Narrar la enfermedad sin tapujos.
Sábado 28 de setiembre de 2013
Delphine de Vigan, Lina Meruane y Sylvia Molloy compartieron el panel "La enfermedad y sus tramas" en el Filba Internacional.
Por Malena Sánchez.
Una autora leyendo un fragmento de su libro en el idioma original. Uno de esos actos simples pero conmovedores que se pueden presenciar muy de vez en cuando. El viernes 27 en el Malba un auditorio colmado escuchó las lecturas y reflexiones de las escritoras Lina Meruane, Sylvia Molloy y Delphine De Vigan en el marco de la quinta edición del Filba Internacional.
El panel “La enfermedad y sus tramas”, coordinado por Patricio Zunini, comenzó con la lectura que hizo Delphine De Vigan de un fragmento de Nada se opone a la noche (Anagrama, 2012). La escritora francesa eligió unas líneas donde comparte con el lector sus reflexiones: “¿Qué buscaba en el fondo, si no era acercarme al dolor de mi madre, explorar sus contornos, sus pliegues secretos, la sombra que arrastraba?”.
Continuó la argentina Sylvia Molloy leyendo un fragmento de Desarticulaciones (Eterna Cadencia, 2010). “A medida que la memoria se esfuma me doy cuenta de que recurre a una cortesía cada vez más exquisita, como si la delicadeza de los modales supliera la falta de razón”. La autora de El común olvido leyó unas líneas de esos párrafos que publicó sobre una amiga que padece mal de Alzheimer.
La escritora chilena Lina Meruane continuó con un párrafo de Sangre en el ojo (Eterna Cadencia, 2012), una novela basada en su experiencia de haber quedado temporalmente ciega mientras estaba en Nueva York.
A la pregunta de Zunini sobre cómo se empiezan estos libros sobre enfermedades, Molloy respondió: “Quería salvar esos momentos de lucidez y de memoria. El Alzheimer se presenta como algo muy dramático, por eso quería incluir ocurrencias graciosas”. De Vigan comentó que no era la bipolaridad de su madre lo que la impulsó a escribir. “Mi intención era una búsqueda por la historia familiar y ahí me encontré con la enfermedad”, contó la autora de Nada se opone a la noche.
El público se rió con Meruane y su explicación sobre su cercanía con el lenguaje médico. “Cuando se tiene dos padres que trabajan en la misma profesión casi todas las conversaciones son sobre el mismo tema a toda hora y en los momentos más inadecuados, como por ejemplo la hora de la comida”, contó la autora de Las infantas y agregó: “Tuve el deseo de narrar la enfermedad desde otro lugar, desde sus fisuras, desde ciertos poderes del débil”.
¿Cómo trabajar sobre temas tan cercanos y dolorosos? Las escritoras explicaron que logran desapegarse de las experiencias y tomarlas como material de lectura. “Un escritor es como un médico deshumanizado”, dijo la autora de Sangre en el ojo al comparar el proceso de escritura con los médicos que hacen chistes mientras realizan una operación compleja. “Por más dramático que pueda ser uno logra desconectar hasta un punto que se puede reír”, agregó la chilena. “Durante la escritura me preocupa la lengua, la estructura narrativa, más que los recuerdos”, explicó De Vigan, también autora de la novela Días sin hambre (Anagrama, 2013) y agregó: “Mi trabajo no es reír ni llorar sino contar una historia”. Por su parte, Molloy explicó su intención con Desarticulaciones. “Lo que quería era marcar una distancia y esto se ve en la forma que tomó el texto: son trozos, no hay una narrativa, no hay un efecto de realidad y los personajes no tienen nombre”, explicó la escritora y crítica literaria.
“¿La enfermedad, el tema que se aborda en sus libros, esconde otras obsesiones”, les preguntó Zunini. “Toda narrativa esconde otros posibles relatos”, respondió Molloy y reflexionó sobre el tema de la memoria, presente tanto en su escritura crítica como en sus ficciones. De Vigan comentó que en sus textos están presentes siempre temas como la soledad y la fragilidad. Por su parte, Meruane contó como descubrió que la ceguera atravesaba varios de sus títulos. “Me di cuenta que había estado pensando mucho tiempo en el tema…y espero no pensarlo más”, dijo y provocó, una vez más, la risa del público.
Sobre la elección de la primera o tercera persona para narrar, De Vigan dijo que es lo primero que piensa a la hora de escribir. En Días sin hambre, que fue su primer libro publicado en Francia con un seudónimo, la historia está contada en tercera persona. “Quería marcar distancia con la autobiografía y la manera más fácil de hacerlo era escribiéndolo en tercera persona, con otro nombre que no fuera el mío, para retorcer la verdad. La idea no era tratar la forma en que habían sucedido las cosas sino liberarme de eso para acceder a algo más universal”, explicó la escritora francesa. Por el contrario, en Nada se opone a la noche, la vida de su madre narrada en tercera persona es interrumpida cada tanto por la aparición de la primera persona contando el “making off” del libro. “Cuando uno cuenta una historia la transforma, yo quería acercarme a la verdad, sabiendo que era inaccesible. Esa búsqueda sólo podía ser escrita en primera persona”, explicó De Vigan. “Quise darle voz a la enferma. A veces lo que sale de esa voz es un disparate total y a veces es de una lucidez espeluznante. Quería que ese tú participara activamente en la historia y no fuese simplemente objeto de estudio”, explicó Molloy sobre la forma en que eligió narrar Desarticulaciones. Meruane también eligió la primera persona para escribir Sangre en el ojo. “No me interesaba el tropiezo del personaje contado desde afuera sino mirar desde dentro”.
Antes de concluir el panel, el público tuvo la oportunidad de preguntar. Sobre la decisión de poner el retrato de su madre en la tapa de Nada se opone a la noche, De Vigan comentó que fue algo que surgió a último momento, que la foto le pareció muy cinematográfica y que, tanto para ella como para su hermana, “esa foto ya no es mi madre sino el personaje de mi novela”.
Por último, alguien preguntó sobre experiencias que por pudor u otro motivo no hayan pasado a la literatura. Molloy respondió: “No creo en los tapujos en la literatura”.