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Una autobiografía en movimiento

Se publican los Diarios, de Gombrowicz

"El Diario constituye una continuidad que sólo interrumpió la muerte de Gombrowicz", escribe Rita, la última esposa del autor del Ferdydurke, y presenta la edición que acaba de publicar El cuenco de plata. "Autobiografía en movimiento, ensayo y obra de arte, el Diario de Gombrowicz ocupa un lugar único en la literatura contemporánea".

Por Rita Gombrowicz.

En 1953, cuando comienza a escribir su Diario, Witold Gombrowicz tiene cuarenta y nueve años. Desde agosto de 1939, reside en Buenos Aires donde lo sorprendió la guerra. Como escritor joven, invitado a la inauguración de una nueva línea marítima entre Polonia y Argentina, sale del puerto de Gdynia el 29 de julio de 1939 en el flamante transatlántico llamado “Chrobry” (El Valiente). El 22 de agosto, al día siguiente de su llegada al puerto de Buenos Aires, Alemania y la URSS firman un pacto de no agresión. Una semana después, los nazis invaden Polonia. El barco debe regresar a Europa (y no a Polonia, que ya no existe). Gombrowicz se encuentra a bordo con sus compatriotas, pero en el último momento, antes de que el barco soltara las amarras, cruza la pasarela con sus dos valijas: acaba de decidir quedarse en Argentina. Pasará la guerra en la miseria, esperando conocer la suerte de su país para volver a ponerse a escribir. Pero en 1945 se instala en Polonia el comunismo de Stalin. Su destino de escritor está sellado. Negándose a escribir en otra lengua que no sea el polaco, en adelante dependerá de las publicaciones de la emigración, como otros tantos escritores de los países del Este, como Nabokov antes que él en Berlín, cuando todavía escribía en ruso.

Para salir de su anonimato, en 1947, Gombrowicz traduce al español su propia novela Ferdydurke, publicada en Varsovia en 1937, con la ayuda de varios amigos entre los que se encuentra el escritor cubano Virgilio Piñera. Pero la publicación del libro en Buenos Aires es ignorada por los ambientes literarios. La obra de ese polaco no reconocido en París aún no les interesa a los argentinos. En diciembre del mismo año, Gombrowicz se resigna a trabajar como empleado en un banco polaco en Buenos Aires. El director, un amigo que conocía su obra, le permite escribir durante sus horas de trabajo. Nace así su novela Trans-Atlántico, publicada en París en la revista de la emigración polaca Kultura. Pero bajo la presión de los demás empleados, Gombrowicz debe renunciar a escribir en el banco. Reducido a convertirse en un escritor de fin de semana, abandona el género de la novela y busca un nuevo medio de expresión. Entonces, en 1952, al leer el Diario del escritor francés André Gide, surge en él la idea de escribir su propio diario. El 6 de agosto del mismo año le escribe al director de Kultura: “Debo volverme mi propio comentador, mejor dicho, mi propio director de escena. Debo forjar un Gombrowicz pensador, un Gombrowicz genio, un Gombrowicz demonólogo de la cultura y muchos otros Gombrowicz indispensables". El Diario es la realización de esta tremenda ambición. Pero Gide escribe un diario cuando ya es famoso y Gombrowicz escribe el suyo para volverse famoso. Gombrowicz es y seguirá siendo por mucho tiempo “el más grande de los escritores desconocidos”, según la frase de una periodista francesa.

El Diario es el fruto de su colaboración mensual en la revista de la emigración polaca Kultura, desde 1953 hasta su muerte en julio de 1969. Cada capítulo, precedido de un número romano, corresponde a una colaboración mensual. Los días son utilizados como una forma de puntuación. La distribución en tres tomos no corresponde a una intención particular del autor, sino a la necesidad de reunir los textos en forma de libro en su momento. En realidad, el Diario constituye una continuidad que sólo interrumpió la muerte de Gombrowicz. “Insisto mucho en que estos fragmentos aparezcan en el orden en que fueron escritos, porque son un todo (…) Compongo este mosaico con más premeditación de la que podría parecer”.

La revista Kultura y su editorial L’Institut Littéraire fueron fundadas en 1947 por Jerzy Giedroyc, quien las dirigió hasta el final de su vida en 2000. Dicha revista polaca, que se editaba en Maisons-Laffitte cerca de París, contaba con 3.000 abonados dispersos por el mundo. Ni nacionalista ni orientada hacia el pasado como la mayoría de las revistas de la emigración, Kultura tenía la particularidad, aun oponiéndose al régimen comunista, de querer penetrar clandestinamente en Polonia para llevar la libertad de expresión a las personas que habían quedado bajo la dictadura comunista. Por la calidad de sus colaboradores, por su espíritu de independencia, esa revista político-literaria se situaba al nivel de las mejores revistas europeas. Rápidamente se convirtió en la bestia negra del régimen que la prohibió severamente –aun cuando los dirigentes se apresuraban en leerla. Había disidentes que enviaban la revista y los libros prohibidos mediante toda clase de subterfugios, como el de las tapas falsas. Algunos de ellos fueron procesados y condenados a penas de cárcel. El Diario de Gombrowicz era el núcleo de la revista. Al abordar temas fundamentales para los polacos como el exilio, el patriotismo, el comunismo, el catolicismo, provocando polémicas con sus lectores cuyas cartas publicaba junto con sus respuestas, Gombrowicz creó pues una verdadera tribuna, un “blog” antes de internet. Con su Diario, Gombrowicz renovó completamente la cultura polaca. La revista Kultura fue la supervivencia literaria de Gombrowicz, que se volvió gracias a ella una leyenda de la libertad.

En Polonia, toda la obra de Gombrowicz –así como la revista Kultura– estuvo prohibida durante la existencia del bloque comunista; sin embargo, su país hará algunos intentos para publicarla. De 1956 a 1958: con la llegadaal poder de Gomułka en el otoño de 1956, el régimen pasa por un corto período de liberalización llamado “el deshielo”. Los editores polacos, con el acuerdo del autor, publicaron en 1957 todos sus libros excepto el Diario. El éxito fue inmediato. Rápidamente se vendieron 10.000 ejemplares de Ferdydurke. Se representó su teatro. Pero desde comienzos del año siguiente ya no se encuentran sus libros en las librerías. Sus obras teatrales son retiradas de cartel. La prensa guarda silencio. Es el retorno a la “normalización”. De 1978 a 1986: editoriales clandestinas publican toda su obra, incluyendo el Diario, en técnica offset en pequeños formatos de bolsillo. En 1986, adelantándose por tres años a la caída del muro, se publica en Cracovia su Obra Completa en nueve volúmenes, doce pasajes del Diario son censurados, lo que se señala mediante unos […]. Se comprobará que los puntos que no eran “negociables” se referían todos a la URSS. Un ejemplo: “¿Me dice usted que para asegurar el perfecto funcionamiento de la mente hay que satisfacer previamente las necesidades del cuerpo? Pero ¿quién me garantiza que su sistema podrá lograrlo? [¿Debo buscar esa garantía en la Rusia soviética, un país que hasta hoy no logra alimentarse sin el trabajo de sus esclavos?]”. Otro ejemplo: “En Tandil, un estudiante comunista al que le pregunté si no había tenido algún momento de duda, me respondió: –Sí, una vez. Paré la oreja [convencido de que iba a hablar de los campos de concentración, del aplastamiento de Hungría o de Stalin desenmascarado]. Pero no, él pensaba en Kandinsky, desestimado a causa de su pintura abstracta”.

A partir de 1989, las sucesivas ediciones del Diario volvieron a poner en su lugar los doce pasajes censurados. Ahora la obra de Gombrowicz se enseña en las escuelas polacas. Está inserta en los manuales escolares como estudio obligatorio. Gombrowicz se volvió un clásico.

Uno de los aspectos más fascinantes del Diario sigue siendo el autobiográfico. Dentro de los límites y las reglas de una revista, a través de los temas eminentemente polacos o filosóficos que debía tratar ¿cómo pudo introducir confidencias sobre sí mismo con tanta franqueza? Como Montaigne –con quien a veces se lo comparó–, él es el verdadero tema de su libro. A manera de prólogo en el primer volumen, escribe: “Lunes. Yo. Martes. Yo. Miércoles. Yo. Jueves. Yo”. Con el correr de los años, traza su autorretrato a través de la relación con sus lectores para quienes inventa las múltiples encarnaciones de Gombrowicz en busca de su manera de ser, de su “forma”.

El Diario es su obra más personal, aunque también la más universal. La defensa de su Yo no es otra cosa que la defensa del individuo en una época en que se negaba su existencia. Su crítica de la “polonidad” coincide con la búsqueda de identidad de cada uno y de cada pueblo. “Cazador encarnizado de las mentiras culturales”, como lo calificaba Bruno Schulz. Desmitificador y humanista, iconoclasta pero moralista, Gombrowicz posó una mirada nueva sobre el mundo: la pintura, la música, la literatura, la filosofía, el comunismo, el catolicismo, la juventud, las mujeres, los argentinos, los polacos, los judíos, el dolor, la agonía, la muerte. También se encuentran allí relatos de viajes, textos líricos o humorísticos. De una riqueza incomparable –autobiografía en movimiento, ensayo y obra de arte–, el Diario de Gombrowicz ocupa un lugar único en la literatura contemporánea.

 

París, 8 de noviembre de 2011

 

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