Por Walter Lezcano.

1. El premio Indio Rico de Estación Pringles siempre nos trajo buenos libros. Me alejo de la computadora, miro los estantes de la biblioteca y ahí tengo dos ejemplos contundentes: Berazachussetts (Entropía) de Leando Ávalos Blacha y Equilibrio en las tablas (Mansalva) de Jonás Gomez.

Siempre con una consigna novedosa, atractiva, que puede servir para ordenar las ideas o experimentar zonas inexploradas de nuestra literatura, este premio convoca, además, a la posibilidad de descubrir nuevas voces. La novedad, cuando hablamos de literatura, siempre es refrescante y te reconcilia con el mundo.

La consigna del 2010 fue Diario de viaje imaginario. Y el jurado estuvo conformado por Sergio Bizzio, Daniel Guebel y Sergio Chejfec. El premio lo ganó El cangrejero de Javier Fernández.

2. La primera escena me remitió al comienzo de La noche boca arriba de Julio Cortázar. Pero ese es un dato menor porque la literatura suele generar literatura.

La cosa arranca así: una moto a toda velocidad, un chico de 9 años que se desprende de la mano de su madre para correr hacia la calle y terminar atropellado. Luego de un juicio breve la condena es prestar servicio público durante un año y seis meses en “Casa de la Caridad de la Vicaria de Belgrano”.

Dice el diario:

Ser pobre es ser visto como pobre. El cangrejero está en la calle. También es un desierto. Un hogar que no es un hogar. Indigentes, pordioseros, mendigos, ascetas, linyeras, andrajosos, miserables, pobres, crotos. Digo los cangrejos que conocí. Con los que compartí borracheras. Pude hablar con naturalidad, drogado o no, con hipócrita fraternidad.

En esa última oración comienza este viaje que trata de algo evidente pero a lo que no se le presta demasiada atención: todos los mundos posibles están en este mundo.

3. Este diario puede leerse como un catálogo de personajes. Hay mendigos de todas las categorías y estamentos. Teniendo en cuenta esto: en lenguaje utilizado le da una categoría de registro. Acá no hay afán estilístico, ni se pretende una apuesta romántica de la vida en la calle. Pequeñas fotos para retratar un mundo que ya no necesita ningún maquillaje para causar algo en los lectores.

Son cuarenta páginas apenas. En ese número, casi que podemos hablar de un cuento, tiene que ver un poco con la austeridad y la precariedad. No hay excesos posibles. El retrato se da desde todos los puntos de vista.

4. Cerca del final de la novela, se expresa un deseo (un proyecto de lectura):

Escribo esto para que mis cangrejos tengan un lugar seguro donde vivir. Si se cruzan con alguno, díganles que conocen sus vidas y sus hábitos, su forma de ser y habitar el tiempo. Díganles que ya somos varios los que sabemos cómo esperan la muerte. Yo vigilaría ese mundo cangrejo. Sería un guardián en mis papeles y en mis cuadernos. Su guardián.

Esto no es mas que una invitación al viaje. Algo posible y cercano.