Una vida lo más diferente de la muerte
Arnaldo Calveyra
Jueves 06 de julio de 2017
El viaje iniciático del poeta argentino a París en 1959 constituyó para él un auténtico shock sentimental. La ciudad de la luz inundó la mente y la lengua de Calveyra, que en su Diario francés (Adriana Hidalgo) se muestra en estado de descubrimiento total. Aquí, algunas de sus entradas.
Por Arnaldo Calveyra.
Un extranjero te guiaría a través de la ciudad. Porque todo lo extranjero de uno se vuelve del revés, como un bolsillo vacío al sol.
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Sé que en alguna parte estoy igual de solo; y que todo lo que ya estuvo solo en otras partes, en otros días, se presenta ahora como el mediodía de enero a la loma. Solo. Todo. Radiante. Fuego. Sé que estuve solo por convicción pero que ahora estoy solo por preparación y por encuentro en cañadón con uno, con todos. Sé que soy argentino por esta necesidad de confiarme a papeles antes que a personas; sé que no quisiera nacer de vida una vez más en otra parte. Que el primer nacimiento es el más importante, en mucho, a los que traen muertes por vanidad, por demasiado dolor, por vocación de la flor a través del trueno. Y aunque esta, la mía, vaya a quedarse sola como la campanada parroquial al mediodía.
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A veces pienso que he venido tan rápidamente que me he quedado allá, en mi contexto, todo para poder seguirlo viendo. Me parece imposible (inútil en este momento) tratar de ver a Argentina sin mí allá. Es en raros instantes de imaginación ultrasónica que puedo sacar una conclusión menos interina.
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Una vida lo más diferente de la muerte. Porque hay quienes no viven en toda su vida, y los registros necesariamente se malogran.
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Argentina, país de los grandes olvidados y de los grandes olvidadizos... ¿pero quiénes?, no lo sé, también yo lo he olvidado.
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Antes era la angustia de ser hombre argentino; ahora es la angustia de ser hombre a secas.