Cuatro días para tender puentes literarios
Jueves 20 de noviembre de 2014
La cuarta edición del festival de literatura infantil y juvenil Filbita convocó a más de 2500 personas, entre adultos y chicos.
Texto: Cecilia Boullosa (@chicaelectrica). Fotos: Luis Médici.
El sur también existió. Parque Patricios, Barracas, Pompeya, San Telmo. Esos fueron los barrios de Buenos Aires donde este año se concentraron todas las actividades del Filbita, con la idea de seguir tendiendo puentes entre los escritores y los lectores —grandes y pequeños—, con los libros como protagonistas. Este año Filbita se realizó entre el 13 y el 16 de noviembre. En esos cuatro días hubo de todo: talleres gratuitos a cargo de ilustradores y narradores, diálogos entre grandes figuras de la literatura infantil, lecturas, paneles, obras de teatro y recitales. El programa se dividió salomónicamente: los dos primeros días, jueves y viernes, estuvieron destinados a especialistas, docentes y profesionales del libro mientras que los últimos fueron ATP. Dos jornadas para toda la familia, con una grilla variada e inclusiva (hubo desde talleres para bebés hasta un picnic hecho con libros y una búsqueda del tesoro, entre otras propuestas).
Un día antes del arranque hubo una suerte de previa: junto con la escritora Ruth Kaufman, los alumnos de cuarto y quinto grado de la Escuela 11 de Barracas intervinieron el barrio con sus poesías. Una nena llevaba como estandarte un simpático cartel que decía "Chicos poesiando" y detrás de ella una larga hilera de chicos con sus guardapolvos blancos repartían papelitos a quienes se cruzaban: obreros, un electricista, una señora con su bebé, un cartonero. Las poesías no sólo se compartían en papel, un altavoz ubicado en el auto que acompañaba la caravana las recitaba a todo volumen.
De ilustraciones a un teatro en miniatura
El jueves fue el debut oficial. Las actividades se concentraron principalmente en el Centro Metropolitano de Diseño, que se llenó de ilustradores, docentes y fanáticos de la literatura infantil y juvenil. Por la mañana la española Elena Odriozola dio el taller “Artilugios para narrar” con cupo completo y por la tarde fue entrevistada por Natalia Méndez. Además hubo un divertido diálogo entre el creador del sapo Ruperto, Roy Berocay, y el argentino Ricardo Mariño, autor de más de 70 novelas para chicos, moderado por Julieta Pinasco. El cierre del día vino de la mano de una mesa de ilustradores-escritores de lujo: Isol, la francesa Magali Le Huche (Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte, Rosa-Luna y los lobos) y Pablo Bernasconi.
Acercar la literatura, ir allá donde están los lectores, generar nuevas formas de que los chicos se acerquen a los libros. Estos fueron los propósitos del Filbita que encontraron asidero durante una actividad fuera de programa que se hizo en el hall central del hospital de niños Garrahan. Entre médicos apurados, pacientes en espera y chicos expectantes, el lugar se llenó de susurradores de poesía, lecturas, dibujos y hasta una obra de teatro en miniatura a partir de El pájaro bigote, un libro de Nicolás Schuff y Claudia Degliuomini.
El viernes, la sede del Filbita fue la librería Galerna en San Telmo. Arrancó bien temprano con el taller para ilustradores de Magali Le Huche donde la propuesta fue trabajar a partir del clásico cuento “Barba azul”. Por la tarde, la chilena María José Ferrada dio un taller de poesía y luego comenzaron las mesas y lecturas. A sala llena, Elena Odriozola, Antonio Ventura y Ferrada hablaron sobre poesía infantil. “Tiene que haber cosas que no sirvan para nada. Para eso es la poesía, para nada, y así debe ser”, se la escuchó decir a Ferrada. A continuación, cinco escritores leyeron textos especialmente hechos para el festival con la premisa de contar su historia como lectores: Cecilia Pisos, Sergio Olguín, Cristina Macjus, Nicolás Schuff y Larisa Chausovsky en representación de María Inés Falconi, quien no pudo asistir.
Lo que pasó en la placita San Blas
El sábado merecería una crónica aparte. Fue el día más importante del festival por el trabajo, la logística y las sensaciones que implicó. Filbita, con la Fundación T.E.M.A.S como aliada, organizó una tarde de actividades en el corazón de la villa 21-24 de Barracas, en la que participaron tres de los cinco invitados internacionales de este año (Le Huche, Berocay y Ferrada), además de escritores, músicos y artistas locales.
En uno de los extremos de la placita San Blas se montó un escenario, donde a lo largo de la tarde se sucedieron varios números: los chicos de Valor Vereda —organizaron una búsqueda del tesoro muy convocante—, Roy Berocay junto a una banda del barrio, Orilleros, cantaron juntos "Yo tengo derecho a jugar" y la banda de música infantil Bigolates de Chocote que hizo mover y bailar a todos los que se acercaron a la plaza. En otros rincones también ocurrieron cosas: Le Huche pintó un mural en vivo con la ayuda de los chicos, otro grupo se puso armar poesías sobre un chapón, a dibujar o a escuchar cuentos.
Además hubo actividades dentro de La Casita, la sede de la Fundación T.E.M.A.S en el barrio, desde donde encara sus programas comunitarios de acceso a la lectura, de apoyo escolar, de inserción a través del deporte. Pablo Bernasconi dio una charla sobre su trabajo para los promotores comunitarios, Ferrada un taller de cuento e ilustración para chicos y hasta hubo un taller para bebés. El día, caluroso, con un cielo sin nubes, entregó muchas postales: la última fue la suelta de globos con helio con poesías en los piolines que marcó el final de una jornada en la que participaron más de 800 chicos.
Final de festival
Y llegó el domingo: último día del Filbita 2014. La sede elegida fue El Galpón de Catalinas, entrañable espacio vecinal del barrio de La Boca. Como el sábado, hubo actividades adentro y afuera. En la vereda, por ejemplo, se armó un picnic de palabras, con un montón de libros sobre mantas esperando a los pequeños lectores. "Que los chicos elijan y saboreen los libros como quieran", era la propuesta. Adentro ocurría otro tanto: un taller de dibujo de Cucho Cuño, un taller de Superhéroes a cargo de Melina Pogorelsky y Ana Sanfelippo y un poco más tarde uno de los platos fuertes: la obra El mago del off, actuada por más de 50 chicos de El Galpón, que convocó a tanto público que hubo que hacer espacio y sentarse en el piso. Sobre el final, llegaron las lecturas —casi una performance— de Adela Basch, que divirtió a chicos y a grandes con sus disparatados cuentos con rima. Cada vez que Basch amagaba a terminar el público pedía a gritos cinco más.
Y sin embargo, hubo un punto final (aunque Adela se quedó un rato largo firmando libros a solicitud de sus pequeños fans). En La Boca, el sol ya empezaba a esconderse, la brisa daba un poco de tregua al calor y de a poco la gente emprendía la retirada. Con un aliciente: ya falta menos de un año para el próximo Filbita.
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