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"Tenemos confianza, los lectores no han desaparecido”

Runrún, antes de inaugurar

Nuevas librerías y editoras

En un contexto general difícil, el libro resiste y se inauguran librerías y editoras: "Si hay crisis, si hay recesión, nuestra respuesta es con más trabajo, con alternativas, con nuevas ideas". Mapa de los brotes del 2016 en la ciudad con mayor cantidad de librerías por habitante del mundo.

Por Valeria Tentoni.

¿Justo ahora?, se les podría preguntar a los entrevistados de esta nota. Los informes del primer semestre de la Cámara Argentina del Libro muestran caídas en la producción total de novedades y de ejemplares publicados, tendencia a la suba de importaciones y baja de exportaciones. El último Libro Blanco de la Industria Editorial Argentina, con datos cerrados del 2015, definía al mercado como uno “estancado en los últimos cinco años”, tanto en producción como en ventas. Durante 2016 hubo cierres de librerías, como El Vitral, y se conocieron casos como el de Adan Buenosayres, que a punto de bajar la persiana se convirtió en cooperativa y todavía funciona ―a fuerza de grandes liquidaciones―. Lejos de desanimarse, en plena primavera, la ciudad del mundo con más librerías por habitante tiene nuevos brotes por doquier.

“Es precisamente ese contexto el que nos lleva a abrir el espacio: hace años que se multiplica la cantidad de títulos publicados a la vez que se reducen las tiradas por título. De la misma manera que se hizo imprescindible la aparición de nuevas editoriales que brindaran espacio a la poesía, a la literatura argentina y a las traducciones rioplatenses, es lógico que hoy aparezcan espacios diferentes para exhibir, difundir y vender libros. Espacios que cuiden la selección, presenten una edición y una especialización para que los libros que se publican encuentren sus lectores y, también, para que los lectores encuentren un espacio que los estimule sin agobiarlos (¡o directamente espantarlos!)”, explica Miguel Balaguer. Es editor en bajolaluna y uno de los responsables de Runrún, librería y galería que se inauguró en octubre en Villa Crespo como proyecto paralelo al sello, en equipo con Valentina Rebasa y Josefina Bianchi. “La apertura de la librería tiene más que ver con una cuestión de supervivencia de nuestro proyecto editorial en una coyuntura muy poco favorable y, definitivamente, con crear un espacio de experimentación sobre la actualidad y la vigencia del libro como modelo irremplazable de transmisión del pensamiento”, agrega.

La suya nunca se pensó como una librería tradicional: “Pretende ser, más bien, una librería en la que haya relativamente pocos libros, elegidos; en general, exhibidos de tapa y no de lomo, para darle a cada libro ese carácter de único (sí, todo libro es único, como un objeto de arte) y, en ese sentido, la exhibición responde también a esa idea de galería que nos interesa desarrollar y que nos proponemos como margen de investigación”. La primera muestra está prevista para fines de este mes y se llamará ‘El libro es una conspiración para la libertad’. “También nos interesa la acción directa, la performance en vivo, la lectura como arte”, dice. El espacio es pequeño, pero el diseño permite reorganizaciones que habiliten distintas maneras de ocuparlo.

“Es un proyecto que siempre tuvimos presente. Cada vez que termina la Feria del Libro quedamos aturdidos por la repercusión que tiene nuestro stand, y la demanda del público es esa: queremos tener todo esto, junto, todo el año”, explica Gabriel Waldhuter, quien trabaja junto a su hermano Jorge. Comenzaron la aventura en 1995, como distribuidora. También son importadores y editores. Su librería abrió hace unas semanas sobre Avenida Santa Fe, continuando una línea: “Fue la confluencia en nuestro deseo y el de Marcelo Bernstein, de la icónica Librería Paidós, de querer vender la suya tal como hace algunos años Fondo le había vendido a Bernstein ese mismo espacio. Para nosotros fue una distinción”. El equipo de libreros y la arquitectura se mantuvieron, aunque variaron temáticas y se agregaron espacios como el de cómics, literatura infantil y música, además de sumar sellos en todas las áreas.

¿Qué diagnóstico hicieron del contexto económico, por su parte? “Efectivamente es un año complicado económicamente para todos. Se han producido cierres de librerías, pero también aperturas, como la de Fondo de Cultura (largamente esperada) y otros proyectos como el de Colastiné Libros. Las ventas han bajado en general, nosotros sentimos eso cada fin de mes, como distribuidores, al recibir las ventas de las librerías. Pero tenemos confianza, los lectores no han desaparecido y estimo que hemos salido de peores crisis”, dice Gabriel.

Los hermanos llevan “el libro incorporado en su ADN”: “Venimos de padre, madre y tíos que trabajaron muchos años en el mundo del libro. La verdad es que no sabríamos hacer otra cosa: vivimos y sentimos el libro de día y de noche. Si bien es un hecho comercial, no nos desprendemos de la sensación de estar trabajando con bienes culturales, bienes que son necesitados por muchas personas y nos hace felices ponerlos a su alcance”.

La librería “largamente esperada” a la que se refieren los Waldhuter está frente a Plaza Armenia, en el corazón de Palermo, en un espacioso edificio a nuevo que cuenta con una planta completa para literatura infantil. No es novedad el lugar preponderante que el Fondo de Cultura da a la formación de lectores, desde que su colección de libros para niños y jóvenes, “A la orilla del viento”, acaba de cumplir 25 años. Siguiendo una tradición de librerías en cada uno de los países en los que cuenta con filiales, esta nueva busca “tener contacto directo con los lectores y contar, además, con un espacio para la difusión cultural en los temas de interés para el Fondo”, según explica Alejandro Archain, su gerente. “Se trata de tener una librería general, en la que estará presente el material del FCE, pero también el de las principales editoriales locales y de otros países. Trabajaremos principalmente en la línea de edición del Fondo, es decir con prioridad en las ciencias sociales, la buena literatura, material de educación y obras para niños y jóvenes. Se pondrá especial interés en la producción mexicana y del resto de América latina, además de la producción argentina”, detalla. Se realizan ya actividades para adultos y para niños: presentaciones, mesas de debate, diálogos, narraciones y cuenta cuentos. “Siempre resultará difícil saber cuál es el momento oportuno o más favorable. Nuestros países viven permanentemente con cambio de ciclos; si esperamos a que las cosas sean como nos gustaría, seguramente no se hubiera desarrollado un proyecto como el del FCE nunca”, apunta Archain.

En Colegiales, hace escasos meses, abrió Céspedes: Victoria González, frente al cuadro general, dudó un poco pero no tanto como para detenerse. Su propuesta es más bien cercana a la de Runrún: “La idea era que la librería fuera pequeña, en cuanto al espacio y al volumen del catálogo, pero con material muy seleccionado y variado a la vez. Hay literatura, arte, filosofía, libros infantiles. De las editoriales grandes traigo algunos títulos puntuales y de las editoriales independientes trato de tener una selección más amplia. Me interesa también darle un espacio a editoriales que proponen un modo de trabajo artesanal. Además de libros hay grabados, serigrafías, cuadernos y algunos otros objetos. Si alguien viene a buscar algún libro puntual, hay muchas chances de que no lo tenga (lo conseguiré, en tal caso), pero espero que entre lo que sí hay encuentre algo que le atraiga” explica desde ese espacio en el que también se ofrecen talleres y eventos de lectura y música. “Con la situación económica del país este año dudé bastante en seguir adelante con el proyecto, pero las ganas ya estaban muy instaladas así que decidí arriesgarme. Creo que, a pesar de la crisis general, en este momento se valora mucho al libro como objeto en sí, con un cuidado especial en su aspecto material, así como también los pequeños espacios con atención más dedicada y que proponen actividades además de la venta de libros”, agrega.

Céspedes tiene una vecina, Colastiné libros, que acaba de cumplir un año. Salvador Biedma, su responsable junto a Alejandro Larre, cuenta que tener una librería nunca había sido un sueño para él, “ni siquiera algo en lo que hubiera pensado mucho. Me empezó a generar cierta curiosidad una vez que trabajaba ya en la industria del libro”. Pero su socio sí había trabajado en una librería y tenía un comercio: “Yo tenía experiencia en algunas áreas del mundo editorial. La conjunción nos servía para darnos cierto panorama”. Al hacer un balance, define: “Un año raro, podríamos decir. La industria del libro, al igual que la industria en general, se ve muy golpeada y resulta notorio que todos (el 90% de la población, al menos) tenemos los bolsillos más flacos y pensamos cada gasto 2.019 veces. Sin embargo, dentro de esas circunstancias, la librería funciona”.

“Cuando alguien que hacía años no lograba engancharse con un libro y viene simplemente para agradecer porque está contento con lo que le recomendaste, es impagable. Y cosas como ésas nos pasan seguido. No sólo con los clientes, también con editoriales, autores, distribuidores. Uno, a fin de cuentas, no es más que un punto en una larga cadena en la que participan muchísimas personas”, dice Biedma.

Otra de las librerías que inauguró este año, en San Telmo, es Caburé: "Es una apuesta política no tanto retórica sino material. Estamos apostando a promover y difundir una forma autogestiva de producción de libros. Cuando el presente invita a la quietud, invita a la especulación, a resguardarse y a mantenerse en lo seguro, nosotros hacemos esto", nos decían sus responables cuando los visitamos.

Mientras tanto, por estos días sobre calle Bulnes se está secando la segunda mano de pintura del lugar en el que habrá otra librería más: la de La Coop. Al igual que con Waldhuter, la Feria del Libro fue un termómetro claro para ellos: en su caso, su stand fue reconocido con el primer premio por la Fundación El Libro. Marcos Almada, uno de sus responsables, lo explica así: “Abrir la librería es una consecuencia más del trabajo que venimos haciendo desde cada sello en particular, y desde La Coop en general, por establecer redes de contacto, circulación y distribución que den a conocer, en la mayor cantidad de puntos posibles, los libros que publicamos y distribuimos. Nos interesa que este material que se publica circule verdaderamente, que se descentralice de Buenos Aires y se redistribuyan los libros para que se puedan conseguir en cualquier lugar. Desde ese trabajo, nos vamos a concentrar en La Librería La Coop para exhibir y vender sellos editoriales de todo el país y también del extranjero”.

La Coop está formada por lectores, editores y escritores que observaron trabajar a los libreros en un contacto directo y fluido: “Nos animamos y sentimos que podemos sumar con nuestro trabajo algo más a ese circuito”. Hace dos años que trabajan en equipo: “La idea es que la librería sea además un punto de encuentro de escritores, lectores y editores, promovido desde las actividades de presentaciones, lecturas y eventos. Una librería es un paso más, no el último. Nosotros, como tantos otros, no paramos de trabajar. Si hay crisis, si hay recesión, nuestra respuesta es con más trabajo, con alternativas, con nuevas ideas, con unión”, reflexiona Almada, y resume: “El libro tiene para todos nosotros un embrujo que ocupa nuestra cabeza y nuestros corazones. Es lo que hacemos, cada uno desde su humilde lugar, día a día trabajando para que ese artefacto se materialice y circule”.

“Volvemos a apostar por el libro porque no creemos que haya otro formato tan vivo y vigente para la circulación de la literatura y el pensamiento”, concluye en igual sentido Miguel Balaguer.

 

Raros sellos nuevos

No solamente librerías: también inauguraron actividades varias editoriales este año. Entre las más recientes (¡aparecieron en la mismísima semana, de hecho!) están Rosa Iceberg, Deshielo y Leteo.

El primero de ellos, que toma su nombre de una especie trepadora y floribunda de rosas, está a cargo de las periodistas y escritoras Emilia Erbetta, Tamara Tenenbaum y Marina Yuszczuk. Promete lanzar dos títulos en breve, uno de esta última.

Deshielo, una editorial digital, es el derretimiento de tres mentes poetas: Laura Wittner, Alejandro Méndez y Clara Muschietti, también fotógrafa y responsable de las portadas de los libros que ya están rodando por la web. Tiene dos colecciones: una dedicada a primeros libros de poetas, y otra que reeditará títulos agotados de poetas reconocidos ―como La demora, de Carlos Battilana.

Leteo es ante todo el nombre de un río que otorga la gracia del olvido a las almas que se bañan en él”, explica Christian Kupchik, responsable de ese nuevo sello junto a Jorge Consiglio, “un proyecto editorial-río que pretende, como el del mito, que también podamos resurgir purificados por la experiencia de la lectura que proponemos”. Su primer título ya está en librerías: Katsikas, relatos de Pedro B. Rey con dibujos de Eduardo Stupía.

Hay todavía otra editorial nueva: Odelia. Su título inaugural es una reedición, 110 años después de su primera versión, de Las fuerzas extrañas de Leopoldo Lugones. El libro abrirá, así, su colección "Muertos vivos".

Mientras tanto, con la tercera apuesta en la calle ―Italpark, de Mariano Favier― cierra el año Marciana, proyecto de Denis Fernández. “El primer año del sello fue más espectacular de lo que esperábamos”, dice. Con bajo presupuesto y “remándola frente a las adversidades económicas”, quedaron “más que conformes con respecto a ventas”: “Reponemos constantemente ejemplares en la mayoría de las librerías donde estamos”, asegura.

Dobra Robota y sus traducciones del polaco es otro de los tesoros que dejará el mar del 2016, con una salida imponente: Las tiendas de color canela de Bruno Shulz, seguido de un tomo de Stanislaw Witkiewicz, “un polaco loco que supo plasmar en el 20 lo absurdo del autoritarismo y el arte con una lucidez que hoy resulta inquietante”, según lo presentan.

 

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