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¿Eres o no Lina Meruane?

Compartimos el texto que el escritor Fernando Contreras Castro leyó a propósito de la presentación del libro de Lina Meruane, Sangre en el ojo (Eterna Cadencia Editora), en Costa Rica.

Por Fernando Contreras Castro.

lina meruane

La perfección de las esferas translúcidas de pronto, cumpliendo fielmente un amargo mandato, se enturbia de sangre. La certeza incontestable del círculo se convierte en una duda gelatinosa y opaca: Los ojos ya no pueden ver. En Lucina, finalmente ha reventado una purulencia gestada tanto en el árbol familiar como en el social, y su cuerpo acata una orden espetada a sangre y fuego a una generación y a una nación entera.

¿Cuánto tiempo ha de gestarse en el árbol familiar una enfermedad antes de que nazca el individuo que habrá de padecerla?

 

¿Cuánto tiempo ha de enconarse una tumoración maligna en el cuerpo social antes de que una dictadura se imponga como un destino irremediable?
El cuerpo de la familia no tiene por qué ser diferente del cuerpo de una sociedad, y una pústula se encapsulaba también en la anatomía de la Nación chilena para reventar un día entre bombardeos y disparos y convertirse en un horror que durara diecisiete años de sangre que enturbiaba toda luz. Torturados, desaparecidos, exiliados, humillados y ofendidos,…la suma de lo que nadie querría ver. Pero para no ver, no bastaba con volverse de espaldas.

Una pequeña familia, papá, mamá, una niña y dos niños salen de Chile hacia el final de la dictadura y se instala un tiempo en New Jersey. Después regresa a casa, a una nación fragmentada por el dolor, literalmente ciega de rabia y obligada a escuchar durante muchos años más al viejo dictador, esta vez desde el congreso, convertido en senador vitalicio, vociferar una orden recurrente: “Hay que olvidar”. Como una vejiga sanguinolenta, el genocida deambula por el recuerdo en carne viva, la Historia revisionista y el mito. La sociedad dividida, como los dos ojos de una cara, quería y no quería ver lo que había sucedido, podía y no podía ver lo que había sucedido, y tuvo que verlo con sus propios ojos aunque habían quedado inundados de sangre que lo ennegrecía todo.

Lucina, la niña que encarna la profecía genética, se convierte en la joven que busca en la distancia el antídoto. Chile queda atrás, su familia, papá, mamá y sus dos hermanos, y la Historia, vivida a medias. Pero no puede dejar atrás su enfermedad hereditaria, no puede volverle la espalda, porque el error genético no perdona, ni el vínculo sanguíneo pierde el rastro.

Lejos de la familia, Lucina se inventa una vida, es lectora y es escritora, es estudiante y emigrante, todo a pesar de una condena médica, de un plazo prescrito más como una orden que como un diagnóstico, y la orden se acata con precisión oracular.

¿Son estas burbujas de sangre la enfermedad, o son el síntoma?

¿Qué es lo que los ojos no quieren ver?

La enfermedad tiene múltiples manifestaciones, pero el cuerpo de Lucina ha elegido una, muy a pesar de ella, de sus pasiones, o quizás precisamente por sus pasiones, así como mediante mecanismos indecibles, la familia escoge al miembro depositario de la ingrata tarea de continuar su enfermedad, su flagelo… así como el cuerpo histórico de la sociedad elige a la generación que va a provocar el síntoma de su enfermedad: el aneurisma aórtico de la dictadura que reventó en el ventrículo izquierdo del corazón chileno, muy a pesar de ella, de sus pasiones, o quizás precisamente por sus pasiones.

¿Dónde está el origen de la enfermedad?

Los padres de Lucina se tragan el secreto a voces de no haber hecho lo suficiente, de no haber extirpado el mal a tiempo. Su generación bebe del mismo vaso y se traga el secreto a voces de no haber hecho lo suficiente, de no haber extirpado el mal a tiempo. El inútil mea culpa.
El cuerpo es y no es un animal. Está hecho tanto de carne como de voces, está hecho de historia, de memoria, del mandato incumplible del olvido. El cuerpo no olvida. Privado de sus palabras, el cuerpo encontrará indefectiblemente otra manera de decir lo que sabe: las verdades enterradas, los errores disfrazados, las promesas incumplidas y las traicionadas. El cuerpo es historia familiar y acontecimiento político.

II

Lina Meruane es una periodista despedida de su trabajo por falsear la verdad. Dice haberse pasado a la ficción cien por ciento pura. “¿Entonces eres o no Lina Meruane?”, le pregunta Ignacio, y ella responde: “A veces lo soy (…) cuando los ojos me dejan; últimamente cada vez soy menos ella para volver a Lucina”. Lucina es un personaje de Lina Meruane quien es, a su vez, un personaje de Lina Meruane. No voy a preguntarle a la escritora que nos honra esta noche con su presencia si es o no Lina Meruane, por aquello de no confundir a Lina con Lina, porque yo soy de los que creen en una única creencia y esa es la de que todo es ficción cien por ciento pura que irremediablemente padecemos y gozamos como si se tratara de la realidad. Creo que la realidad es la pequeña e insignificante parte de la ficción a la que nos asimos con todos los dientes de la humana intemperie para no confesarnos huérfanos en un mundo armado y sostenido exclusivamente de palabras. Palabras que se convierten en carne y sangre, como en el decreto bíblico, y carne que se convierte en memoria. Lina Meruane, o Lina Meruane, alguna de las dos, quizás Lucina lo sepa, es un personaje de la historia chilena, de la historia latinoamericana, y un personaje de alguna historia familiar, no más ni menos que cualquiera de aquellas personas aquí presentes. Alguna de las Linas ha escrito una amarga novela, Sangre en el ojo, con una pluma que moja en sus pupilas, a lo largo de las 177 páginas que tarda en contar su historia, tanto como en las pupilas de cada lector que las recorra.

A pesar de tanta oscuridad, la escritura es diáfana, a pesar de tanta sangre ferruginosa, el paladar de sus lectores exige degustarla de un solo sorbo hasta el final. ¿Ficción cien por ciento pura? ¡Claro!, al igual que la historia oficial, y que la historia familiar, y que todo relato y toda descripción. Porque poco importa si se trata de una persona o de un personaje, ambos llevan inscrita en sus cuerpos la historia de todos los cuerpos, la memoria tatuada en la piel para que arraigue en los órganos.

Al igual que Lina Meruane, somos quienes creemos o decimos ser cuando los ojos nos dejan. Al igual que a ella, nos dejan cada vez menos porque entre más ven los ojos, más se llenan de sangre, más se llenan de tinta, que es lo mismo, más de escritura, de relatos, de historia, de familia… de ficción cien por ciento pura.

¿Eres o no Lina Meruane?, porque ella es un cuerpo lleno de historia, y la novela es una historia llena de cuerpo… no sé si creés tener ahí ficción o realidad. En medio de una punzante y exquisita escritura, hay en esta novela un cuerpo elegido por una familia y por una historia para decir en el idioma que le es particular cómo en nombre de la inaccesible realidad, cada cuerpo está obligado a decir a su manera, con el síntoma de su preferencia, el relato de lo no dicho, lo no llevado a cabo, lo que ha dejado pendiente el cuerpo de su familia dentro del gran cuerpo histórico y social.

Jueves 29 de agosto de 2013.
San José, Costa Rica.

*Fernando Contreras Castro, escritor costarricense.

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