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Plan para leer una novela muy muy larga

Si cada comienzo del año te proponés leer aquellas grandes obras y nunca lo conseguiste, estos cuatro consejos te van a ayudar a conseguirlo.

Por Andrés Hax.

Por algún motivo que desconocemos (no nos molestaremos en preguntarle al oráculo de Google) el cambio de año es un momento en el cual nos proponemos enormes metas. No suelen ser cosas nuevas, sino viejos proyectos o tareas postergadas como perder peso, conseguir un mejor trabajo o comenzar a sacar fotos en serio. Entre estas listas, indudablemente para los lectores entra el ítem “Leer la novela X”, con X equivaliendo a una de esas gigantescas novelas que se supone que toda persona culta ya leyó: En búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoievski, Don Quijote, de Cervantes, Guerra y paz, de León Tolstói. Pero no nos tenemos que limitar a los clásicos. También entran en la lista de pendientes títulos como Una danza para la música del tiempo, de Anthony Powell, Vida y destino, de Vasili Grossman, Las benévolas, de Jonathan Littell, 2666, de Roberto Bolaño, 1Q84, de Haruki Murakami.

Sea como fuera, leer estos libros es un emprendimiento difícil en la actualidad. Hemos sido sistemáticamente condicionados por varios años (¿o ya son décadas?) —gracias al uso de las redes sociales— a consumir información en frenéticos pequeños paquetes desechables. Sentarse por trechos largos (más de una hora), quieto, con solo un pensamiento (leer una novela es un largo pensamiento), es una costumbre (o habilidad) en extinción. El teléfono en los bolsillos tiene la inteligencia de un robot opresor, como Hal 9000. No es una herramienta que utilizamos con libre albedrío. Es un nefasto látigo que nos doma en una funesta lógica de consumo. De información, si quieren, y de información gratis, pero de consumo. Y como dicen los gringos, there is no such thing as a free lunch.

Hay decenas de factores que vuelven a la lectura de largos textos imaginativos algo anacrónico. Sin embargo, lo que proponemos aquí no es el análisis de esas fuerzas sino un plan concreto, factible y —sí— entretenido, para subir el Everest literario que hayan elegido para este año. Por su puesto, este plan puede ser modificado a gusto, pero avisamos que ha sido probado con éxito en varias ocasiones. Incorpora aspectos psicológicos y pragmáticos.

1. Primeras consideraciones. Antes que nada, no hay que sentir culpa por no haber leído el libro en cuestión. Grandes escritores y pensadores tienen enormes huecos en su historia de lectura. Además, mucha gente dice haber leído tal o cual texto cuando en realidad sólo han hojeado los primeros capítulos. Si la culpa persiste, un remedio es mirar las columnas By the Book en The New York Times. Es una entrevista estándar con un sinfín de autores. Una de las preguntas es: «¿Qué libro te da vergüenza no haber leído?» Las respuestas son iluminadoras y quitan cualquier residuo de culpa por no haber leído a Shakespeare, por ejemplo.

Consíganse, si pueden, el brillante libro Cómo hablar de los libros que no se han leído. El autor, Pierre Bayard, da una extraordinaria lección sobre el estado fragmentado de la lectura contemporánea.

Finalmente, tengan en cuenta que leer es un placer oculto, es desequilibrante para el espíritu (de formas sanas pero también peligrosas), es antisocial, es una droga. Lo que queremos decir es que si encaran este proyecto con el mismo espíritu que convocan para hacer algo que “te hace bien” (como hacer dieta, pasar más tiempo con tus padres o pintar el living) inevitablemente van a fracasar. Leer La Novela del Gengi o Los miserables o El conde de Monte Cristo es como tener un amante. Es un acto egoísta vinculado principalmente al placer. Es consumir opio. Es irse a la esquina a comprar puchos y no volver. En fin, tengan en cuenta la cita de Flaubert: «La única forma de tolerar la existencia es perderse en la literatura, como en una orgía perpetua».

2. Lleven un cuaderno (de papel). Ya que estamos citando eminencias, traemos a la conversación Ralph Waldo Emerson, que en algún lugar escribió «There is a creative reading as well as a creative writing». Tanto como existe la escritura creativa existe la lectura creativa.

Este es un punto clave. La lectura es algo activo, no pasivo. Recomendamos llevar un diario de lectura, no con el espíritu de un presidario que cuenta los días o un turista que enumera los museos que visita, sino con el de un artista que forja un nuevo territorio en su espíritu. William Burroughs cortaba las fotos de los diarios que se parecían a sus personajes. Pueden hacer lo mismo al revés: buscar imágenes que se parecen, en su imaginación, a los protagonistas del libro que están leyendo. Hagan mapas, cronologías, árboles familiares. Copien citas que les hagan pensar o que no puedan resolver en una sola lectura. En vez de marcar el progreso con fechas e informes incorporen al cuaderno, a manera de collage, tickets de café, artículos del diario, fotos impresas de la cotidianidad. Cuando terminen el libro —puede ser en el otoño que viene o incluso dentro de un año— podrán ver como la lectura se intercaló con la vida real. Y podrán hacerse una pregunta muy interesante: “¿Qué experiencia me pareció más intensa, más real: mi vida o mi vida de lectura?”

3. Busquen soledad y continuidad. Si viven con alguien, muchas veces, al estar sentado leyendo, tras una hora, su compañero o compañera (o madre o padre) les dirá algo por el estilo: “Ya que no estás haciendo nada, ¿no me vas al chino a comprar un sachet de leche?” Aun un camarada lector puede soltar una de estas barbaridades. Lo ideal es leer tarde a la noche, en la cama, cuando están solos. O en el trabajo. O en el colectivo. Pero en alguna soledad. También, es importante leer todos los días, aunque se 15 minutos. El libro es como un jardín: se riega con tu mirada.

4. Compren un libro. No lean sobre una pantalla de ningún tipo. Nada que se tenga que enchufar. Inviertan en un buen ejemplar, por más caro que sea. Dibújenlo, escriban en los margines, hagan anotaciones. La marginalia es un género menor pero exquisito de escritura. Miren, por ejemplo, los libros de David Foster Wallace. Ayuda recordar lo que han leído, que es importante en una novela muy larga. Pero también, años después, sirve como un recuerdo de una lectura. Es como ver una versión de nuestro yo pasado.

Y ya está. No hay más consejos. Parecen simple pero las cosas más simples a veces son las más difíciles de lograr (un tostado, un buen café…) Les prometemos que si siguen este método tendrán un feliz y transformador año de lectura.

*

Algunas listas de libros enormes que podrían leer este año

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