El producto fue agregado correctamente
Blog > No Ficción > Literatura para un solo lector
No Ficción

Literatura para un solo lector

Una lectura de Memoria por correspondencia de Emma Reyes (Edhasa).

Por Valeria Tentoni.

Las cartas son piezas literarias para un solo lector. Por eso, la modestia con que vienen al mundo las acompaña aunque luego se acopien en libros, se difundan, se citen, se retuerzan en investigaciones, tesis y tesinas, como una toalla mojada para sacarle el agua hasta convertirla en una columna sobre la que sostener imperios de presunciones y conjeturas. Mientras tanto, la carta es una carta, y en su esplendor de susurro le da la espalda alegremente al uso que la posteridad le depara. Los puentes de intimidad que habilita una carta son infinitos; es una intimidad bruta, entera, fuera de cálculo. Total. “Yo no dejo copia pues escribo directamente y ya no me acuerdo de lo que he escrito antes”, leemos en una de las que conforman Memorias por correspondencia, que “permanecieron hasta ahora en el ámbito privado de la familia Arciniegas”.

Germán Arciniegas es quien las recibía, Emma Reyes es quien las redactaba.

 

Nacida en Bogotá en 1919, Reyes era muchas cosas pero, sobre todo, artista plástica. Comenzó a pintar en Buenos Aires en sus jóvenes veinte. En este país trabajó con Berni, antes de viajar a Montevideo, "pasó la luna de miel en un garage, se fue a vivir a la selva del Paraguay y los guerrilleros le asesinaron el hijo en una escena de crueldad infinita". Ganó un concurso y se fue a París para estudiar. Luego pasaría por México, encontrándose ahí con Diego Rivera, para volver después a Europa y terminar de ese lado el ping pong de sus días.

Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo.
Por eso fue una sorpresa cuando la vieron abrir las alas de vuelo corto, hinchar el pecho y, en dos o tres intentos, alcanzar el muro de la terraza.
(…)
Sola en el mundo, sin padre ni madre, ella corría, respiraba agitada, muda, concentrada.

En el cuento “Una gallina”, de Clarice Lispector –esa buceadora de belleza en el océano de la repugnancia–, hay un animal así que logra, contra todo pronóstico, poner un huevo. Y hay una niña, la única que está cerca cuando el milagro ocurre, que observa el desenlace. “¡Mamá, mamá, no mates a la gallina, puso un huevo!, ¡ella quiere nuestro bien!”, ruega, y consigue así bautizar el futuro del bicho escapista. En una de las 23 cartas, Reyes le cuenta a su amigo que, entre sus juegos de chica, –mientras la María que nadie sabe si es su madre, su cuidadora o su carcelera prefiere a su hermana y se la lleva con ella a pasar el día, dejándola entonces sola en un baldío mugriento– estaba el de acurrucarse junto a una gallina durante horas, esperando que pusiera un huevo. Y que, una vez cristalizada la magia, se lo llevaba a la cara para sentir su tibieza.

Ese es uno de los actos de la biografía de infancia de la artista. Enhebrados en cartas que envió al historiador, ensayista y político colombiano, a su pedido, esos actos conforman una memoria, un diario escrito a destiempo, labrado sobre un archivo emocional compartido con su hermana (que incluye pactos de secreto). “Mi cabeza es como un cuarto lleno de trastos viejos, donde no se sabe más lo que hay ni en qué estado”, le dice Reyes en uno de estos papeles, escritos entre 1969 y 1997. Casi siempre, al terminar, se queja porque sufre que no sabe escribir, que tiene las ideas pero que no sabe cómo ponerlas en línea. ¿Qué le respondería Arciniegas? Probablemente la alentaba a continuar, logrando un conjunto de una grande vitalidad, donde se detallan historias terribilísimas: hitos demenciales de sufrimiento que son procesados con una naturalidad asombrosa.

Eso quizás subraye la lección: uno no puede angustiarse más que la víctima por el agravio. Cosa así es un tipo de ofensa elíptica. Es casi como tomar algo que a uno no le pertenece, es casi como ponerse por sobre el humillado y gestionarle el dolor, adiestrárselo, empaquetárselo, darle corte y confección. Invadirlo con el sufrimiento cero kilómetro del que no está erosionado por el sufrimiento sostenido. Entre las costumbres funerarias está la de no llorar más fuerte que la madre del ido, si queda viva, por ejemplo. Así que, como lectores, nos mantenemos a raya con el tono que le da la artista a su vida –un poco lo agradecemos, terminaríamos destruidos si no–. Ya nos advierte Leila Guerriero, en su prólogo, que este tomo “está lejos de ser un libro plañidero y parece, más bien, el libro de alguien con un altísimo sentido del humor. O, si se prefiere, de alguien que ha sabido pasar el sentido trágico de la vida por el tamiz adecuado –el de la literatura– para transformarlo en el regocijo trágico de la prosa”.

La escritura es directa, simple, contundente; la gracia con que escribe Reyes es total y obedece, quizás, a la extensión de la patria de sus imaginaciones, una patria conquistada a fuerza de cruzar territorios en carretas. Su máquina prodigiosa de fantasías le permite encontrarle a un huevo tibio de gallina lados suficientes como para diluirlo en el tedio, creer en la vida secreta de una miniatura que una compañera del convento guarda entre sus vestidos, llorar en la procesión de un muñeco gigante de barro, aterrorizarse con la llegada del primer auto al pueblo, soportar con altura ortopedias de cartón contra su bizquera como quien lleva una corona de oro.

Obra de Emma Reyes puede encontrarse en la Fundación Arte Vivo Otero Herrera. Murió vieja, tibia, bien alimentada y dormida, después de ocho días en coma, con 84 años, en Francia.

***

Artículos relacionados

Martes 29 de marzo de 2016
La partícula de dios
La principal fortaleza de Siete breves lecciones de física, de Carlo Rovelli (Anagrama) es la simpleza con la que explica las teorías científicas más fundamentales del siglo XX.
Divulgación científica
Viernes 01 de abril de 2016
La maldita casa
Conmemorando un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, publicamos un capítulo de Fantasmas de Malvinas, de Federico Lorenz (Eterna Cadencia Editora, 2007), en el que, a partir del recuerdo de una casa abandonada durante el conflicto, se muestra las dificultades y penurias que los soldados argentinos debieron soportar.
A 34 años de la guerra
Martes 12 de abril de 2016
Elvis vive en Buenos Aires

En Paul está muerto y otras leyendas urbanas (Errata Naturae), los hermanos Héctor y David Sánchez se proponen desarmar 33 mitos del rock, pero ¿es necesario?

Mythbusters del rock
Miércoles 20 de abril de 2016
Las manos en el barro

Las manos de los maestros (El hilo de Ariadna) reúne 13 ensayos literarios del sudafricano John M. Coetzee: Eliot, Faulkner, Philip Roth, Doris Lessing y más. El escritor, que ganó el premio Nobel de Literatura en 2003, presenta el libro hoy en Malba.

Los ensayos literarios de J.M. Coetzee

Martes 26 de abril de 2016
Correspondencia en llamas

"Nora querida, deseo leerte una y otra vez lo que he escrito para ti. Parte de ello es feo, obsceno y bestial; parte es puro, sagrado, y espiritual: todo eso soy yo mismo".

Las cartas de Joyce a Nora Barnacle

Martes 10 de mayo de 2016
No hay tiempo sin espacio

¿Cómo hacen juego las maneras en que los escritores se acercan a decir lo que quieren decir, y la cantidad de páginas que tardan en hacerlo? "La pregunta por el estilo es también, en cierto modo, una pregunta por la extensión de una escritura", advierte el autor de El modelo aéreo.

Estilo y extensión
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar