Las neuronas de Panmuphle
Viernes 20 de julio de 2012
La primera edición de Patafísica estaba agotada y acaba de ser reimpresa por Caja Negra. "Cada uno de estos escritos (son decenas) implica una situación (ya institucional, ya científica, ya mundana) en la cual la patafisidad del universo se vuelve evidente", dice Rafael Cippolini en el prólogo.
Por Rafael Cippolini.
Existen bípedos, cuadrúpedos,
pero ¿con una sola pata también?[1]
Eva García
Regenta de Náutica Epigea Consorte
La ‘Patafísica no es más ni menos peligrosa que cualquier otra actividad.
Por ejemplo, la horticultura. Hay horticultores que se dedican a cultivar plantas venenosas. Seguramente tienen sus razones. Disponen en hileras una buena cantidad de vegetales, supongamos, la nuez vómica (strychnos nux-vomica) que eliminan especies (la humana es una de ellas) de una forma muy poco amable.
Ahora bien: del mismo modo en que, no mucho tiempo después de fundado el Colegio de ‘Patafísica (11 de mayo de 1948 vulgar, ya que todavía no existía el calendario patafísico), un celebrado profesor austríaco categóricamente afirmaba “No existe, realmente, arte. Tan sólo artistas”, así podríamos, embarcados en una perezosa paráfrasis, preguntarnos: ¿existe la ‘Patafísica o solamente patafísicos? El interrogante, por supuesto, sería una trampa.
Y no está mal comenzar por una artimaña semejante. No es tan distinto a comenzar por cualquier otro lado.
Los cinco libros que componen este volumen, entonces, pueden leerse como un compendio de actividades realizadas por patafísicos. La afirmación (perfectamente) podría ser banal. Pero no lo es. En absoluto.
Éste no es un libro cualquiera sobre ‘Patafísica (adviértase la bastardilla). Es un compendio elaborado (mejor utilicemos otro verbo, por ejemplo: macerado) por patafísicos conscientes (esos que, parafraseando a Bashō,[2] siempre saben lo que hacen, incluso cuando no lo saben).
Es más, estamos en condiciones de aseverar que –por sobre todo– se trata de un libro-archivo que da cuenta de la Historia de la Ciencia (esto es, la Ciencia de las Ciencias, la ‘Patafísica) a partir de documentos que el tiempo (y el mayor o menor éxito, claro está) ha vuelto históricos. Como a todo.
Son textos que circularon (de un modo u otro, más bien de otro) a modo de manual informe (carentes de forma precisa en su rotación) en su lengua original (todo muy galo) entre avezados patafísicos porteños durante décadas. Un Manual, sí (así con mayúscula, con la misma “M” enfatizada, prolongada, un poco fatigosa, con la que nuestro recordado Jesús Borrego Gil, patafísico ejemplar, imitaba al sobreconcentrado Bergara Neuman mascullar “¡mierdra!”, en la que fuera la primera representación sobre tablas de Ubú Rey en Buenos Aires. Que esto haya sucedido en la Sociedad Argentina de Arquitectos no es un dato menor). [3]
Manual, repito, de conductas y discursos (vaya tautología, ¿el discurso no es acaso una conducta?), todos y cada uno diversificados, especializados, interconectados. No se trata (para nada) de instructivos o ejercicios, como muchos podrían esperar o suponer. Cada uno de estos escritos (son decenas) implica una situación (ya institucional, ya científica, ya mundana) en la cual la patafisidad del universo se vuelve evidente. Cada forma (declaración, líbelo, relato, fórmula, observación, moraleja, increpación, pálpito o insulto) no intenta demostrar la ‘Patafísica porque todo avance ya es patafísico en todas sus dimensiones probables o improbables.
‘Patafísica de la Era de las Cavernas
Con la claridad que lo acompañó siempre, el Serenísimo Juan Esteban Fassio dispuso una definición de la actividad patafísica:
“A través de los textos en que se manifiesta, esta ciencia aparece como un modo de apreciación de los fenómenos naturales y humanos basado fundamentalmente en el análisis de la irracionalidad concreta de tales fenómenos y practicado a la luz del humor crítico y del azar. El razonamiento patafísico descubre que todo fenómeno es individual, defectuoso. El análisis de la patología fenoménica, es decir, de los síntomas no observados por la ciencia a causa de la adscripción inmediata del fenómeno a la generalidad, conduce en último término a la entronización de las leyes que rigen las excepciones y a una metodología de lo particular que podríamos llamar análisis infinito. Todo fenómeno, aún el más elemental, resulta patafísicamente inagotable y tolera una serie infinita de operaciones que, en sí, constituyen el fin mismo de esta ciencia.” [4]
Como se encarga de desmontarlo el demoledor Jean-Hughes Sainmont,[5] el “humor crítico” no tiene demasiado que ver con lo que habitualmente suele entenderse por humor. Es otra cosa.
Esta distancia es clave. Permítaseme el siguiente paralelismo.
La ‘Patafísica no es (claro que no) una estética.
Exactamente al revés, la estética (con minúscula, aunque también con mayúscula) resulta fatalmente patafísica. Claro, con todas las reservas del caso.
Aclaremos de una vez por todas esto: no existe algo a lo que llamar “un estilo patafísico”. Ni tendría por qué existir.
La demostración es simple: la ‘Patafísica ya existía en la era de las cavernas.
Esta ciencia (la ciencia), que como Su Magnificencia Sandomir enseñó a los fundadores del Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires
“…ni siquiera necesita existir para existir” [6]
ya se manifestaba en los tiempos en que fueron intervenidas las cuevas de Lascaux y Altamira. Lo mismo que la patagónica Cueva de las Manos, en la estepa santacruceña. ¿Qué era el humor 9000 años atrás? ¿De qué se reían esos sofisticados y conjeturalmente peludos artistas de las rocas? ¿Acaso conocemos paleontólogos que hayan descubierto los restos de algún chiste? ¿Aparecerán acaso alguna vez yacimientos de bromas prehistóricas sobre mamuts?
La ‘Patafísica, por definición, acaecía y se advierte tanto antes y después del ciclo biológico de los mamuts y de las subfamilias fósiles de las hormigas.
Sin embargo, la palabra ‘Patafísica[7], como es sabido, comenzó a circular hacia fines del siglo xix en la región de Bretaña (en Francia, claro), más específicamente en el Liceo de la ciudad de Rennes al que asistió el indispensable Alfred Jarry, como aparece profusamente descrito en el Libro Segundo de este volumen. La celebridad de la ‘Patafísica se sobreagrega invariablemente a la nombradía de su más acabado exponente. Es bien sabido, los siglos xix y xx, así como el siglo xxi, no son sino capítulos de la ‘Patafísica como cualquier otro momento de la historia (y como vimos, también de la prehistoria).[8]
Con la salvedad de un nunca extenso cúmulo de salvedades, esto es, las que se agrupan en estas páginas y las subsiguientes, o sea, las que difunde esa Institución Ejemplar denominada Colegio de ‘Patafísica.
Addenda intermedia: Ubú por Faustroll y viceversa
En cualquier historia de la literatura francesa que trate ese período que comprende los últimos años del siglo xix y los primeros del xx, es inevitable encontrar referenciadas obras tan extravagantes y al mismo tiempo claves como la saga del Padre Ubú (o ciclo úbico, Ubú Rey, Ubú en la Colina, Ubú Cornudo, Ubú Encadenado, etc.), y Gestas y Opiniones del Doctor Faustroll, patafísico, sin lugar a dudas, salvajes cumbres de alimentaron el naciente charme de las vanguardias. Alimentaron, sí, pero ¿de qué modo? ¡Este es el quid! En principio hablamos de obras de teatro, novelas, pero con eso no basta. Ubú (como veremos) explotó en 1896, con una puesta que aun hoy, más de un siglo después, sigue reverenciándose como toda una mitología. El Faustroll, escrito en gran parte dos años más tarde pero publicado póstumamente en 1911 es una complejísima narración por descubrir: todo Jarry se encuentra ahí. ¿O es al revés?
El rol Panmuphle y sus hallazgos
Se ha glosado tanto que no redundaremos sobre el siguiente punto: Ubú es Jarry. Faustroll también. No hay de qué asustarse o sorprenderse. Se han conocido cosas mucho más aterradoras.
Jarry desistió de escribir un Tratado de ‘Patafísica para consignarla Ciencia desde otro punto de vista. Así nos legó, además de Faustroll, al imponderable René-Isidore Panmuphle, asistente del tribunal civil de primera instancia del departamento del Sena.
Es el primer punto de vista del relato: Monsieur Panmuphle, sus observaciones y actas. Jarry nos obliga a inspeccionar su desaparición (la del Doctor Faustroll) desde los ojos del constatante. Digamos con propiedad: no tanto su desaparición como su Ocultación.
Un. Descripción (en acta judicial) del Doctor Faustroll (“Nació en Circasia, en 1898 (el siglo xx tenía -2 años), a los sesenta y tres años”, etc.).
Deux. Notificación de denuncia de los propietarios del recinto que Faustroll alquilaba, el Señor y la Señora Bonhomme.
Trois. Y hete aquí un arsenal de pistas: Acerca de los libros pares del doctor.[9]
Cada uno de estos libros (y el particularísimo conjunto) resulta tan patafísico como cualquier otro. Al igual que la biblioteca faustrolliana, ese listín de referencias, citas y guiños a modo de obertura de la Gesta, puesta en abismo de una coctelera de estilos caros a quien no dejó de oscilar entre Ubú y Faustroll, ‘Patafísica. Epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato (sí, sí: el que Usted tiene delante de sus ojos) es, como venimos diciendo, un Libro de Libros. Concéntricamente: un libro dentro de otro y dentro de otro. Una gidouille o espanziral (ver glosario). Una línea que se desanda sobre ella misma sin fin. De Alfred Jarry (Libro Segundo) a los Patacesores (Libro Tercero) a los primeros Patafísicos Conscientes (Libro Cuarto) a la creación del Colegio de ‘Patafísica (Libro Quinto). Es un plan. Es una moción equivalente a la que transcurre en las neuronas de Monsieur Panmuphle cuando se ve obligado (al fin de cuentas es un funcionario judicial) a establecer un orden en el “vacío de presencia” legado por Faustroll.
Todo, tarde o temprano se Oculta.
Y cada tanto se Desoculta.
Con una sola pata también
Sin perspicacia: el subtítulo que nos convoca es una respuesta (extemporánea, tiernamente imperativa) a la pregunta del epígrafe inicial de este libro.
La respuesta corresponde a una vieja chanza colegial (al menos del alumnado de habla hispana): sólo quedan flatos si privamos a los bípedos o cuadrúpedos de su posibilidad “bi” o “cuádruple”. ¿Qué queda de nosotros si ciertos prefijos nos abandonan?
Una sola pata: incluso cuando parala Cienciade Faustroll estas cuatro letras jamás cumplan la función de un prefijo.
Por eso cada Libro (en realidad cada uno de los textos que lo componen) se reserva un lugar estratégico (a veces doble, triple, incluso cuádruple). Veamos:
A. La mayoría de los títulos que componen cada Libro fueron publicados originalmente en Viridis Candela (tal el nombre de la publicación –trimestral– más importante del Colegio de ‘Patafísica). Investigaciones, opiniones, explicaciones, debates, puestas en limpio, simples informaciones, rescates o pasatiempos: la biografía de la más Célebre Institución consagrada a los Saberes Inútiles en estas longevas ediciones. De circulación básicamente inter-colegial, el instrumento es, ante todo, un elemento de comunicación entre quienes componen su cuerpo: ejemplos acabados de ‘Patafísica Consciente.[10] Páginas escritas por miembros del Colegio para ser leídas por otros miembros del Colegio, sabiendo que en toda nave abundan los polizontes y que las noticias, muchas veces, corren más allá de los muros (exactamente: es una nave con muros). Por otra parte, para acceder a una publicación como Viridis Candela sólo es necesario un primoroso requisito: proponérselo.[11]
B. Las actividades del Colegio se extienden tanto más allá (como más acá) de los límites institucionales. Al existir extramuros (sean estos muros del material que sean), una cantidad siempre creciente de patafísicos no colegiados, todos y cada uno de ellos unidos y hermanados en su involuntariedad patafísica (ya la ignoren o actúen como si tal cosa, lo cual al fin y al cabo, da lo mismo) hacen masa ¿no sería entonces demasiado necio limitarse a un “orden del día” en un organismo que, en tanto patafísico, no se compone ¡de ningún modo! de iniciados?
C. Entendámoslo de este modo. Este Libro (ni los otros cuatro que siguen) no pretende ser una obra literaria ni artística. Del mismo modo en que, como es posible constatarlo en muchos de los textos que siguen, ni Ubú ni Faustroll deben inscribirse como obras para ser juzgadas estéticamente.
Saintmont: “El punto el vista de Jarry ya no era el punto de vista literario, sino el punto de vista ubuesco o, para decir mejor, ‘patafísico. Porque la literatura, cualquiera sea de lo que se trate, era para él solamente una de las expresiones de la patafísica. Para otorgar a Ubú su alcance específico, Jarry creyó tener que presentarlo bajo su aspecto más arcaico, más esquemático, más pueril, más tontamente ‘joven’, mientras que daba a esta obra fatal la pretensión de las más acabadas.”[12]
Preguntémonos entonces (todos juntos y en telepático coro): dado que lo que viene a continuación no es estrictamente literario o estético, ¿este libro que nuestras manos sostienen nos enseñará a ser patafísicos? Volvemos a la pedagógica paradoja de Bashō: ¿enseñar es el verbo? Preferimos optar por otro infinitivo, examinar, que por otra parte se presenta como familiar a las costumbres estudiantiles –al menos en Occidente– y a la vez es más exacto. Todos somos patafísicos (ninguna novedad en esto) pero, si supiéramos indagarnos (proponernos en examen) patafísicamente, disminuiría considerablemente en el planeta (y más allá) la alta cuota de patafísica inconsciente (esa curiosa masa a la que hicimos mención unas líneas más arriba). No deberíamos aclararlo, pero lo cierto es que la ‘Patafísica jamás será sinónimo de dandysmo de ninguna clase (por otra parte, ¿por qué razón debería serlo?), ya que la estética no posee ningún privilegio en este tipo de sabiduría que, únicamente por reducción y sobreabundancia, denominamos patafísica.
Lo veremos a medida que se sucedan las páginas, ni siquiera la definición de ‘Patafísica posee privilegio patafísico alguno sobre cualquier otra definición, cualquiera que sea.
Cierto es, el lector podría obviar este Libro Primero y con obcecada decisión (y oportuna osadía) saltar directamente al Libro Segundo, en el cual reproducimos ¡íntegro! ese inolvidable texto doctrinal del preclaro Roger Shattuck titulado “En el Umbral de la ‘Patafísica”. Llegado el momento quizá se preguntaría: ¿no resume esta pequeña obra –pequeña por extensión, claro está– un regio modelo de comportamiento patafísico?
Y la respuesta (enfática, de alta sonoridad) debería ser ¡no! Porque todo texto patafísico no es otra cosa que un indicativo de patafisidad.[13] Una disimulada deglución (como el Ouroboros, la ‘Patafísica devorando a la ‘Patafísica). Usamos la expresión “indicativo de patafisidad” para señalar un conjunto de elementos, del mismo modo (o no tan distinto) a como también señalamos el siempre asombroso epifenómeno de esa singularísima especie que se ufana de su única y ejemplificadora pata.
Advocativos prolusionantes
Como es de público conocimiento, el azar (todo azar, del tamaño y el olor que sea) es patafísico (al igual que el milimétrico calendario de las obliteraciones del azar) pero en el caso que nos compete, esto es, el de cinco libros que conforman un encuadernado universo cuya introducción son estas líneas, la disposición de las partes, como ya vimos, nada tiene de casual.
¿Un plan faustróllico? Más bien faustrollizante: la línea evolutiva (que en su generosidad incluye –y por cierto se alimenta– de la invariablemente radiante involución) dispone su avance de Monsieur Panmuphle (tan embebido de nosotros como járryco resulta Ubú) a Faustroll (estrella de altísima magnitud patafísica) y, por último, a su presentísimo adlátere Bosse-de-Nage,[14] hidrocéfalo papión cuya inteligencia (para tantos) posee el encanto de lo hermético, acuático e instintivo.
ha ha
Una espiral[15] centrípeta que concluye donde tiene que concluir.
Ni más.
Ni menos.
[1] Se trata de una de las Sospechas de Eva Mentora, maestra de patafísicos. Este género particularísimo, que practicó durante años, es una mixtura entre el haiku, la vulgar epifanía, la ocurrencia trasnochada, la hypnagogía, el arrebato teórico y el carnet de notas. Una selección de sus manuscritos fue traducida con el título Des Soupçons y publicada en plaquette por Éditions Le Nictalope a principios de la década del noventa.
[2] Matsuo Bashō (松尾 芭蕉 Ueno, 1644 - Osaka, 28 de noviembre de 1694), era el seudónimo del poeta Matsuo Munefusa. La cita refiere a una famosa y pedagógica anécdota que resumiremos a continuación. Cierta tarde, luego de horas de diálogo, Bashō confiesa a sus discípulos: “Toda mi vida no hice más que enseñar Zen. Y no sé lo que es el Zen”. Los presentes no dudaron en increparlo: “Maestro ¿cómo puede enseñar algo que no sabe?”. El sabio les respondió con otra pregunta: “¿También debo enseñar eso?”
[3] Para más información sobre el episodio, consultar: “De Polonia a las pampas. Derrotero de Ubú”, detallado informe de Juan Pablo Ringelheim, que forma parte de la revista Artefacto nº 3, cuyo tema central es, como el lector no informado ya habrá adivinado, la ‘Patafísica.
[4] Si desea establecer el contexto de la cita, sin dilación avance hasta “Alfred Jarry y el Colegio de ‘Patafísica”. El texto completo en pág. 285
[5] “La ‘Patafísica en las antípodas del humor”, pieza clave de este archivo, en la pág. 311.
[6] Ver el “Mensaje dirigido a los miembros argentinos del Colegio”, en pág. 319
[7] Una vez más es recomendable revisar las sabias palabras de Sainmont esta vez en Ubú o la creación de un mito, pág. 83.
[8] No hay más que revisar las estadísticas arrojadas por la Prospectiva (también llamada Futurología), ciencia creada por Gastón Berger, para tomar nota de que el futuro también estará plagado de patafísicos. En esto no existe posibilidad de error.
[9] Muy aleccionador el texto de Philippe Vauberlin, “Los libros pares y la paridad”, que puede consultarse en la pág. 199
[10] A propósito de la distinción entre ‘patafísica consciente e inconsciente consultar el preclaro texto de Ruy Launoir en pág. 51.
[11] Por favor tomen nota: Collège d ‘Pataphysique. 51ª, rue du Volga, 75020 París, France. O bien www.college-de-pataphysique.fr No nos hacemos cargo de los efectos, aunque los alentamos de sobremanera.
[12] Sainmont, Jean-Hughes, “Ubú o la creación de un mito”, pág. 83.
[13] Todo texto es patafísico, por lo cual la atribución redunda. Por ninguna otra razón, si definimos a un texto como “patafísico” es a modo pedagógico o ponderativo.
[14] “Bosse-de-Nage era un mono papión, no tanto cino como hidrocéfalo, y no tan inteligente, debido a ese defecto, como sus semejantes. Faustroll, mediante una medicación curiosa, había sabido desplazar la callosidad roja y azul que éstos enarbolan en las nalgas para injertársela en las mejillas, azulada en una, escarlata en la otra, de manera que su cara achatada era tricolor”. Cita textual del capítulo décimo perteneciente al libro segundo de Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, Patafísico. En todos los casos, las traducciones del Faustroll se han realizado mixturando tres fuentes distintas: la versión de Norberto Gimelfarb (Cataluña, March Editor, 2004), la de Víctor Goldstein (Buenos Aires, Atuel, 2004), y apuntes de traducción del compilador de este volumen.
[15] Para una referencia más extendida de esta figura, consultar en el Libro Segundo, “Gran Orden de la Espanziral”, pág. 81 También en el Apéndice, Ejercicio de glosario y legajos personales.