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Crítica imprescindible
Miércoles 18 de febrero de 2015
El autor de El tesoro de la lengua elige sus doce libros imprescindibles de crítica literaria.
Selección: Ariel Schettini.
Foto: Lucio Ramírez
- Ideas clásica y cristiana sobre la armonía del mundo, de Leo Spitzer
Una palabra intraducible del alemán (Stimmung) es el origen de una reflexión filológica sobre la relación entre sujeto y objeto en la modernidad y sus ecos a través de la historia de la poesía (sobre todo en lenguas latinas). Desde la música de las esferas, hasta el locus amoenus del Siglo de Oro español. Una historia de la literatura contenida en una palabra.
- La Viena de Wittgenstein, de Allan Janik y Stephen Toulmin
Los valses de Strauss y Así hablaba Zaratustra; Freud caminando por las calles y El Jugendstijl; Klimt y la renuncia al academicismo, el estudio para la mano izquierda que Ravel escribe para uno de los hermanos de Wittgenstein que pierde la mano derecha en la guerra; Krauss inventa el nuevo periodismo; Mauthner crea una teoría del lenguaje que luego leerá Borges (Jorge Panesi dixit). Todos esos datos juntos explican la obra más rara de la filosofía del siglo XX: el Tractacus Logico Philosophicus. - El tren a Finlandia, de Edmund Wilson
La historia del pensamiento que acá y ahora llamaríamos “progresista”. Desde Saint Simon hasta Lenin, desde Michelet que arma una Edad Media “revolucionaria” hasta una carta de admiración que Marx le envía a Proudhon antes de defenestrarlo. La historia del socialismo contada en un tono íntimo, intimista y al mismo tiempo épico, ameno y amoroso. Este libro no consta en la biblioteca de Beatriz Sarlo. Se lo pedí alguna vez, seguro de que lo tenía y la encontré en este renuncio… Lo tuve que leer en PDF bajado de la red en su lengua original. - Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes
Muy sigilosamente Barthes había llegado a la madurez rompiendo de manera feroz con todas las categorías a las que había adscripto o que había creado: compromiso, signo, estructura, código,… En este libro fúnebre, como son casi todos los de Barthes, rompe con la categoría que parecía imposible de acabar y sobre la que había teorizado en su libro anterior: texto. A partir de acá será imposible concebir un sistema enmarañado como “texto”, porque básicamente, no tiene ningún sujeto real que pueda nombrar su complejidad y su proliferación. Es decir: el amor. - Literatura argentina y realidad política, de David Viñas
Todas las culturas, aún las más primitivas y aburridas tienen una versión “oficial” de sí mismas; se creen algo, creen que son vistas de un modo, se celebran, se ritualizan, en fin, se objetivan y eso les alcanza. David Viñas le dio algo más a la cultura argentina: una contraversión, una imagen antiestatal, antioficial y antiacadémica. De modo que le dio un espesor y una complejidad a una cultura colonizada como la nuestra, que muy pocas “naciones” tienen y muy pocas naciones latinoamericanas han logrado: vivir contra el estado y para destruir su versión de nosotros mismos. - El proceso de civilización, de Nobert Elias
Haber pasado la infancia en Auchwitz, haber atravesado el horror y la barbarie le dio a Elias el fundamento para hablar de la civilización y de Mozart con los ojos extrañados de quién se pregunta en la mitad de un camino “¿Cómo llegamos hasta acá?”. Ese proceso en el que el Estado trata infinitamente de quitarnos la fuerza para monopolizarla y administrarla, está observado en textos básicamente literarios de los siglos XII y XIII. - El origen del Trauerspiel, de Walter Benjamin
Un tratado, dice Benjamin en su prólogo, se crea como un mosaico. Una serie de conceptos individuales que en su vinculación y disposición final adquieren otro sentido. La alegoría es tratada acá como una razón de estado. El lugar al que pertenecen los relatos del drama barroco alemán (como los cuento de Grimm, como las fábulas) son configuraciones muy atávicas del lugar del Estado en nuestro cuerpo. - El idiota de la familia, de Jean Paul Sartre
Flaubert es, sobre todo, un niño que no habla. Y que jamás va a hablar porque entiende, en silencio, el orden jerárquico de la familia burguesa y sabe que en la división del trabajo que ese orden impone, a él le tocó el lugar incómodo del idiota. Ese lugar, claro, es el de la liberación. Nada como ser considerado un estúpido para hacer lo que uno quiere. - El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, de Josefina Ludmer
Primero es armar un objeto de análisis, luego confrontarlo contra sí mismo, después interrogarlo en sus límites, ver sus posibilidades, sus efectos. Finalmente, liberar al objeto como Adorno piensa la experiencia estética: de modo zen. El libro que definió mi vida y mi vocación. Querer ser eso. Querer tener en la voz esa violencia, esa locura, esa erudición. Saberse atrapado para siempre por su voz y por su vértigo. - El origen de la tragedia, de Friedrich Nietzsche
Dos fuerzas se disputan en el interior de mi cuerpo, de mi comunidad, de mi lenguaje: una fuerza constructiva, armónica, serena, apolínea; y la otra, disolutoria, áspera, embriagadora, dionisíaca. En esa lucha se traba el arte por antonomasia de la Grecia clásica: la tragedia. Sólo algo tan pesado, racional, serio, conceptual como Sócrates, podía haber terminado con esa fiesta. La filosofía lo arruina todo. - Problemas de la poética de Dostoievski, de Mijail Bajtin
Hasta la aparición de este libro el mundo creía que en una novela había una o (peor) varias ideas. Fue necesario que Bajtín explique algo evidente pero que no se comprendía aún: el lenguaje es una lucha. Donde el lenguaje aparece, expone esa lucha y la hace estallar, la cambia de bandos, le pone nuevos teatros de operaciones, va más allá… siempre hay un más allá y un más abajo desde donde la cultura se explica a sí misma y sus valores. Sólo quien leyó a Dostoievski (a Bajtín) puede comprender esto. - Mímesis, de Erich Auerbach
Un hombre perdido en una biblioteca de Estambul, revisa una idea que atraviesa la historia de Occidente: cómo se representó el mundo. ¿Cómo se armó ese gran teatro que es el escenario de la literatura y que llamamos “mundo”? la técnica de uso del lenguaje, la historia de la humanidad, el progreso científico y sus teorías, la filología clásica. Todo es material para hacer de la representación una magia que nos dice que algo que contamos, puede ser verosímil.