El taller de Hebe Uhart

Por Valeria Tentoni. Fotos: Nicolás Murcia.

Hebe Uhart, quien había inaugurado el Festival Nacional 2013 en Santa Fe, estuvo a cargo del primer taller del que se dio por comenzado ayer en la ciudad de Azul. “Viajar es desprenderse”, dijo en un aula completa de asistentes de la Escuela de Bellas Artes, que tiene sede en una magnífica casona antigua.

En ese encuentro sobre crónicas de viaje, Uhart explicó que la actitud de quien va a iniciar uno debe comenzar por “desprenderse del lugar del que se vino” para dejarse invadir por el lugar nuevo. Y advirtió: “Hay que tener en cuenta, cuando uno viaja, que todas las ciudades y pueblos, por lindos que sean, son fachadas. Hay que ver un poco siempre lo que hay alrededor”.

Hebe recomendó espiar: como acto de investigación, la actitud del que curiosea casas y vidas ajenas no debería perder esa picardía que tan hermosamente vemos en ella cuando se sonríe, de un momento a otro, al citar las maneras de hablar de las personas con las que se fue encontrando en sus recorridos. Uhart repitió para los asistentes las frases que supo rescatar con sus garras silenciosas: “Yo avanzo en la vida sin pordelantear a nadie, me dijo una. Es maravilloso, ¿no?” Y es que, entre sus recomendaciones, estuvo la de prestar atención al lenguaje de los lugares, a lo que llamó la “coloratura de la voz” de sus habitantes, cosa que se puede hacer escuchando y ayudar tomando medios de transporte público o deteniéndose ante los graffittis y murales del lugar. Según indicó, lo que más le atrae en sus viajes es la búsqueda del contraste de la modernidad y el pensamiento mítico, ese efecto que se produce en muchos pueblos que visita. “El mundo marcha, inexorablemente, hacia la mezcla”, dijo. Y agregó: “Yo creo que es buena, la mezcla”.

La autora de Turistas y Viajera crónica está preparando un tercer libro de crónicas de viaje: “No sé cómo se va a llamar todavía, y va a haber muchas referencias a los que he hecho antes de Azul, este año. A Tucumán, Los Toldos, Bolsón y Bariloche”.

Por la tarde, las actividades se trasladaron a la Biblioteca Ronco, también colmada de público. Patricio Zunini moderó el panel El bibliófilo, en el que Ariel Idez, Jorge Consiglio y Juan Sasturain compartieron sus modos lectores mientras se proyectaban fotografías de las bibliotecas de los tres. ¿Cómo ordenarlas?, empezaron por preguntarse.

Patricio Zunini, Ariel Idez, Jorge Consiglio, Juan Sasturain

Los autores, como “lectores que escriben”, en palabras de Idez, se refirieron a sus libros perdidos, a las bibliotecas ensambladas, a la adquisición compulsiva de ejemplares y al desorden que comienza a germinar cuando la cosa crece demasiado. Ariel se refirió a la multiplicación de su biblioteca, y explicó que ha llegado a comprar dos veces el mismo libro sin darse cuenta. Mientras tanto, Consiglio llegó a contratar a una bibliotecaria para que le ordenasen la suya (inclusive los estantes de poesía, que están ubicados en su habitación). “La distribución de los libros tiene que ver con los intereses diseminados en el tiempo”, dijo Sasturain. También se refirieron a los libros que se tienen pero no se han leído todavía, o a la interminable biblioteca que espera a todo lector que sigue acumulando. Para Juan, ese no es un problema: “La infinitud de la literatura es un don”, aseguró, y uno que no debería producir angustia sino felicidad.

Idez contó que tiene “un amigo que se compra libros de bolsillo y cuando se va a los recitales les saca las tapas y los convierte, literalmente, en de bolsillo. Hace pogo y, a la vuelta, lee el libro en el viaje”. Después se refirió al placer voyeurista de detenerse ante estantes ajenos: “Trato de encontrar rasgos característicos de la personalidad en cómo ordenan sus bibliotecas”. Consiglio dijo: “Cuando vemos la biblioteca de otro primero genera admiración el orden, pero luego genera deseo, codicia”. Se refirió al libro como amparo, e hizo referencia a La casa de papel, de Carlos María Domínguez, y a su idea del libro como “objeto maternal”.

A continuación, se desarrolló un panel sobre gauchesca, moderado por Facundo Gómez Romero. Pedro Mairal, Oscar Fariña, Gabriela Cabezón Cámara y Mariano Calá participaron en él y se leyeron extractos de El gran surubí, Chill out Pampa, El guacho Martín Fierro y La virgen cabeza.

Cabezón Cámara inició el encuentro problematizando la idea de marginalidad, al pensar a la gauchesca en su contexto de origen: “Me parece que no hay ni margen ni silentes, que hay una construcción ficcional de un centro, que es mentira”, indicó. “La gauchesca recoge una tradición muy troncal en el español que es el romance medieval. Toma la métrica, la forma, el aliento narrativo y le pone otros contenidos: eso que era monárquico, católico, se torna revolucionario. Me interesa cómo se puede retomar algo casi muerto de tan tradicional y hacerlo revivir”, agregó.

El panel de La Gauchesca

Oscar Fariña y Gabriela Cabezón Cámara

Oscar Fariña, autor de El guacho Martín Fierro, avanzó: “Yo trabajaba en una librería y veía que el Martín Fierro, por cómo circulaba y cómo se vendía, era cualquier cosa menos un libro. Hay distintas ediciones, es un souvenir; venían muchos extranjeros, es como llevarse una postal con muchas páginas impresas, pero claramente por lo menos desde ese lugar no circulaba como un texto vivo. Me preguntaba, con Borges, acerca de lo curioso que resultaba que este gaucho se hubiese convertido en arquetipo del ser nacional y que fuese, a la vez, un personaje tan raro”. Lo raro, para Mairal, fue la confusión que se llevó con el libro de Fariña cuando lo encontró en una vidriera sin saber de qué se trataba: “Yo cuando lo vi en la librería vi una tapa fucsia, me dije qué raro, Martín Fierro con tapa rosa chicle… Hasta que vi que decía guacho. Y que tenía dibujos. Provoca un gran extrañamiento, porque la sintaxis es la misma, la estructura sintáctica es la misma, pero él cambia palabras y cambia todo el sentido, por supuesto”. Fariña contó que una vez un martinfierrista lo fue a buscar a la librería para pegarle por lo que escribió. Calá, por su parte, le dijo: “Yo quería hacer lo que hiciste vos. Hoy si existiera Martín Fierro sería un pibe chorro. Felicitaciones: me parece una obra que hacía falta”.

En cuanto a su libro, Mairal también habló de la obra de Hernández, de cómo construyó el “nosotros” de El gran surubí. Un yo plural que reconoce, antes, en el Martín Fierro: “Fierro es uno y luego, de golpe, un nosotros”.

Al preguntarse todos por el borde de la gauchesca, intervino Sasturain, ya en el público, para decir: “Es una elección de lengua, qué registro de habla se utiliza. A través de qué medios se canaliza ese texto, qué se compra para leerlo, diario o folleto. Qué lengua elige para comunicarse y eso recorta al lector. Nunca es el tema, el tema no es nunca lo que define a la corriente. El cómo, la lengua utilizada. Es un artificio”.

La jornada finalizó en el Salón Cultural, con la inauguración oficial del festival, declarado de Interés cultural, comunitario y legislativo por el Gobierno Municipal de Azul. El Intentende Dr. José Manuel Inza, la Secretaria de Cultura Victoria Martínez y el Presidente de la Fundación Filba, Pablo Braun, precedieron a Sergio Chejfec.

“Quiero destacar la importancia que tiene esto para todos los azuleños”, dijo Martínez, y el Intendente: “Es un privilegio que los azuleños tengamos esta única oportunidad de contar con este festival en esta ciudad”. Braun explicó que el propósito del Filba, nacido en 2008 como festival, es el de “hacer una celebración de la literatura”. Y agregó: “La propuesta siempre fue ambiciosa y ha demostrado ser, hasta hoy, muy exitosa. Queríamos hacer cosas en distintos lugares del país, no solo en Capital”. En Azul, dijo, se daba comienzo a “cuatro días en que escritores de distintos puntos de la Argentina podrán vincularse entre sí y con el universo de sus lectores”. Además, remarcó la importancia de la fundación de la biblioteca popular en el Viejo Aserradero: “Este año además de las actividades literarias nos propusimos dejar algo, impulsar una biblioteca popular, y para eso hemos estado en Buenos Aires, Bahía Blanca y Azul recolectando libros”.

Sergio Chejfec leyó un breve ensayo a modo de palabras inaugurales, Un recienvenido encuentra en azul los emblemas de la nueva ficción: “Cuanto más sabe un escritor, y cuanto más pone en escena ese saber, crece el enigma sobre lo que conoce (…) El escritor pone en escena un saber a medias; si lo supiera todo no escribiría”.