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Ficcion

Un destino dorado

© Lisbeth Salas

Peter Cameron

Una lectura de Aquella tarde dorada (Libros del Asteroide), novela del escritor estadounidense Peter Cameron, quien visitará Argentina en septiembre para participar del Filba. "Un texto suspendido en el punto exacto en el que la moneda no ha caído ni de un lado ni del otro".

Por Ivana Romero.

“¿Por qué nos excitan tanto cosas como viajar, como hacer trayectos tan largos? ¿Tiene algo que ver con lo que dejamos atrás o con lo que nos encontramos?”, se pregunta una mujer que atisba la luz aún prendida en el cuarto de un hombre que quizás está dormido. Se llama Caroline y es la esposa de Jules Gund, un escritor que murió. Vive en una casa gigante con Arden, la amante de él y la hija de ocho años que tuvieron juntos, Portia. Allí cerca también vive el hermano de Gund, Adam, con su novio, un chico tailandés que quizás se prostituía antes de aferrarse a este anciano venerable. 

Todos son extranjeros. Están detenidos en el tiempo o, en todo caso, detestan el pasado, como confiesa Arden, así que ya no hay rastro de celos entre estas mujeres. Parecen estar ahí por alguna razón más profunda que un luto casi olvidado. El durmiente del principio es Omar Razaghi, un estudiante avanzado de la Universidad de Kansas que ahora está a miles de kilómetros de su casa, en un paraje casi desconocido llamado Ocho Ríos… en Uruguay. A ese lugar había llegado Gund, autor de un único libro llamado La góndola, huyendo del nazismo. 

Razaghi viaja a mediados de los noventa porque desea escribir para su doctorado una biografía del escritor. A diferencia del biógrafo que protagoniza otra novela reciente, La última palabra de Hanif Kureishi, este escritor no está presente para dar o no permisos, así que debe contar con el aval de la familia. Así es como todos se encuentran en esa casa de estilo bávaro construida en 1935, rodeados por un lago seco, luego de que el dique que lo alimentaba se viniese abajo.

La trama de Aquella tarde dorada puede sonar excéntrica. Pero su autor, Peter Cameron –uno de los invitados a la próxima edición del Filba– se encarga de que estos personajes se comporten de un modo absolutamente natural dentro de ese ecosistema. Y, aún, que conserven una elegancia asentada en cierto acuerdo tácito: nadie se recriminará nada, nadie volverá sus ojos atrás. Es entendible, entonces, que la visita de Razaghi –un chico hermoso y algo torpe, descendiente de exiliados iraníes que esperaban de él un médico y no un profesor de letras– despierte antiguos temores, como quien pasa la mano sobre un libro polvoriento y actualiza la voz de los muertos. Es probable, también, que Gund (espectro omnipresente) encuentre todo el asunto muy divertido. Y es que, de hecho, esta novela tiene esa doble condición: es elegante y entretenidísima. Sutil y la vez hilarante. 

La traducción al español de Aquella tarde dorada (cuyo título original es The city of your final destination) llega mucho después de su publicación original en Estados Unidos, en 2002. Incluso tuvo tiempo de transformarse en película, dirigida por James Ivory (con un reparto lujoso que incluyó a Anthony Hopkins y Charlotte Gainsbourg). Es el segundo libro que se conoce aquí de Cameron, escritor nacido en 1959 que se crió en un pueblito de Nueva Jersey, Pompton Plains, y que entre los ocho y los diez años vivió en Londres. El detalle no es menor en su biografía pues, como ha dicho en varias entrevistas, vivir en una ciudad enorme y estudiar en una escuela donde la escritura creativa era materia obligatoria, le dieron una perspectiva distinta tanto de la vida como de la literatura. 

Desde entonces, además, adora a ciertas escritoras inglesas como Rose Macaulay, Barbara Pym (cuya obra ha sido comparada con la de Jane Austen) y Penelope Mortimer. Es decir, las voces clásicas de comienzos del siglo XX son tejido de su escritura, donde también resuenan otras chicas (y chicos) que le interesan: Henry James, obvio, Muriel Spark, Willa Cather, Flannery O’Connor, Scott Fitzgerald. Y además poetas como John Ashbery, Sylvia Plath o Elizabet Bishop, de cuyos versos toma el título de la novela.

Graduado en el Hamilton College, Cameron ha sido profesor en varias universidades norteamericanas, como Columbia o Yale. También fue editor e incluso trabajó por años en una organización que defiende los derechos de gays y lesbianas. No es extraño que sus personajes mantengan ciertas fachadas respetables pero rápidamente asuman una forma más humana, incluso vulnerable.

Entre los ochenta y los noventa, Cameron publicó dos volúmenes de cuentos cortos (“me gustan, me parece que los narradores de historias cortas tienen algo que ver con los poetas”) pero finalmente se ha dedicado escribir novelas y lleva seis publicadas hasta ahora.  En 2012, Libros del Asteroide –sello encargado de editar Aquella tarde dorada– editó en castellano una de las más famosas del escritor: Alguna vez este dolor te será útil, de 2007. En Estados Unidos se la consideró una historia adolescente, emparentada con El guardián entre el centeno. Lorrie Moore la consideró “la novela más sutil de todas las escritas sobre el 11 de septiembre”. 

Sobre la decisión de situar la historia de Aquella tarde dorada en un lugar tan remoto para la mirada anglosajona como es Uruguay, Cameron dijo: “Cuando la gente se desplaza o se corre de su zona de confort, se torna más observadora: el mundo en el que están es más interesante porque lo están descubriendo, porque tienen que abrir negociaciones con el entorno. Así que, como escritor, me ayuda a descubrir ese mundo”. 

Y eso es lo que le ocurre a Omar, que llega a Uruguay acicateado por su novia. La decisión parece muy desacertada, en especial porque la familia le niega cualquier permiso para escribir sobre Gund. Pero ésta no es una novela sobre una biografía fallida. Porque en el reflejo de Omar (y aún en su ausencia) cada personaje se mira a sí mismo, vuelve sobre sus pasos y reformula su destino. No se impresione, lector, por la frase que viene a continuación: en esta novela hay gente que encuentra el amor. Hay demasiada literatura sobre personaje torturados, tristes y solos que dan la vuelta al mundo solo para volver a estar torturados tristes y solos. Así que se agradece un texto bellísimo –sostenido especialmente por diálogos– que apuesta por un relato más amoroso y menos cínico. 

A la vez, Cameron sabe que tanto lo bello como lo triste son efímeros. De hecho, la novela se abre con un epígrafe de William Gerhardie (otro inglés nacido a fines del siglo XIX) que dice: “Somos infelices porque no vemos de qué manera puede terminar nuestra infelicidad, pero lo que realmente no vemos es que la infelicidad no puede durar siempre, porque incluso la duración de una misma situación traerá consigo un cambio de humor. Por la misma razón, tampoco puede durar la felicidad”.

Aquella tarde dorada parece un texto suspendido en el punto exacto en el que la moneda no ha caído ni de un lado ni del otro. Como los ocho ríos, y como ciertos viajes, esa tensión lleva a lugares impensados, de los que no figuran en el mapa.

 

Si querés saber cuáles son las actividades en las que participará Peter Cameron durante el Filba Internacional, acá. Son todas gratuitas.

Algunos de sus títulos disponibles en Libros del Asteroide:

 

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