El fantasma de Caicedo sobrevoló el Filba Santiago
Martes 01 de octubre de 2013
Un rockero-nerd, escritor-cinéfilo y joven maldito que podía manejar a la vez 17 manuscritos de un mismo texto. Un nombre que a 36 años de su muerte sigue siendo un enigma, un fantasma. Como en una sesión de espiritismo, tres escritores –Pilar Quintana, Fabián Casas y Alberto Fuguet– intentaron traer a presencia la figura difusa del autor colombiano Andrés Caicedo en la tercera jornada del Filba en Santiago.
Por Juan José Richards.
“Vivir más de 25 años es una vergüenza”, dijo Andrés Caicedo en 1975. Dos años después se quitaría la vida en Cali, ingiriendo 60 pastillas de Secobarbital. Tenía 25 años. 36 después, tres escritores se reunieron para invocar su presencia en el Filba. Pero a pesar de que la mayoría de la obra de Caicedo se ha publicado, a pesar de que se han antologado sus escritos privados, que se le han hecho tesis, documentales y homenajes, lo cierto es que nadie sabe bien quién fue el joven tras el mito.
El poeta y narrador argentino Fabián Casas accedió a su obra en los ‘90 gracias a un amigo que viajó a Colombia a un encuentro de poesía y le trajo “El atravesado”. “Pasa a veces que la buena literatura viaja así, en mochilas, como la droga”, dijo Casas quien quedó fascinado por la “obra urgente, inspiradora y tóxica” de Caicedo y la publicó (pirateada, sin derechos de autor) el 2001 bajo el sello Eloísa Cartonera. “Cuando se lee a Caicedo se recupera un sentido de experiencia y eso a su vez genera nuevas lecturas y nuevas escrituras”, aseguró el autor de Ocio (Alpha Decay, 2012).
A finales de los ’90 , el escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet tenía la impresión de que Colombia se había tragado al continente con García Márquez. Fue en una librería peruana, haciendo hora antes de que partiera su avión, que descubrió en la sección de cine un enorme libro de color azul, con una foto muy especial en la portada. Primero pensó que se trataba de una broma, o de la traducción de un escritor polaco. Luego se dio cuenta de que el autor era colombiano y llevaba 20 años muerto. Se devoró el libro en el vuelo a Santiago. Ese libro era Ojo al cine (Norma, 1999), de Andrés Caicedo.
Fuguet se enojó: “¿Por qué nadie me había hablado de él?, ¿Por qué no lo había leído antes?”. Y esa rabia la convirtió en un libro: Mi cuerpo es una celda (Norma, 2008), donde recopiló, editó y armó un puzzle con los escritos personales, cartas y artículos del colombiano. “Lo mejor de Caicedo es el libro que armé yo”, dijo Fuguet en el panel que se realizó este lunes en la Biblioteca Nacional de Chile. “Un escritor no tiene que escribir novelas perfectas. En sus apuntes y diarios están sus mejores textos”, agregó.
La escritora colombiana Pilar Quintana nació en Cali, igual que Caicedo. Durante su juventud se pasaba leyendo insomne hasta la madrugada. “En cada casa de Colombia hay una piedra para hacer patacones y un libro de García Márquez. Yo leía a Gabo y a Jane Austen y pensaba que eso era la literatura”, confesó. Pero cuando era una estudiante del Liceo Benalcázar, se topó con ¡Qué viva la música!, de Caicedo y leyó: “De cómo una estudiante del Liceo Benalcázar se convirtió en puta”, comprendió que la literatura podía pasar en la esquina de su casa y que ella también podía convertirse en escritora. Caicedo se convirtió en su héroe privado.
¿Quién fue Caicedo y cómo lo veían sus contemporáneos? Según Fuguet, no lo consideraban un escritor, lo veían como un freak, un rockero, un drogadicto. Quintana precisó que al autor de Noche sin fortuna le gustaban las drogas, pero era un escritor muy disciplinado. “De un cuento suyo se han encontrado 17 versiones con variaciones mínimas”. El autor de Mala Onda estuvo de acuerdo: “De todo lo que escribía conservaba tres copias”. Casas aseguró que Caicedo escribía sin parar, sumido en una sensación de urgencia, “triturando todo lo que describía sin solemnidad”.
“La verdad es que no sé cómo fue su vida”, sostuvo Fuguet, “pero su muerte fue bastante sexy. No vivió su vida rezando o en una biblioteca, lo pasó mal, estuvo tres veces internado en psiquiátricos donde le aplicaron electroshock y tuvo dos intentos de suicidio, de esto ni sus amigos pudieron salvarlo”.
Sobre su sexualidad tampoco hay consenso. Para Fuguet era bi-sexual. Quintana cree que “no tiraba tanto” según sus amantes póstumos aseguran, y Casas planteó que era a-sexual. Donde los tres participantes de la mesa sí convinieron fue en que el autor se adelantó a su época. “Parece escribir desde el futuro”, dijo Casas.
Caicedo describió su vida y la de sus amigos en Cali con movimientos inquietantes, sin caer en una literatura costumbrista. Escribió sin pensar en ser publicado fuera de Colombia, menos en ser traducido. Aunque se quitó la vida sólo cuando consideró que había escrito lo suficiente y dejó todo premeditadamente dispuesto para ser publicado. Su gesto es el de un fantasma que se deja ver sólo lo suficiente para generar una sospecha, y luego desaparecer.