Filba Nacional 2012. Día 3
Domingo 25 de marzo de 2012
Un recorrido por la tercera jornada del Festival Nacional 2012.
Fotos: Paco Gómez.
Durante la jornada de ayer, las actividades del Filba Nacional 2012 se mudaron a Ingeniero White, ciudad que crece como un apéndice de Bahía Blanca. Apenas a siete kilómetros de distancia, en White (hay quienes pronuncian buait, muchos pronuncian guaite) están las industrias petroquímicas y las empresas con salida al mar. White también es el lugar de Ferrowhite y el Museo del Puerto: dos ámbitos culturales muy significativos para los bahienses. El primero se creó en el 2000 y ocupa el taller de reparación de locomotoras y vagones como un espacio que preserva el pasado ferroviario de la ciudad. El Museo del Puerto es una típica construcción inglesa que recoge la historia social de White: desde hace más de 25 años, los vecinos han ido llevando objetos de uso diario conformando así un catálogo de la vida cotidiana. Ferrowhite y el Museo del Puerto fueron las sedes de la tercera jornada del Filba Nacional.
A 36 años del último golpe militar, los escritores Juan Diego Incardona, Miguel Angel Molfino y Gustavo López leyeron diferentes textos (poemas, cuentos, informes; propios y de otros) que dieron cuenta de aquella tragedia. Mario Ortiz coordinó la mesa “Aguas turbias” y señaló la pertinencia de haber situado la lectura en Ferrowhite, ya que ese lugar es un “ámbito privilegiado para ver el vaciamiento de las políticas de la dictadura” que se continuó en los años noventa.
Juan Diego Incardona leyó dos poemas de Joaquín Areta y un cuento de Ana María Ponce. El texto de Ponce, conmovedor, cuenta con la particularidad de haber sido escrito en cautiverio en la ESMA. Allí relata cómo imagina su liberación. Areta y Ponce están desaparecidos desde 1978. Miguel Angel Molfino leyó el cuento “Farewell” incluido en el libro El mismo viejo ruido. Proveniente de una familia chaqueña políticamente muy activa, Molfino estuvo cinco años preso (fue liberado en 1983), y perdió a su madre, su hermana y un sobrino por el terrorismo de Estado. En aquellos años Molfino había dejado de escribir, pero “la cárcel fue como una beca para volver”. Allí escribió varios cuentos que le fueron incautados por la censura carcelaria: los militares creían que podía estar escribiendo un plan de evasión en clave. Años más tarde logró volver a esas historias y reescribirlas en El mismo viejo ruido. El poeta Gustavo López recordó los grupos Orfeo y Prometeo que se crearon en aquellos años y que luego derivaron en Senda y dieron nacimiento a Vox, sello que dirige. López leyó algunos tramos del libro de Edgardo Fernández que compila el archivo de la Universidad Nacional del Sur y que da cuenta, entre otros temas, de los cambios de denominación y contenidos de las materias de Humanidades. Un ejemplo: en 1973, la materia Teoría Literaria fue reemplazada por el seminario Requisitos para una Socialización de la Literatura.
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Según Héctor Libertella, existen dos zonas de expansión en la literatura argentina: las bodegas de los barcos como importación de tradiciones y el salón literario como lugar de discusión. El panel “Bar(co) – Discutiendo las teorías de Libertella” fue la segunda actividad en Ferrowhite y en ella participaron Federico Falco, Pablo Katchadjian y María Moreno, con la moderación de Mauro Libertella.
—Para Libertella, el iceberg está disuelto —dijo María Moreno en relación a la teoría de Faulkner en cuanto a que la literatura es como un iceberg en donde lo importante sucede por debajo de la superficie—. La metáfora hídrica sugiere fluidez, circulación. Lo opuesto sería lo seco de la tradición: economía del lenguaje, constipación de las figuras, sequedad del sentido. La obviedad de un texto, mal que mal, puede solucionarse, pero si hay algo destructor es la luz del sol. Un texto quemado es un texto perdido.
Libertella es una de las figuras centrales del Filba Nacional, con varios paneles dedicados a su obra. Esta mesa, además, se relaciona con otras temáticas abordadas durante el festival (como la relación de la literatura con el agua) y anticipa el debate sobre “tradiciones posborgianas” que se llevará a cabo hoy desde las 17.30 en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca.
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Con la caída del sol, las actividades se mudaron al Museo del Puerto. El escenario elegido fue la lancha “Aguila Blanca”. La pesca artesanal, una labor muy frecuente años atrás, fue dejando de existir debido al asentamiento de las industrias petroquímicas. El Estado ha prohibido la pesca en las zonas cercanas a la costa por los desechos industriales, y los pescadores debieron mudarse hacia aguas más profundas. El “Aguila Blanca” es un testigo del pasado que preserva el Museo del Puerto. Sobre la lancha y bajo un cielo encapotado y amenazante, Diana Bellessi y Mario Ortiz dieron un recital de poesía para algo más de 150 personas.
Más tarde, también sobre el “Aguila Blanca”, el escritor Luis Gusman y el artista plástico Daniel Santoro mantuvieron un diálogo público moderado por la crítica María Celia Vázquez en el que indagaron los elementos constitutivos del peronismo. Vázquez estructuró el encuentro “La olla peronista” a partir del poema Escolástica peronista ilustrada de Carlos Godoy. Desde allí, Gusman y Santoro abordaron las imágenes del primer trabajador y la construcción de un imaginario sobre lo argentino y sus desviaciones.
—Beatriz Guido hablaba de los negritos de la literatura —dijo Gusman—. Éramos Enrique Medina, Jorge Asís y yo. Es verdad: éramos negritos de la literatura. No sé si hubiéramos podido acceder a ella sin el peronismo. La idea de olla es también la idea de horda. El problema con el peronismo es un problema estético. No nos equivoquemos: el primer problema que hay con la presidenta --de boca de las mujeres-- es estético. Después será un problema ético o ideológico, pero primero hay un problema estético: es linda y es inteligente.
La charla estaba alcanzando el clímax, Gusman y Santoro discutían acerca de la iconografía peronista y cómo romper los límites desde la literatura y la pintura cuando una lluvia persistente —se podría hacer el chiste sobre los días peronistas— interrumpió el encuentro. Sería muy bueno que la Fundación Filba los invitara a un nuevo encuentro para retomar el tema.
Luego de “La olla peronista” llegaron las “Empanadas historiográficas”: el Museo del Puerto preparó una “intervención político-gastronómica” con diferentes empanadas que representan los modelos económicos de la Argentina. Y así, entre empanadas de carne del modelo agroindustrial y de roquefort de la renta financiera, terminó el tercer día del Filba Nacional.