El escritor globalizado y la tradición
Sábado 26 de setiembre de 2015
La neozelandesa Eleanor Catton y el francés David Foenkinos participaron en un diálogo sobre el “Presente y futuro de la literatura del mundo” en el marco del festival de literatura Filba Internacional.
Por Patricio Zunini.
Adelantándose un par de semanas a la apertura oficial, que será el 7 de octubre, el bellísimo centro cultural La Abadía (Gorostiaga y Av. Luis María Campos, Belgrano) abrió ayer para ser una de las sedes del 7° Filba Internacional. La Abadía funciona en lo que fuera el antiguo monasterio de San Benito y su remodelación se realizó con la consigna de mantener el patrimonio arquitectónico del lugar. El resultado es imponente. En esta etapa inicial se han habilitado los 1000 m2, de un total de 5000, que corresponden a la planta baja y al primer piso, donde hay cinco salas para exposiciones artísticas, una biblioteca y un auditorio para 120 personas. A lo largo del día, cada uno de estos espacios fue ocupado por distintas actividades del festival de literatura: talleres, lecturas, paneles, performances poéticas.
Presente y futuro de la literatura del mundo
Eleanor Catton nació en 1985 en Ontario, Canadá, pero era muy chica cuando su familia emigró a Nueva Zelanda. Estudió Inglés en la Universidad de Canterbury y cursó una maestría en escritura creativa en el Instituto de Lenguas Modernas de la Universidad Victoria de Wellington. Su tesis no fue un paper académico sino una novela que planteaba los modos de representación atravesada por el romance entre un profesor y una alumna del secundario: The rehearsal fue un éxito de ventas y se tradujo a quince idiomas. Con la segunda novela, Las luminarias (Siruela), Catton obtuvo el premio Booker con el doble record de ser la escritora más joven en recibirlo (tenía 28 años) y la novela más larga (más de 800 páginas). “Catton”, dijo Kupchik en la presentación, “es intimidante como el haka, que primero sufrimos, después admiramos y, por último, lo amamos”.
Con un estilo que se re-crea libro a libro, el francés David Foenkinos tiene una profusa obra de ficción que comenzó en 2001. Diez años más tarde alcanzó notoriedad mundial con La delicadeza, novela que vendió un millón de ejemplares, obtuvo diez premios, fue finalista en otros tantos, y se adaptó al cine con dirección del propio autor y protagonizada por Audrey Tautou. Sus últimos trabajos fueron dos biografías noveladas: la de Lennon y la de Charlotte Salomon, una artista plástica judía que murió en un campo de concentración. Gracias al libro de Foenkinos, la obra de Salomon, que estaba dispersa, está siendo reunida y existe incluso el proyecto de publicar su libro Vida y teatro.
A sala llena, ambos participaron en el encuentro Presente y futuro de la literatura del mundo, con la moderación de Christian Kupchik. “Foenkinos escribe sobre el pasado mediato”, dijo, “y Catton sobre el pasado más lejano; los dos presentan la elocuencia del presente y a la vez una certeza del futuro”. El diálogo prometía ser uno de los encuentros más destacados del festival, y más aún por el rol Kupchik, lector agudo y periodista inteligente: ¿cómo ven la Weltliteratur un autor consagrado que vive en el centro mismo de la cultura más tradicional y una joven promesa de un país que está casi en el confín del mundo? Si no colmó las expectativas fue porque Foenkinos, que estaba muy cansado por el viaje de 14 horas o por la extensa rueda de prensa que mantuvo horas antes, no pudo conectarse. Estuvo divertido, sí, pero en piloto automático.
El escritor globalizado y la tradición
La reflexión se impone: hablar del presente y futuro de la literatura implica casi obligatoriamente pensar el pasado, la tradición, las herencias e identidades nacionales.
En Las luminarias, Catton toma la novela policial europea del siglo XIX y la lleva a Nueva Zelanda con la intención de oponer un contrapeso a los supuestos de la lógica eurocentrista —el lector ilustrado, la mujer como víctima necesaria— y a la vez señalar una deuda: “Parecería”, dijo, “que siempre tenemos que pedir permiso para escribir literatura en nuestro país. La gente de la generación de mis padres habla con una gran vergüenza en la escuela porque hasta Katherine Mansfield no se podía estudiar literatura neozelandesa, no había escritores”.
Si Catton escribe sin tradición nacional, Foenkinos escribe con toda la biblioteca a sus espaldas. Sin embargo, aunque se declaró fiel lector de Benjamin y de la filosofía alemana, prefirió evitar la discusión centro-periferia para ocuparse de una figura marginal como la de Charlotte Salomon, protagonista de su novela más reciente. “Voy a hablar en inglés”, dijo, “algo que me sale mejor si lo hablo tomando vino. De todas maneras, si no me entienden, está todo en el libro”. Contó entonces que se sorprendió cuando diez años atrás vio una muestra de pocas obras de la pintora y descubrió que, pese a haber estado rodeada de importantes agentes culturales de la década del ’30, casi nadie la conocía, su hitoria se había perdido. “Salomon es una artista genial”, siguió, “que escribía su biografía en las pinturas”. Como si se hubiera tratado de amor a primera vista, Foenkinos dijo que sentía que Charlotte Salomon formaba parte de él. “Estaba escrito que la iba a encontrar”.
La literatura de América latina en general y Argentina en particular aparece como detrás de una cortina. Ambos se reconocieron un poco ignorantes de la situación actual y mencionaron a los clásicos. Foenkinos, que ya había tomado a Cortázar en La delicadeza, contó que su próximo libro comienza con una cita de Borges. “Y estoy descubriendo a Roberto Bolaño”, dijo, ampliando el territorio. Catton, que sólo leyó “algunos ensayos de Borges”, se mostró, paradójicamente, más entusiasmada: “Es muy emocionante lo que va a ocurrir en los próximos 50 años”, dijo, “con la circulación de los textos y la manera en que se va a abrir la forma tradicional de cómo se entiende las literaturas [regionales]. Me intriga el concepto de canon, ya que puede volverse algo muy personal. En el canon no sólo importa qué se lee sino el orden en que se lee. Leer algo antes puede generar cambios interesante”.
Una posibilidad de presentes
En el momento de las preguntas del público —sólo hubo tiempo para una—, un hombre preguntó si estaban en condiciones de dar una caracterización de la novela contemporánea:
—La novela —dijo Catton— es la forma más completa y más sutil que hay. En la ficción los saltos que uno puede hacer con el tiempo y el espacio son superiores a cualquier otra forma artística. La literatura está llena de posibilidades y me encantan las novelas que empujan sus límites. Por eso estoy cansada del género autobiográfico que a veces adopta la ficción contemporánea, es una tendencia demasiado convencional. Creo que hay que separarnos de eso e ir al mundo de las posibilidades.
—Yo no puedo definir mi obra —dijo Foenkinos— porque a cada libro lo abordo de una manera diferente. Cada escritor tiene sus propias palabras, esa es la belleza de todo esto. La belleza es no poder responder a tu pregunta.