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“Se escribe, se cuenta, se canta lo que a uno lo inquieta”

Rosario Bléfari

Una entrevista de Gonzalo León con la cantante y escritora, "artista multitasking", que en este momento se encuentra en Bariloche participando del Filba Nacional, con sus dos últimos libros por disparadores: Mis ejemplos y Antes del río.

Por Gonzalo León.

Rosario Bléfari, cantante, poeta o “una artista multitasking”, como la definió Alan Pauls en una crítica reciente, ha publicado en las últimas semanas dos libros, además de lanzar la nueva temporada del podcast Los Cartógrafos. De este lado de la cordillera, Antes del río (Mansalva), una recopilación de poemas narrativos donde la observación y la preocupación por el detalle asociado a la naturaleza exhiben una poderosa intensidad: una piedra, un árbol talado, flores arrancadas, una avispa que “lucha por despegar sus alas del agua de un charco”. Pero también la ciudad y el barrio: aquí pone el ojo en la esquina y en el bar como si fueran pequeños observatorios donde las epifanías surgen a cada tanto, el yo se desvanece para dar paso a la observación desnuda, constituyendo así una subjetividad que se abalanza sobre el lector, abrumándolo.

Pero Bléfari, la artista multitasking, publicó además en Chile el libro de cuentos Mis ejemplos (Lecturas), donde el tono y la técnica de los cinco elementos incluidos no sólo son distintos por el género en el que incursiona, sino por la relación que entabla con el lector, apareciendo de este modo la cantante. En "Miniturismo", Bléfari muestra la conexión que hay entre un personaje y una cantante: “Me dio la impresión que ella percibía lo mismo que yo, porque empezó a bajar el nivel de intensidad de su performance, como si quisiera sintonizar con la apatía de la gente”. El público sabe, intuye, lo que siente la cantante.

Pese a que Rosario Bléfari dice haber escritos los cuentos de Mis ejemplos con una concepción de literatura tomada de antemano, la frescura y la búsqueda los recorre, y uno no quiere que terminen, porque el lector atento está harto de literatura, tan harto que por un instante quiere sensaciones, sentimientos, aproximaciones, ninguna verdad, y eso entrega este libro. En "Puerto Deseado" una compañía de teatro llega a un pueblo y un bailarín se hace pasar por el ganador de un concurso de risas, sin necesidad alguna, como si el bailarín/artista considerara que la farsa y el espectáculo tuvieran el mismo estatuto, o como si el espectáculo necesitara de la farsa.

Antes de empezar la entrevista, esta artista dice que cuando a un libro se le elogia diciendo que se lee rápido no la convencen del todo, porque recuerda haber oído a Martín Kohan que efectivamente “puede ser un mérito en realidad, pero también algo que se lee lento puede ser buenísimo. Ahora lo peor que le puede pasar es que se abandone un libro, con una canción pasa lo mismo. Alguien que pica una canción y dice: ‘Ah, ya entendí, chao’”. Lo cierto es que, más allá del elogio y más allá de la técnica narrativa, Mis ejemplos se lee rápido, e instala a Bléfari como una cuentista a tener presente de aquí en adelante.

 

Más que en tus poemas me parece que es en tus cuentos, especialmente en ‘Miniturismo’ y ‘Amaretto’, donde aparece la cantante, ya que allí entabla un diálogo con un personaje literario como si fuera el público entendido como lector.

Yo tengo una relación muy antigua con los cuentos, antigua pero a la vez abandonada, y creo que la retomo ahora; es como si entrara de nuevo en lo que era para mí la relación con la ficción y el narrar. Tengo algo que venía de antes que era una especie de desvarío o de delirio, de ramificaciones que se vuelven a unir, muy trabajado: ir largando distintos afluentes, para después ver dónde volverlos a juntar, ésa era mi relación con el cuento. Después de tener una relación con las canciones y con los poemas en prosa -que es el texto que más me acompaña, que más continuamente escribo y que son los de Antes del río- cuando me reencontré con el mundo del entramado, que corresponde a una época en la que creía que siempre iba a estar escribiendo cuentos, se produjo una especie de choque de aguas tormentoso, porque uno tiene un juego del entramado, entretenido para mí en el maniobrar, en el irse y volver, y una escritura de proximidad, más dolida, que es como cantar sin la letra o como alguien que va silbando por una callecita. Tuve que encontrar cómo esos dos mundos se reunían. Por eso yo lo veo como un comienzo, de algo donde verdaderamente pueda empezar a escribir: antes creía que escribía o que iba a escribir y entonces escribí lo que escribía, y creo que ahora es el comienzo en el que puedo enfrentarme a esta idea sin un paisaje previo, donde yo voy y pinto las tramas y donde puedo estar con un pie en esas dos aguas.

En este encuentro tormentoso entre los cuentos y tu experiencia posterior a ellos (la escritura de canciones, básicamente), ¿qué papel cumple la poesía? 

Yo creo que sería como si fuera el motor que está atrás de todas esas construcciones, ahí yo me imagino la poesía, porque finalmente se escribe, se cuenta, se canta lo que a uno lo inquieta, lo perturba, desea o deja de desear. Todo eso es el motor, el empuje, el aliento. Incluso cuando uno tiene la idea de una mesa y la ve y la empieza a hacer, tal vez ahí esté la poesía, y no me refiero al impulso voluntarioso; no, eso tiene que ver con lo que uno quiere compartir para ver si a otros les pasa lo mismo o está, en definitiva, solo.

La naturaleza está muy presente en Antes del río desde el título, pero además se exhibe una gran capacidad de observación, casi una mirada obsesiva por los detalles, es casi una mirada infantil, por las constantes epifanías. ¿Cuál es tu relación con la naturaleza?

Bueno, yo tuve una relación muy próxima con la naturaleza cuando era chica, eso es lo más directo y principal, pero supongo que no todos los niños tienen la misma relación, aunque hayan vivido en espacios rurales, con más o menos naturaleza. Yo tenía muchos momentos de soledad en la naturaleza, y a la vez tenía muchos relatos de mi madre y de mi padre que trataban de la naturaleza, con ellos solos: ellos y la naturaleza. Hay algo muy parecido a desaparecer en eso, ¿no? Yo me acuerdo haber estado en Bariloche, donde vivía, y de pronto me perturbaba mucho que apareciera otra persona, que pasara un auto o que me encontrara con una ruta o con un sobre de mayonesa. Cuando veía eso pensaba que cortaba todo y decía: Alguien pasó por acá. El hecho de que hubiera otro me causaba celos, los mismos celos me causaban la propiedad privada y sus alambrados. Siempre me pareció que estando sola con la naturaleza establecía una relación en donde estábamos nosotros, y ahí, de alguna manera, yo no estaba; cuando aparece otro, una ruta o el sobre de mayonesa, ahí aparezco como persona pero ahí también no soy más, porque soy parte de la ruta, del sobre de mayonesa. Mi relación con la naturaleza es de estar y no estar. De hecho muchas veces cuando llevaba a personas al monte o al lago no conseguía que entraran ahí.

¿Con entrar te referís a que entraran en la naturaleza o a que se vincularan con ella?

Que entren, que se vinculen, que no estén con: “Ah, los abrojos”, “Pero cuánto falta” o “Está frío el lago”. Ellos no estaban ahí y como yo era de ahí, te hacés de ahí. Cuando estás tirado en el monte en un lugar donde la tierra no pincha, no está la imagen de vos en la naturaleza, sos parte de... Yo eso lo perdí, porque crecí y me fui de ahí, entonces sí tengo cierta obsesión de lo que se perdió y que nunca vuelve a ser igual. Yo puedo volver al lago, a la piedra, al río, pero tendría que hacer un trabajo de meditación, que es algo que no voy a hacer nunca, para que ocurra.

¿De ahí el título, Antes del río?

Puede ser. Es antes de todo lo otro que para siempre me puso detrás de la naturaleza. El río como límite, después podés mirar del otro lado y ahí sí que podés volver, pero no volvés nunca a ese lugar, entonces a veces está permitido por un segundo volver a ser… Y cuando me pasa trato de agarrarlo de alguna forma, y esa forma es escribirlo. Y eso es como volver a preguntarme dónde estaba el acceso: dónde era. ¿Viste esa gente que yo digo que no entraba?

Pero también hablás de los barrios de la ciudad, y de San Telmo, ¿o me equivoco?

No hablo sólo de San Telmo, también hablo de Parque Chacabuco, que era antes mi barrio, y de Pompeya; siempre me interesaron los bares y las esquinas, lugares medio observatorios donde uno está atento a lo que está pasando, a lo que no sé si todos están prestando atención.

¿Siempre en la Zona Sur?

De muy joven, en los barrios de esa zona del Gran Buenos Aires yo tenía muchos amigos: músicos, amigas, y tomaba el tren, iba y venía, nos visitábamos. Hubo un momento entre los veinticinco y los treinta años que empecé a ir mucho a todo lo que sería el tren de la Zona Sur. Adrián Paoletti vivía en Monte Grande, los chicos de una banda que se llamaba La Nueva Flor eran de Adrogué, un pintor amigo de Lomas de Zamora, incluso en un momento trabajé en Remedios de Escalada en unas fiestas griegas, y bueno mi actual banda Sue Mon Mont, dos son de La Plata y el otro de Adrogué. Siempre tuve una relación con el sur: es como una fantasía que tiene el de la capital cuando sale y también la tiene el que entra a capital y que consiste en ir a un lugar donde las cosas son parecidas, pero donde de pronto te vas a encontrar con algo diferente, como un peligro, y aquí no hablo de la inseguridad, sino de otros códigos. En un bar de acá te traen siempre soda con el café, pero tal vez en otro lugar si vos pedís que te traigan la soda, eso tal vez no significa lo mismo, y ese es el peligro al que me refiero.

Hay una búsqueda tanto en cuentos como en tus poemas, un tratar de extraer de la experiencia de la vida una experiencia literaria o artística.

Es que se trata de eso, se trata de dudar, porque si yo ya sé lo que me gusta y lo que no me gusta, que los bares son así, que se pide así, que se saluda así, y clausuro y voy clausurando experiencias, lo único que hago es quedarme afuera de lo que está vivo. Uno cuando va caminando por un monte, por ejemplo, sabe que no es del todo natural, que alguien plantó algo ahí, que alguien pasó o dejó ese sobre de mayonesa. Siempre hubo alguien que estuvo antes. ¿Por qué se pierde la gente en los lugares? Todo puede parecer lo mismo –el monte, dos árboles, las ramas– pero no es igual, y en el momento en que uno clausura y cree que ya conoce o sabe, se pierde el deseo y entonces por qué seguir vivo.

La experiencia artística o literaria se acaba…

Claro. Se acabó el chiste, la fiesta, ¡todo!

¿Y esta búsqueda va tomando distintas formas en la música, en la poesía y en los cuentos, o es siempre la misma?

Yo pienso que la búsqueda está en todo, porque ahora, por ejemplo, estoy en un periodo en que no tengo canciones nuevas, y he tenido momentos de muchas canciones, de hacer una canción todos los días, ahora hace mucho que no hago, me ocupo de darles espacio a las que aún no grabé. Y pienso que pasará, pero también me pregunto: ¿se me ocurrirá otro cuento? Yo creo que lo que me pasa es que cuando intento recordar cómo hacía para escribir canciones me doy cuenta de que, de alguna manera, he olvidado y no tengo la menor idea de cómo es, y digo: tal vez sea como un momento de búsqueda. Porque cuando ya estás adentro de la cosa lo podés borrar o corregir, incluso hasta puede pasar es que estés perdido y no encuentres el rumbo, pero estás adentro; yo estoy afuera del mundo de las canciones nuevas, y pienso que ahora empieza la búsqueda. ¿Dónde era? ¿Cómo era el acceso? En vez de preocuparme, aunque me preocupa, trato de gozarlo: gozaré la ausencia del acceso hasta que algo me permita de nuevo verlo o yo tenga que hacer el esfuerzo; si pasa mucho tiempo, voy a hacer algo, algo voy a inventar, forzaré el acceso, a veces es eso, hay que romper, pero hay épocas en que se abre sola.

En un cuento un personaje lleva una libreta con “un inventario de lugares donde comer bien o bares que están abiertos hasta muy tarde”. Me interesó esta idea de pasear pero no perderse, o perderse con la idea de entregarse a lo que pase, a la aventura. ¿Hay algo de ese personaje que te atrae?

Totalmente, siempre lo que guía una narración es alguien que aprovecha la ocasión de estar perdido. Pero también en los poemas hay eso. Recuerdo que hace muchos años venía a la Biblioteca Nacional de calle México y había varios personajes oscuros, perdidos realmente, pero haciendo una investigación. Siempre me sentí identificada con ellos. Ahora no cualquiera se pierde en el sentido de entregarse a estar perdido, entonces si la vida o la desgracia me ha llevado hasta acá, puede ser una buena idea conservarlo o transformarlo en otra cosa.

La pérdida como ganancia…

Sí, tal vez es por una ansiedad del tiempo. Yo reconozco que me suelen decir: "¿Por qué hacés todo al mismo tiempo?" Y me da la impresión de que no alcanza con una sola vida.

 

 

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