrar con un lugar común: alguna vez Frank Zappa dijo que el periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer. Franky, leete el libro de Kreimer y después hablamos.

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