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Entrevistas

“Suelo pensar en la escritura como una búsqueda de sentido”

© Sabrina Wilson

Entrevista a Mike Wilson

"No partí escribiendo con una intención clara, ni siquiera pensando en la posibilidad de publicar", dice desde Chile el autor de Leñador (Fiordo), esa novela que no para de cosechar halagos, "entre la crónica, el manual de instrucciones, el diario y la narración".

Por Luciano Lamberti.

Nacido en Estados Unidos, educado en Argentina y Chile, Doctor en Letras por la universidad de Cornell, Mike Wilson es el autor de un libro largo y extrañísimo: Leñador, publicado en Argentina por Fiordo Editorial. Con sus casi 500 páginas, la novela narra la vida de un ex combatiente y boxeador que se escapa a los bosques canadienses a convivir con los leñadores y escribir algo que está entre la crónica, el manual de instrucciones, el diario y la narración. Recuperando la tradición más experimental de la novela, Leñador crea un mundo a su alrededor con la paciencia y la elegancia de la música clásica. Toda una apuesta, en un mundillo que se pliega cada vez más a las leyes del mercado. 

Enviamos algunas preguntas por mail al autor, quien las respondió con celeridad al cabo de unas horas.

 

—¿Tiene algo de autobiográfico esta novela? Y en caso contrario, ¿de dónde obtuviste la información para escribirla?

—Hay algunos elementos biográfico de mi viejo. Cuando joven trabajó unas temporadas de leñador. Esa imagen siempre me pareció interesante, y cuando era chico él me contaba historias sobre esa época. Lo autobiográfico está en los procesos internos del narrador, la preocupación existencial, obsesiones con el silencio y con el lenguaje, con querer sentirme bien, tranquilo, recuperar sentido. Aparte de eso, la información viene de varios lugares. Leí muchos textos en inglés, de preferencia obsoletos, almanaques agrícolas del sigo XIX, facsímiles de enciclopedias de esa misma época, ensayos y tratados sobre temas específicos, testimonios.

—¿Tu intención era escribir una “summa”, en el sentido medieval del término, pero sobre un tema muy específico?

—No. No partí escribiendo con una intención clara, ni siquiera pensando en la posibilidad de publicar. Era para mí un texto más bien terapéutico que empecé a escribir porque me hacía bien y me sentía bien haciéndolo, y seguí hasta que sentí que lograba las respuestas que estaba buscando. El mundo del leñador fue más bien el pretexto. Suelo pensar en la escritura como una búsqueda de sentido. Esta novela fue eso para mí. Buscar. 

—A partir de las observaciones del protagonista sobre el almanaque agrícola (“Esto es arte”), ¿La novela busca modificar la forma en la que leemos ciertos textos? ¿Pretendías escribir un libro “útil” frente a la literatura como mero placer o entretenimiento?

—Creo que al decir eso el protagonista refleja ciertas preguntas que me hacía sobre la literatura en ese mismo momento puntual en el que estaba escribiendo esa parte. El entretenimiento y la utilidad no me interesaba mucho más allá de la idea de que hay algo en el texto no-narrativo y descriptivo que me parece valioso. Hay algo prerrefelexivo en su escritura y en su lectura que me deja una sensación de ser, de existir, sin enredos, sin problemas artificiales, recuperar la experiencia sin la necesidad constante de la reflexión sobre la experiencia. Quizá en ese sentido es un libro antientrentenido y antiútil, quizá aburridísimo para otros pero no inútil.

—¿Hay algo de las notas al pie de David Foster Wallace en las sucesivas definiciones de la novela? ¿Tiene Leñador algún modelo literario?

—Admiro mucho a Foster Wallace. Creo que su literatura hace preguntas importantes y que dialoga constantemente consigo mismo. Lo de modelo literario es difícil de responder porque de partida no sé si mi afán era literario, por lo menos al comienzo no lo era, era más bien un proceso de escritura para salir de cierto nihilismo que me amenazaba. Igual, al final uno es en parte la acumulación de la literatura, cine, imágenes, música, recuerdos, etc. Pensaba mucho en cosas que podrían llamarse modelos, como la experiencia de mi viejo, su infancia durante la gran depresión en una granja en Oregon, las fotos de esa época, los testimonios de esa vida, y documentales. La obra de Wittgenstein me es clave, Leñador no existiría sin la influencia de Wittgenstein, especialmente la lectura existencial de su filosofía.

—"Se escriben buenas novelas, ¿y qué? Todo se estancó", dice César Aira en una entrevista reciente. ¿Tu novela busca recuperar la experimentación propia del género?

—No soy muy creyente en la escritura experimental porque sí no más. Creo que hay cosas que salen así porque las circunstancias lo requieren, sin sobreanálisis, simplemente se dan de forma orgánica. Aira posee esa virtud, escribe cosas distintas pero no se siente forzado. Quizá sonaría bonito decir que me lo propuse como un experimento pero la verdad es que para nada. Es algo más básico y a lo mejor suene un poco ridículo dar esto como justificación, pero lo escribí por razones muy personales y en ese periodo escribirlo así era lo único que me hacía sentir bien.

—¿Qué busca con su experiencia el protagonista? ¿Redención? ¿El contacto perdido con la naturaleza? ¿Una iluminación religiosa?

—Certeza. No busca religión ni dogmas. Sino certeza en el sentido más elemental. Somos parte de una generación muy cínica que se ha entregado y rendido ante el nihilismo tanto de forma consciente como inconsciente. Y tanto así que esta forma de enfrentar el mundo se ha vuelto un dogma sin sentido alguno. Esa es la paradoja, que el sinsentido que le asignamos a todo es en sí un sinsentido, es un dogma así como los dogmas religiosos. El narrador busca recuperar la certeza y el sentido que ha estado todo el rato bajo nuestras narices. Ahí está, siempre. Una certeza indiferente a si le damos bola o no. Sigue ahí.

—¿Cuál es tu relación con la literatura argentina?

Desde chico he sido muy lector de la literatura argentina. Es la que más impacto ha tenido en mí. Viví allá muchos años y mi vieja es argentina y eso también obviamente jugó un rol en mis lecturas. No sé, Arlt, Oesterheld, Borges, S Ocampo, Pizarnik, Piglia, Aira, Storni, Bioy Casares, y bueno la lista sigue. Quizá Los siete locos y Los Lanzallamas junto con El Eternauta sean las obras que más me emocionaron es su momento. Vuelvo mucho a esos libros. 

—¿Estás escribiendo algo? ¿Qué se trae Mike Wilson entre manos?

—No escribo con mucha frecuencia. Hace poco saqué una historia que se llama Scout que se reparte gratis en librerías de Santiago. Y hay otra cosa que escribí el año pasado en Ushuaia que se va a publicar en Argentina en 2017.

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